sábado, 4 de septiembre de 2010

No hay vuelta a Vuelta

4/Septiembre/2010
Laberinto
Heriberto Yépez

Este agosto, la edición española de Letras Libres dedicó sus páginas a antologar poesía y cuentos de su antecesora, “la legendaria revista de Octavio Paz”. Sin duda, este intento de vuelta a Vuelta está destinado a ser el mejor número de Letras Libres.

Pero este cover —más que recovery— es una especie de auto-zancadilla. Deja al lector pensando en las notorias desigualdades entre madre e hija.

Si cotejamos la colección de Vuelta y la contrastamos con la de Letras Libres, el balance es triste.

En los noventa, Paz mismo consideraba cumplida la misión de Vuelta y pertinente la renovación. “Sucesión” era la palabra que utilizaba el propio Paz, que no deja de ser un tanto escalofriante por la carga presidencialista que tiene en México esa expresión, esa ceremonia. El destape recayó en Enrique Krauze. Paz murió en 1998; Letras Libres arrancó en 1999.

La primera impresión que nos deja esta comparación es que la heredera perdió disidencias y aumentó el autoritarismo trasmitido. Estas son sus discrepancias.

Vuelta se alimentaba del Boom; Letras Libres no se alimenta ni del Crack.

Vuelta era anti-soviética: Letras Libres, antilopezobradorista.

Vuelta era latinoamericanista; Letras Libres, defeña.

Vuelta era demócrata; Letras Libres, neoliberal.

Vuelta era tradicionalista; Letras Libres, retro.

Vuelta quería ser lúcida; Letras Libres, energúmena.

Vuelta incluía ensayos de fondo; Letras Libres, podcasts.

Vuelta incitaba debates; Letras Libres, es sorda.

Vuelta era anticastrista; Letras Libres, insular.

Vuelta era de intelectuales; Letras Libres, de pre-funcionarios.

Vuelta discutía a los nuevos clásicos; Letras Libres olfatea al mercado.

Vuelta era un retrato de familia; Letras Libres, una rotación curricular.

Vuelta significaba leer a Cabrera Infante, Cioran o Kundera; Letras Libres, tres puntos.

En Vuelta las reseñas eran lo menos relevante; en Letras Libres, las reseñas pueden ser lo más sensacionalista.

Vuelta publicaba poesía; Letras Libres, poesía contenida.

La crisis duradera de Letras Libres se debe, en su basamento, a la ausencia de Octavio Paz y la carencia de nuevos genios o geniecillos del texto en México y Latinoamérica. También a la crisis mundial —el fin de la teoría pregonado por Terry Eagleton— y el desabasto de la personalidad.

El balance entre estas dos empresas sucesivas es tan desventajoso para Letras Libres que da pena describirlo. Su crisis es nuestra crisis general. Letras Libres es apenas un reflejo del empobrecimiento.

Vuelta era el clímax mensual de aquella atmósfera intelectual; Letras Libres, carente de autocrítica, ha enrarecido el ambiente literario, convirtiéndose en una repartición de curules plurinominales por parte de cacicazgos residuales.

Letras Libres: hora cumplida.

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