sábado, 19 de febrero de 2011

El último neoconservador

19/Febrero/2011
Laberinto
Heriberto Yépez

La historiadora israelí Avital H. Bloch comprobó el vínculo ideológico entre cuatro generaciones de Vuelta y Letras Libres y los neoconservadores norteamericanos, familiarmente llamados “neocons”.

Lo hizo en “Vuelta y el surgimiento del neoconservadurismo en México”, revista Culturales, número 8, Centro de Investigaciones Culturales, UABC, 2008.

Dice Bloch: “Paz hico eco del principio antimarxista inherente en el ‘pluralismo liberal’, que organiza un sistema político no-ideológico. El concepto lo desarrollaron en los años cincuenta y principios de los sesenta los liberales anticomunistas de Estados Unidos, a quienes especialmente Paz y su discípulo Krauze admiraban”.

Paz y los acólitos neocon retomaron el discurso contra la izquierda, el repudio a la contracultura y la adopción del credo económico capitalista como vía para evitar la revolución, a veces con dictador o régimen autoritario incluido, como en el caso de los neocons mexicanos y el PRI. La izquierda como un peligro para México, máxima neocon.

Como afirma Bloch, la estética neocon nacional se caracteriza por “utilizar el modernismo [la vanguardia] como una noción políticamente conservadora”. De ahí que Paz declaró el fin de la vanguardia y defendió la “vuelta a los orígenes”. Zapata y no Cárdenas; Frost y no Ginsberg; Yes to Daniel Bell! Jamás Kristeva.

En el caso mexicano esta ortodoxia fue tan normalizada por el PRI y tan marcada la ausencia de crítica hacia Paz que —como Bloch señala— el grupo paceano no fue identificado como neocon; el influjo fue ofuscado. Todavía tema tabú.

Otro factor, sin embargo, explica que la noción de neoconservadurismo no haya sido utilizada en nuestra crítica hacia Paz: el ideario neocon alimenta casi todos los grupos intelectuales mexicanos. Aquí lo neocon ganó la guerra cultural.

El socialismo desapareció como discurso letrado. Y filosofar, en seco, cesó.

¿Rasgos neocons? La ironía hacia toda posible revolución estética o política; el desprestigio moral como cañón —oh campañas negativas Republicanas— contra figuras, ideas o contextos críticos del sistema; lo formal como formol del escritor (“la política afea a las Musas”). La poesía como absenta apolítica o lela lírica.

Casi toda la poesía mexicana reconocida es neocon. Después de Bartra, ¡incluso La Jornada Semanal adquirió gustos literarios neocon! Y el 68 contracultural devino 69 onanista.

Sin izquierda radical y sin derecha declarada —la derecha es la regla callada—, esta literatura no tiene dialéctica.

La derecha se diluyó al grado que nadie percata que prácticamente hoy todos los grupos compiten para saber quién puede ser —costeños, tapatíos, norteños, Condesa o nihilistas— la mejor variante neocon.

El último neoconservador del mundo morirá en una revista literaria mexicana.

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