sábado, 22 de mayo de 2010

Habría crítica literaria si…

27/mayo/2010
Suplemento Laberinto
Heriberto Yépez

Habría crítica literaria en México si hacerse el ofendido no fuese el truco ideal para abandonar los debates.

Y si admitiésemos que el crítico hace reseñas pero la reseña no hace críticos.

Habría crítica literaria en México si en lugar de defender gustos estéticos, la crítica construyera ideas.

(¿Alguien recuerda un solo concepto inventado por un crítico mexicano en los últimos veinte años?)

Cuando los críticos dejen de apostar a los gallos y realicen análisis de textos dejaremos atrás la idea de la crítica como registro (in)civil.

Habría crítica si aceptáramos que la canonitis es un viejo paradogma.

Habría crítica en México si consideráramos a fondo las implicaciones de la muerte del autor —abandonar el romanticismo del yo como origen del texto— y el crítico aceptara que su compañero de juegos no sólo murió sino que, desde un principio, era sólo un amigo imaginario.

Habría crítica literaria si, sobre todo, aceptásemos la inminente muerte del crítico, es decir, nos despidiéramos de la creencia de que las jerarquías de autores en el campo literario son determinadas por unos cuantos líderes de opinión.

Si reconociéramos que los estudios culturales e internet dieron una merecida sacudida al modelo del crítico como árbitro de lo bueno y lo malo, juez de lo bien hecho y lo maltrecho.

Y si entendiéramos que internet a la vez democratizó y encarnizó la función autoritaria, pues hoy el lector tanto merma como anhela el púlpito desde el cual el crítico cultural se otorgaba la última palabra.

Habría una nueva crítica literaria si el lector dejara de copiar el modelo patriarcal, machista, mamón, reaccionario y fantoche, y propusiera un nuevo tipo de diálogo con el texto.

Habría crítica si hubiese analistas desinteresados en adquirir poder a través de apoyar o chingar a otros.

Habría crítica literaria innovadora si hubiese crítica contemporánea de arte.

Habría crítica si hubiese filosofía descolonizada.

Habría crítica si los académicos abandonaran sus propios cómodos cubículos, casi siempre, por cierto, inexistentes.

Habría crítica si los editores de revistas tomasen su trabajo en serio y dieran a la crítica una función más profunda que la de recomendar o desaconsejar compras de novedades.

Habría crítica literaria en México si hubiese un clima en que todas y todos comprendiéramos que realmente hay algo llamado pre-feminismo.

Habría mejor crítica si los críticos reconocieran que estamos discutiendo con términos equivocados, tomando vocabularios y prácticas prestadas de la discusión de cantina, la Inquisición, la ironía barata y la varita mágica.

Y, sobre todo, habría mejor crítica si nos diésemos cuenta que, a pesar de los desperfectos enunciados, en esta literatura los únicos que están intentando discutir son los críticos.


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