domingo, 14 de febrero de 2010

Siete autoras y sus entrañables novelas de amor

14/02/2010
Periódico Milenio
Mary Carmen Ambriz

¿Cuál es la novela de amor más entrañable? ¿Quiénes son los protagonistas de las historias de amor que disfrutan leer? ¿Por qué sienten predilección por esos héroes o heroínas? Siete escritoras hablan de cómo ha sido su encuentro (o desencuentro) con la literatura romántica. Cada una de ellas ha abordado el tema del amor (ya sea en el narrativa o en la poesía), y ahora dan su punto de vista como lectoras. Como podrá verse, algunas de ellas comparten la visión de Jorge Luis Borges cuando reflexiona en su poesía, “loado sea el amor en el que no hay poseedor ni poseída, pero los dos se entregan”.

Rosa Beltrán

Madame Bovary para mí sigue siendo la novela maestra de las historias de amor. Las escritas antes de ella (La Celestina, La nueva Eloísa, etcétera.) y las que vinieron después. Me interesan los personajes creados por Flaubert porque son auténticos, sin saberlo, y también auténticas parodias de sí mismos, aunque esto sólo lo sabe el lector; porque su nivel de cursilería (Emma, Leon), de mezquindad (Rodolphe), de pusilanimidad (Charles) no afecta la capacidad que tienen de conmovernos y de hacernos sentir que somos, en parte, cada uno de ellos.

Carmen Boullosa

La cartuja de Parma, de Stendhal, es sin duda mi predilecta. El amor que ella, la Sanseverina, siente por Fabricio, es para mí entrañable. Su generosidad, su inteligencia, y su ceguera: no se da cuenta de cómo la está usando Fabricio. Los dos personajes, por complejos, por stendhalianos, son mis protagonistas amorosos predilectos.

Ana Clavel

Antes de enero de 2010 habría mencionado otras novelas que son y no son novelas de amor, pero que igual me resultan entrañables: Rojo y negro, Lolita, Narciso y Goldmundo, Drácula, El maestro y Margarita, Rayuela. Sin embargo, con el año nuevo llegó a mis manos un ejemplar de El museo de la inocencia, de Orhan Pamuk, y quedé deslumbrada. Pensé que era como el tratado de Stendhal sobre el amor hecho novela. Se habla del fetichismo-coleccionismo como principio organizador y reparador de la existencia, del amor como veneno y suplicio, del amor salvajemente sexual, del amor como obsesión neurótica, y del amor como salvación y éxtasis. Además está el toque maestro de Pamuk para incluirse como escritor-narrador en la propia ficción al final de la historia. La novela misma como museo de la huella amorosa: la memoria. Entrañabilísima...

Margo Glantz

Victory, de Joseph Conrad. Porque los personajes están destinados de antemano a fracasar y su amor me produce, por ello mismo, una sensación dulzona de tragedia y añoranza.

Alicia García Bergua

No tengo una novela de amor favorita, pero me gusta mucho La montaña mágica, de Thomas Mann, y la extraña relación que se da entre Harns Carstop y Claudia Chauchat, la mujer rusa que siempre da portazos cuando entra al restaurante del hospital, una relación amorosa que ninguno de los personajes se da chance de vivir y que es muy de nuestra época porque la gente tiene quizá la idea de que su libertad es mayor y la vida es más larga, y pues no.

Mónica Lavín

Lo bello y lo triste, de Kawabata. La combinación de pasión y templanza, elegancia y silencio, duelo y reverencia de la relación de los amantes, alrededor de quienes los demás y sus destinos giran, me parece fascinante.

Margarita Peña

Bajo el volcán, de Malcolm Lowry. Aunque no es una novela de amor “stricto sensu”, sino una novela existencial, el amor es un elemento nodal, junto con el alcohol. Ejemplifica claramente un tipo de relación amorosa “ni contigo ni sin ti”: pasión y guerra, presencia y ausencia, el choque de contrarios y la fusión inevitable y deseada. El entorno a veces paradisiaco, a veces dantesco y karmático de Cuaunáhuac, se vuelve arte que rescata a la novela de un simple recuento de sordideces. Es a un tiempo grandiosa y tierna, desesperada y nostálgica. En cuanto a los personajes, Yvonne y el Cónsul están absolutamente enajenados en un amor que el alcoholismo, los conflictos y el mal fario vuelven imposible. Me gustan porque son personajes de tragedia griega: sin redención, como éstos, pero sin estridencias, totalmente humanos. Lowry, como Proust y Cervantes, en gran medida se autorretrataba, partía de su nutrida experiencia personal. Esta veracidad vuelve a Yvonne y el Cónsul (signados por la fatalidad), una de las grandes parejas de amantes de la literatura moderna.


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