sábado, 20 de marzo de 2010

Crítica y pseudo-crítica

20/Marzo/2010
Suplemento Laberinto
Heriberto Yépez

Las obras de arte son objetos y prácticas de las que no hay que esperar revelación divina alguna. Las obras hablan únicamente de lo social.

Una obra es un dispositivo interactivo para crear información.

Cualquier otra expectativa acerca del arte o la escritura deriva de la Biblia: creer que el libro o la imagen contiene una luz que causa éxtasis o pasmo.

Muchos críticos creen que su labor es anunciar gustos y disgustos. A mí me gusta recomendar compras de obras. Pero eso no me convierte en crítico. Crítica significa análisis, investigación.

Un crítico describe cuál es: la estructura de una obra; el proceso de su producción-recepción y los espacio-tiempos en que cobra sentido.

Cuando un crítico no sabe hacer esto, entonces, escribe textos en que enjuicia si ciertas obras son “buenas” o son “malas”.

En países pesimistas, tales jueces son populares debido a que justifican la apatía. Se les puede reconocer porque hacen fama de destrozar libros, cortina de humo para esconder que descuidan su trabajo: crear sentidos propios a partir de obras ajenas.

Un crítico es alguien que identifica estructuras. Y las estructuras —de una planta, perfume o pintura— no son buenas o malas.

(Cuando alguien no sabe decodificar publicita su opinión estética.)

¿No sería absurdo que un entomólogo firmara artículos en que aclarara que ciertos insectos le parecen feos?

Ese absurdo lo cometen a diarios nuestros pseudo-críticos.

Theodor Adorno decía que este tipo de comentario “recuerda siempre al gesto del que regatea, o el del especialista que discute la autenticidad de una pintura o la coloca entre las obras menores del maestro”. Reducir la obra a mercancía.

Analizar es dividir una estructura en partes —segmentar un proceso— y atribuir relaciones entre los elementos. Cuando el crítico no sabe separar y reacomodar, entonces, charla sobre sus gustos, del mismo modo que mi vecino me platica qué canciones le traen bonitos recuerdos.

Seamos claros. Nos gusta aquello con lo cual nos identificamos.

Cuando a alguien no le gusta un libro u obra de arte significa que no se le parece. Las preferencias estéticas son siempre egolatría escondida.

Los gustos de los críticos son puramente anecdóticos, asunto personal, ¡caracteriológico! Se entiende que sus textos presuman su personalidad. Pero lo medular es el análisis de la obra, es decir, su relación con ella.

La crítica es una ciencia especulativa para fabricar explicaciones inéditas. El crítico explica cómo está hecha una obra que él no hizo pero de la cual es parte.

La crítica es una de las mayores aventuras de nuestro tiempo. No hay que estropearla.

Ya lo dijo Borges: “Censurar y alabar son operaciones sentimentales que nada tienen que ver con la crítica”.

La verdadera crítica es una rama del anti-sentimentalismo.


1 comentario:

Anónimo dijo...

¿De dónde viene esa definición?