lunes, 24 de mayo de 2010

¿Cárcel, para qué?

24/mayo/2010
El Universal
Guillermo Fadanelli

Las leyes no son definitivas, son imperfectas y están siempre en camino de ser revisadas y modificadas. Su origen no es divino, es humano. Se cumple con ellas porque no hay otra manera de vivir en paz, pero no hay que venerarlas y sí protestar contra éstas cuando son o parecen ser injustas. Los legisladores y los jueces tendrían que mantenerlas en constante estado de sitio y llevar a cabo su crítica y evolución. Pero en estos tiempos, el trabajo de tales personajes es en buena parte el de la promoción política. No tienen tiempo para pensar. “Aplico o cumplo con la ley pero no la comprendo”, he aquí una constante en todos los órdenes del “sistema” de procuración de justicia. El deseo e intento de meter a la cárcel a media humanidad ilustra mis palabras. ¿Qué se persigue con ello? Es claro que la prisión significa un negocio de grandes dimensiones que involucra a policías, celadores, abogados, jueces, tinterillos, ministerio público y demás actores de este nuestro querido teatro del absurdo.

La ausencia de imaginación y la costumbre de acudir a la prisión como forma de castigo se juntan para crear nudos de injusticia que son bastante complicados de desatar. En nada sirve a una sociedad el que tantas personas vegeten en la cárcel por delitos que podrían haber sido tratados de otra manera. Trabajo para la comunidad, reparación del daño por vía económica, suspensión de ciertos derechos, entre otros. A mí no me sirve que un defraudador sea recluido en la cárcel ya que es más beneficioso para todos que repare el daño, que le sea prohibido ejercer su profesión o que se le expulse de los medios donde acostumbra defraudar. Si una persona se ve involucrada en un accidente vial causado por su imprudencia, antes de encerrarla se lleva a cabo una indagación profunda para saber si es responsable. En caso de serlo se le obliga a reparar el daño y se le prohibe conducir más. Se le condena a ejercer trabajo social durante determinado tiempo o se busca un castigo de acuerdo a lo específico de su caso. La reincidencia, por supuesto, sería tratada de otra manera.

No es cuerdo creer que las prisiones mexicanas (centros de delincuencia entre muros) son adecuadas para rehabilitar a las personas. No obstante eso, la cárcel es un buen recurso para secuestradores, criminales de profesión, y otros delincuentes que en vista de su condición amenazante no deben estar en las calles. Mi conclusión es que debido a las enormes fisuras y corrupción del aparato judicial y a la desconfianza que se palpa en la población hacia las autoridades, se recurre de manera natural al linchamiento, al clamor de venganza, a la lapidación y a preferir el castigo que la reparación del daño. Lo podemos comprobar a diario en los medios, en las calles y en casi todos los aspectos de la vida cotidiana. (Cuando Sarkozy le pide al presidente mexicano una y otra vez la extradición de Cassez lo que en realidad está diciendo es que no confía en las leyes mexicanas).

Michel Foucault ha descrito la evolución de las formas de castigo en Europa después de la Revolución francesa y encuentra muy sospechoso que la prisión se haya impuesto en el siglo XIX sobre el resto de otras formas de castigo como la deportación, el escarnio, la ley del Talión (ojo por ojo), los trabajos forzados y demás. La imaginación se disolvió y la prisión se transformó en la institución por antonomasia para castigar a los infractores. Foucault sospecha que las cárceles fueron un instrumento del Estado para mantener la vigilancia entre sus ciudadanos. Recluirlos para examinarlos, controlarlos y extender el modelo de prisión al resto de las instituciones sociales (a mí me parece una conclusión un tanto excesiva, pero en buena parte verdadera). Estén o no los historiadores o jurisconsultos de acuerdo en la tesis de Foucault es difícil negar que la prisión es, en una considerable cantidad de casos, una pena inconveniente. No guardo ningún tipo de esperanzas con respecto a la justicia. Hace falta una revolución legislativa respecto a los castigos para la “sociedad” mexicana del siglo XXI. Pero esto no será posible, vienen campañas y los legisladores estarán en combate por el poder para velar por su intereses. Y así por siempre.

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