domingo, 2 de octubre de 2011

La reseña crítica en la mira

2/Octubre/22011
Jornada Semanal
David Hernández Meza

Las grandes obras de arte nos atraviesan como grandes ráfagas que abren las puertas de la percepción y arremeten contra la arquitectura de nuestras creencias con sus poderes transformadores. Tratamos de registrar sus embates y de adaptar la casa sacudida al nuevo orden. Cierto primario instinto de comunión nos impele a transmitir a otros la calidad y la fuerza de nuestra experiencia y desearíamos convencerlos de que se abrieran a ella.

George Steiner

La reseña crítica es un género que no goza de aceptación, popularidad y prestigio en el medio literario; se la considera como un subgénero accesorio, como un peldaño de ascenso… y no como una clase textual auténtica que cumple una función específica en el circuito literario. Las falacias, más que argumentos, son producto de diversos prejuicios que se erigen alrededor de la figura del reseñista y enunciarlas aquí sería una digresión que me alejaría del asunto que quiero poner en la mira: la discusión sobre qué es una reseña crítica, su función e importancia en la producción literaria.

Si alguien considera esta cuestión innecesaria o menor, las reseñas publicadas en revistas culturales, literarias, secciones de periódicos y suplementos reflejan la falta de seriedad, rigor y tal vez profesionalización con que se emprende esta actividad, salvo algunas excepciones. Para la mayoría de los reseñistas en México, la reseña es un texto de formato libre que se caracteriza por incluir elogios, digresiones e incluso quejas. El problema no es la presencia de estos rasgos, sino su predominio sobre la evaluación objetiva. Incluso recientemente una publicación convocó a un concurso en busca de jóvenes críticos. No sé qué tan benéfica sea esta forma de encarar el problema. Lo cierto es que un concurso, por grande que sea su poder de convocatoria, no puede formar a nuevas generaciones. O las universidades están haciendo algo mal o faltan espacios para ejercer la cultura sin limitaciones. Entonces, considero pertinente lazar esta pregunta: ¿la reseña crítica, predominantemente de mala calidad, es el resultado de una literatura en crisis o anuncia el advenimiento de una crisis en la literatura?

La reseña crítica sería el equivalente al engranaje más pequeño de un reloj, imperceptible cuando marcha bien, pero notorio cuando deja de funcionar. La etimología de la palabra es mucho mejor punto de partida que una aproximación metafórica, pues una definición nominal sólo puede enunciarse como resultado de la investigación de un corpus. Crítico se deriva del griego kritikós –capaz de discernir–, proveniente del verbo krínein –separar, decidir, juzgar. Es decir, criticar significa definir el valor de una creación e implica atender las virtudes y los defectos por igual, realizando un balance. La esencia del término no ha cambiado; incluso se han creado, a través del tiempo, conceptos con los cuales emprender mejor esa empresa en diferentes áreas de creación.

El significado de la palabra, sin embargo, está más cerca de ser una facultad del hombre que de representar una característica de un texto; el cual, paradójicamente, pocas veces tiene presente el reseñista a la hora de emprender su labor.

A diferencia de la narrativa, poesía o teatro, que tienen como materia prima el mundo y/o la experiencia de quien escribe, la reseña crítica se basa en una obra más o menos orgánica, tal vez de buena o mala calidad que la determina de cierta forma, en el sentido de que su contenido debe sujetarse a valorar los elementos de la obra reseñada (a veces ocurre lo contrario: éstos quedan a la deriva y son el pretexto para comentar temas relacionados con los asuntos centrales del libro).

La reseña crítica, por lo tanto, es un texto reformulativo, porque retoma un discurso ya elaborado para emitir un juicio de valor sobre él, además de resumir lo esencial. Esto no significa que deba de subordinarse a él; por el contrario, debe ser un texto orgánico, autónomo y comprensible para su destinatario, en forma independiente del texto-fuente que lo originó, proporcionando argumentos para quienes están interesados no sólo en la adquisición de determinados productos culturales, sino también en la calidad de los mismos.

De igual modo, no está de más señalar lo obvio: la reseña también forma parte de la crítica literaria y del circuito de comunicación académica, a pesar de que no está escrita con un lenguaje técnico propio de la ciencia literaria, el cual caracteriza a los estudios especializados. En términos específicos, la reseña crítica es la única clase textual que abandona la academia para incorporarse al mundo real, es decir, a un circuito más amplio –el del lector común–, mediante un proceso de adecuación de registro, lenguaje y contenido; proceso que responde al lector al que va dirigido. Por lo tanto, la reseña no debe carecer del rigor de los textos escritos en lenguajes especiales.

En teoría, la elaboración de una reseña no debería ser difícil, sobre todo cuando se trata de una obra que pertenece a algún género –novela histórica, policíaca, de fantasía, de ciencia ficción, etcétera–, pues los elementos a valorar están más o menos definidos; el reseñista, por lo tanto, debe evaluar, aunque no exclusivamente, esas convenciones. La labor se dificulta, tal vez, cuando se está ante una obra que soslaya los lineamientos establecidos, pues se deben sistematizar los procedimientos innovadores.

El trabajo del reseñista planteado de esta forma resulta mecánico, maniqueo e incluso hasta artificial; en el proceso, en realidad, se involucran muchos factores de diversa índole.

Por principio, reseñar una obra implica, por un lado, un criterio de selección y, por otro, el haberla comprendido tanto de forma global como en las partes que la componen, pues no es suficiente informar sobre la trama o contenido. Y sobre todo comprenderla cabalmente, es decir, en función de su propia poética, de su propuesta, ya que es práctica común evaluar con un mismo enfoque o con las mismas categorías conceptuales todas las obras, como si la diversidad no fuera una característica de la literatura. La historia literaria, de hecho, da cuenta de la mala recepción que han padecido algunas obras, incluso por parte de los especialistas, a causa precisamente de la limitación de los criterios.

Cualquier persona debería estar en condiciones de emitir un juicio sobre una lectura, pero sólo los profesionales deberían ser los más adecuados de enunciar un juicio certero en función de los conocimientos y métodos de la ciencia literaria. Hay “reseñistas” que sólo describen la trama, y hay reseñistas que se ocupan de los elementos estilísticos e ideológicos con los que se construye esa trama, dos aspectos relacionados pero diferentes. (Y aclaro que entre líneas no afirmo, ni mucho menos me circunscribo a esa postura esotérica que dice que la crítica es un “don”. Nada más absurdo que eso. La carencia de nuevos críticos no se debe a la ausencia de las musas, sino al sistema educativo malo del nivel básico al medio, y precario en el superior).

Al reseñista, entonces, se le ha definido como un escritor frustrado; concepción errónea, a pesar de que para algunos el reseñar libros sólo ha sido un camino transitorio. Un crítico de libros, en realidad, es un híbrido entre el creador y el divulgador; su función principal es la de informar, pero sus capacidades no se agotan ni limitan a esa actividad. El dominio del lenguaje, el uso de recursos retóricos y estilísticos, así como la capacidad metafórica para transmitir conceptos de algunos reseñistas revelan a verdaderos creadores en toda la extensión de la palabra. Aunque, si se reflexiona detenidamente, la capacidad creadora y la capacidad crítica no son dos facultades opuestas, sino complementarias de una actividad que tiene como núcleo al lenguaje y al pensamiento. No en balde los mejores escritores también son los mejores críticos, y siempre en los mejores críticos hay un potencial escritor. Por lo tanto, un crítico de libros debe tener una gran sensibilidad, es decir, conocimiento de diferentes propuestas estéticas –clásicas, vanguardistas, marginadas, etcétera– y capacidad de abstraer y conceptualizar apropiadamente los términos que están expresados de forma representativa en la obra. El crítico de libros debe tener una sólida formación que le permita entrar en un proceso de interlocución con la obra, que es el escritor mismo.

La supuesta inferioridad de la reseña con respecto a los textos que se clasifican propiamente como obras de crítica literaria, se deriva probablemente del hecho de que la reseña es una clase textual que responde a una situación comunicativa específica y su escritura se basa en el receptor –el lector común– al que va destinado; esto implica una adecuación de registro, contenido y lenguaje.

Si un reseñista tiene la habilidad de circunscribir el análisis de una obra de forma concisa en un espacio textual breve, tiene la capacidad de elaborar, entonces, un escrito más extenso, pues analizar no se relaciona en absoluto con el espacio textual de que se dispone.

La reseña se originó con el afán de informar, de dar noticia de las novedades y tal vez de privilegiar los productos de calidad en el vasto proceso de producción cultural. En el siglo XXI esa función no ha cambiado e incluso podría afirmarse que abarca un terreno más amplio que el de orientar al lector en su búsqueda de literatura pues, si se le considera como la primera trinchera que la obra debe conquistar, inaugura el camino de la crítica de más largo aliento. La reseña, entonces, de forma individual es un pacto entre un lector potencial y el reseñista, en el que el primero deposita su confianza en los criterios del segundo y, vista de forma global, es un indicador de la salud de la literatura de un país.

La reseña crítica está destinada al consumo inmediato, pero su vigencia siempre estará en función de su calidad. Desempeña un doble papel: uno a corto plazo, el de dar noticia de una novedad; otro a largo plazo, el de ser un documento hemerográfico susceptible de estudio, tanto para caracterizar a esta clase textual como para informar la forma cómo se recibió a una obra.

En tanto escrito, la reseña crítica tiene una caracterización textual propia, que los reseñistas poco atienden, ya por ignorancia, ya por olvido. Algunos investigadores proponen cuatro apartados: 1. introducción, 2. resumen expositivo, 3. comentario crítico y 4. conclusiones. Además de los marcadores lingüísticos que distinguen sus partes.

Seguir al pie de la letra una propuesta pedagógica podría dar como resultado una reseña bastante esquemática. Mi experiencia como lector de buenas reseñas me ha confirmado que puede soslayarse la estructura tradicional de esta clase textual, siempre y cuando el “método”, que el reseñista elija, abarque las partes y el todo, pues un verdadero reseñista siempre sabe cómo embestir al libro que tiene enfrente, y la reseña, en consecuencia, emerge como resultado de la comprensión de la esencia de la obra, término que abarca una dimensión más profunda que libro y está estrechamente relacionado con el concepto de cosmovisión.

La interacción del reseñista con el libro, precisamente, evidencia la dimensión axiológica de cualquier texto, a saber: las complejas relaciones entre la objetividad del texto y la subjetividad de la evaluación.

Propiciar una discusión seria sobre esta clase textual significa sacarla de su contexto mediático y reconocerle su valor en el circuito literario, por un lado; el conocimiento claro de sus partes, por otro, posibilita una mayor calidad.

La reseña crítica, finalmente, en México es bastante superficial, complaciente y aduladora, entre muchas otras razones, por temor a enemistarse con el autor, por temor a no ser favorecido con una beca o porque se cree que una reseña puede determinar el consumo de una obra. Estas razones reflejan la influencia poco favorable del establishment cultural en el desarrollo de la cultura de este país.

A la pregunta de cómo debería escribirse una reseña, un escritor respondió: “Como si fuera el mejor ensayo breve, con la contundencia de los cuentos memorables, con claridad y lucidez.”


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