sábado, 24 de julio de 2010

Entre el goce de la escritura y la locura de Dios

24/Julio/2010
Suplemento Laberinto
Juan Domingo Argüelles

El 19 de agosto de 2010 José Agustín (1944) cumple 66 años de edad. Autor de una obra diversa y original, que abarca el cuento, la novela, el teatro, el ensayo y la investigación histórica, José Agustín está por publicar una de sus novelas más ambiciosas, La locura de Dios, obra cuya escritura interrumpió a raíz de su accidente el 1 de abril de 2009, en Puebla: una caída de más de dos metros en el Teatro de la Ciudad, cuando firmaba libros a sus lectores. ¿El resultado? Fracturas de cráneo y costillas y tres semanas en el hospital.

Desde que en 1964 salió de la imprenta su novela La tumba, José Agustín no ha dejado de publicar, para beneplácito de sus lectores. En su Autobiografía precoz (1966), refiere cómo, en 1955, su hermano Augusto lo llevó a San Carlos y lo presentó, con sus amigos, en su faceta de historietista. “Todos creían que yo iba a ser pintor. Yo también, la mera verdad”, confiesa entonces. Pero la historieta lo llevó a la literatura y no a la pintura, y ya han pasado 55 años desde que escribió su primer cuento, “Las aventuras de Zeus Pinto”, y ahora anda metido en La locura de Dios.

Conversamos con él a poco más de un año de aquel descalabro que lo llevó a estar diez días en terapia intensiva, y cuando algunos ya se aprestaban a preparar homenajes póstumos.

¿Cómo llegas a los 66 años de edad? O, para decirlo con el título de tu conferencia en Puebla el 1 de abril de 2009, ¿cuál es el soundtrack de tu vida?

Estoy estupendamente. Tengo mi espíritu creativo enteramente vivo. Escribo todos los días, y escribo bien, a pesar de que el madrazo que me llevé el año pasado me bajó un poco la pila. Además, 66 años tampoco es poco.

Ha pasado, entonces, ya más de un año del accidente, te has recuperado y la vida sigue, al igual que continúa la literatura.

Sí, y además muy chingonamente. A mí la vida siempre me ha gustado muchísimo, y la literatura es para mí una parte importantísima de la felicidad. Siempre he sido un ultralector.

Pero dices que se te bajó un poco la pila.

Sí, pero no tanto que hayan cambiado mis gustos y mis hábitos. Creo que estoy leyendo igual que siempre. De todo un poco, incluida por supuesto la literatura mexicana.

Algunos llegaron a pensar que te ibas de este mundo.

Pues sí: muchos llegaron a considerar que moriría. Y luego de que me dieron de alta, todavía tuve mis semanas de semiinconsciencia. Cuando recuperé realmente la conciencia me entró un estado de felicidad inaudito: un enorme gusto de estar vivo y de disfrutarlo. La libré bien a fin de cuentas.

¿Dejaste realmente de escribir?

No del todo. Al mes de haber regresado a casa, mi hijo Jesús se sorprendió al encontrarme escribiendo. “¿Qué estás haciendo?”, me preguntó, y yo le respondí: “Pues nada. Lo de siempre. ¿Qué otra cosa puedo hacer?” Creo que él, al igual que muchos, esperaba que por lo menos en un buen rato no pudiera escribir nada. Pero es que mi novela La locura de Dios es una obra de diez años que tenía casi terminada y que no puedo dejar. Es cierto que, después del accidente, ya no le metí tanta prisa y la voy llevando con más calma, pero ya casi está lista. En tres o cuatro meses le pondré el punto final.

Antes, sin embargo, publicarás otro libro.

Sí, mi hijo Andrés que es, además, mi editor, descubrió un manuscrito que yo tenía, de cuando era chavito (16 años) y me fui a Cuba al trabajo de alfabetización. Se titula Diario de brigadista. Por supuesto, lo revisé, lo trabajé un poco más. Pero estrictamente es un libro juvenil.

¿Qué otras cosas estás haciendo?

Nada. Ya estoy en una posición bastante cómoda en mi vida. Lamento decirlo, pero es la verdad. Gente que aprecio mucho, estupendos directores de cine me han llamado para escribir guiones, y les he dicho que definitivamente no, pues en lo que estoy de lleno es en mi literatura. No quiero desviarme con otros asuntos. La década de los setenta fue para mí la época de la academia. Fui maestro y enseñé en Juan de las Pitas. Regresé en los ochenta y en principio me dediqué al teatro, y después al cine muy en serio, aunque el gusto por el cine ya lo traía desde antes. Escribí guiones, trabajé con actores y directores. Y fue extraordinario. Pero de los noventa para acá me dije: “Se acabó. ¿Yo qué soy? Escritor. No soy ni argumentista ni guionista. Soy escritor”. Y me puse a escribir intensamente lo que más me interesaba. La década de los noventa ha sido para mí la más fructífera.

Estás decidido, entonces, a hacer únicamente lo tuyo.

Sí, pero es que, de algún modo, siempre ha sido así, desde hace 45 años. He atendido algunos proyectos y algunas propuestas que me parecieron interesantes, pero lo que siempre he querido es hacer lo mío, lo que realmente me mueve a escribir. Yo nunca he vivido la escritura como una presión, sino como un goce. Tuve un éxito fuera de lo común desde mi primera novela, La tumba, pero no me presioné por ello. A muchos de mis demás libros les ha ido muy bien con los lectores, pero ello no me ha llevado a cambiar mi sistema o mi concepto de trabajo para darle gusto al editor o no perder el mercado.

¿Ya no emprenderías un trabajo de investigación como la Tragicomedia mexicana?

En estos momento, por nada del mundo. Lo pensaré, si me late, cuando haya terminado mi novela. Antes, definitivamente no. Y no sabes cómo me han insistido en que escriba el cuarto tomo de la Tragicomedia. Lo entiendo. Esta obra ha tenido mucho éxito.

¿A qué lo atribuyes?

Llegué a pensar que porque nadie había contado la historia reciente de México. Pero ahora me doy cuenta de que hay algo en el estilo y en la forma que resultó muy atractivo para el lector. A partir del primer tomo de mi Tragicomedia hay chingomil libros que cubren ese periodo, y sin embargo el mío sigue leyéndose.

¿Esto quiere decir que no escribirás nada por encargo?

Lo que digo es que estoy dedicado, exclusivamente, a lo que yo quiero. Tardé muchos años en llegar a este momento y no lo voy a echar a perder.


Entre los libros más importantes de José Agustín están las novelas De perfil (1966), Se está haciendo tarde (1973), El rey se acerca a su templo (1976), Ciudades desiertas (1982), Furor matutino (1985), Cerca del fuego (1986), Dos horas de sol (1994), Vida con mi viuda (2005) y
Armablanca (2006); las colecciones de cuentos Inventando que sueño (1968), No hay censura (1988), No pases esta puerta (1992) y Cuentos completos (2003); las obras teatrales Abolición de la propiedad (1969) y Círculo vicioso (1972); los ensayos La nueva música clásica (1968), La contracultura en México (1996) y Vuelo sobre las profundidades (2008), y los tres tomos de crónica e investigación histórica Tragicomedia mexicana (1990-1998).


Creado por el poeta y editor Julio Ramírez en 1991, el encuentro literario internacional Hacedores de Palabras ha convocado este año a sesenta y dos poetas, narradores, editores y críticos de España, Cuba, Chile, Argentina y Costa Rica, así como de diferentes entidades del país: Distrito Federal, Jalisco, Yucatán, Hidalgo, Tabasco, Veracruz, Guanajuato y Oaxaca.

El encuentro, que comenzó el pasado lunes, concluye hoy con un homenaje a la trayectoria de José Agustín en el histórico teatro Macedonio Alcalá, donde a partir de las 12:00 horas, en una reunión de amigos moderada por Julio Ramírez, el autor de La tumba conversará con Gerardo de la Torre, Raúl Renán, Ignacio Trejo Fuentes, Eusebio Ruvalcaba, José Luis Martínez S. y Andrés Ramírez.

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