jueves, 23 de enero de 2014

La furia y la pena

23/Enero/2014
Confabulario
Juan Domingo Argüelles

El pasado 14 de enero, en la ciudad de México, a los 83 años de edad, murió Juan Gelman, uno de los últimos grandes poetas hispanoamericanos. Nació en Buenos Aires el 3 de mayo de 1930 y, desde su primer libro reveló una originalidad poética en la que fusionó a la perfección coloquialismo, cultura, música y renovación del lenguaje.

En el legado poético de Gelman sobresalen dos cualidades que son aportes esenciales a la lírica hispanoamericana: la invención de un idioma poético y el sabio manejo del ritmo; la riqueza lingüística (incluida la creación de afortunados neologismos) y la música decantada.

Gelman tuvo un dominio incomparable del ritmo (y de los silencios) a lo largo de su obra poética. En los 27 libros que publicó hay cambios en los temas y en los tonos de su voz lírica, pero lo que no cambia jamás es el manejo del ritmo.

Su primera época abarca ocho libros: Violín y otras cuestiones (1956), El juego en que andamos (1959), Velorio del solo (1961), Gotán (1962), Cólera buey (1964), Los poemas de Sydney West (1969), Fábulas (1971) y Relaciones (1973). Con ellos, Gelman revela un universo poético que comenzó a influir en los jóvenes lectores y en los jóvenes poetas. Su prestigio nació con varios poemas inolvidables pertenecientes sobre todo a sus libros Gotán, Cólera buey y Los poemas de Sydney West. Cada poema cuenta una historia, y cada historia canta, como en un lamento, las fatigas del día, los trabajos del hombre.

A su segunda época corresponden los libros Hechos y relaciones (1980), Si dulcemente (1980), Citas y comentarios (1982), Hacia el sur (1982), Com/posiciones (1986), Interrupciones I (1986), Interrupciones II (1988), Anunciaciones (1988) y Carta a mi madre (1989); libros que van del dolor cotidiano por la pérdida de libertades, al dolor íntimo por la pérdida de los seres amados. La desazón, la violencia política, la muerte y el exilio marcan las páginas de estos libros, y sin embargo en ellos Gelman sigue cantando.

La tercera y última época de la poesía de Gelman corresponde a lo que él llamaba sus “poemas mexicanos”, pues desde 1988 (luego de huir por varios años, y por varios países, de la persecución política argentina) se refugió en México. A esta época corresponden Salarios del impío (1993), Dibaxu (1994), Incompletamente (1997), Valer la pena (2001), País que fue será (2004), Mundar (2007), De atrásalante en su porfía (2009), Bajo la lluvia ajena (2009), El emperrado corazón amora (2011) y Hoy (2013). Son libros, casi todos, que optan por la sencillez. Si la poesía de sus primeras épocas elige el verso largo y el versículo donde la palabra torturada se vuelca en el lamento y el balbuceo, en su poesía mexicana hay, en general, un verso corto y una reconciliación con la vida cotidiana. Un ejemplo: “Estos pájaros vienen del sur./ Tienen razón./ Tener razón es un error./ Barcos, barcas, la mano./ El río gris de los gorriones/ viene del ser, no del sur./ Estos pájaros vienen del sur”.

Si en Gotán recrea, revitaliza y parodia el tango, como en “Mi Buenos Aires querido” (“Sentado al borde de una silla desfondada,/ mareado, enfermo, casi vivo,/ escribo versos previamente llorados/ por la ciudad donde nací./ Hay que atraparlos, también aquí/ nacieron hijos dulces míos/ que entre tanto castigo te endulzan bellamente./ Hay que aprender a resistir./ Ni a irse ni a quedarse,/ a resistir,/ aunque es seguro/ que habrá más penas y olvido”), en Los poemas de Sydney West (que subtitula “traducciones”) hace su íntima Antología de Spoon River (1915), siguiendo la ejemplaridad de Edgar Lee Masters, y en sus “lamentos” nos entrega no sólo una atmósfera de desolación y tristeza, sino la historia de la ruina, de la muerte. Sus poemas se vuelven cuentos, pero cuentos no sólo llenos de melancolía sino de melodía: la música triste que acompaña al que se va para siempre.

En el “lamento por el ciruelo de cab cunningham” leemos: “cab cunningham tenía cincuenta años y un ciruelo/ cuando descubrió la maldad/ los ojos se le pusieron verdes la boca gris y azul alternativamente/ daba como señales al empezar el día/ eso no es todo:/ del vientre le empezaron a subir vientos que lo hacían volar/ y girar alrededor del planeta y de su casa/ como un alma maldita…” Y, como todo relato, cada “lamento” de Sydney West tiene un desenlace.

Los poemas de Sydney West es uno de los libros más influyentes en la renovación poética de Hispanoamérica, porque Gelman rompió con los cánones del clasicismo lírico (la métrica, la rima, el “lenguaje poético”) e introdujo un coloquialismo con el que se sentó a conversar con los lectores. En “yo también escribo cuentos” nos relata, por ejemplo, la vida de Pessoa: “había una vez un poeta portugués/ tenía cuatro poetas adentro y vivía muy preocupado/ trabajaba en la administración pública y dónde/ se vio que un empleado público de portugal gane para alimentar cuatro bocas…”

Por la música y por las palabras lo conocimos y lo conoceremos. Junto con el chileno Gonzalo Rojas (1917-2011), Juan Gelman es uno de los máximos renovadores de la poesía hispanoamericana contemporánea. Retomó el balbuceo, los silencios y el canto triste del peruano César Vallejo (1892-1938) y transformó la ira y la desolación que vienen de Trilce y de los Poemas humanos en una galaxia ardiente de imágenes y música, de reinvención y hallazgo del idioma: “todo el turbión las penas los olvidos/ las penumbras la carne la memoria/ la política el fuego el sol de pájaros/ las plumas violentísimas los astros/ los arrepentimientos junto al mar/ los rostros los oleajes la ternura/ alguna vez apenas apenumbran/ olvidan arden escarcen astran/ politizan solean pajarmente/ plumean se arrepienten y memorizan maran/ enróstranse y olean o enternecen…”

“Bajo el sol doble de la furia y la pena la vida sigue”, escribió Juan Gelman en Valer la pena. La vida sigue, y él sigue cantando.

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