sábado, 21 de noviembre de 2009

Contra la estética

2009-11-21
Suplemento Laberinto
Heriberto Yépez

Tal como funcionarios, policías y medios masivos se deslindan de la ética, la intelectualidad —espejo vendado de la política— recicla idéntica excusa.

Señalé un poema homofóbico en un sitio electrónico; la semana pasada, Alí Calderón respondió, defendiendo su derecho a publicarlo que: “vivimos una época en que la poesía no se censura ni está sujeta a ningún tipo de moral, a ningún valor o disvalor... La ética, creemos, no es un asunto de intencionalidad estética”.

En el resto de su réplica coincido —efectivamente, como las plazas de La Maestra, las plazas en la República de las Letras son hereditarias—; en la supuesta ajenidad de ética y estética discrepo.

Justino Fernández postulaba que la crítica es el intento de re-producir a un hombre (el artista) lo más fielmente posible a partir del análisis de su obra. Si por “hombre” incluimos su circunstancia, como pedía Ortega, la definición de Fernández es inmejorable.

Usaré esta definición para explicarme: la ética es el intento de construir un hombre vivo a partir de la crítica. La ética es la crítica hecha individuo.

Y si la ética es la crítica convertida en cuerpo, la ética es la meta de la poética. O, mejor dicho, de la etopoética: creación de nuevas formas de ser.

Solamente dentro de una etopoética tienen sentido el arte y la literatura. Fuera de ella son piruetas, mercadeos o adolescencias.

Cuando algo nos agrada se debe a que parece a nuestros valores.

No hay “belleza” o “técnica” puras. Todo es axiología: valores explícitos o secretos. No tiene sentido decir que lo estético es cosa aparte de lo ético: lo estético es lo ética que ha sido normalizada: ¡una ética ya caduca!

Cuando ya no parece ser una “ética” se le llama “estética”.

Lo que denominamos lo ‘estético’ no es más que una ética que ha perdido su filo pero que hoy seduce por estar compuesta de valores ya asimilados, “disfrutables”. Estética = ética pretérita.

Los valores de una época se vuelven los gustos de la siguiente. El estilo artístico dominante es siempre cachorro de un moralismo preexistente. Cuando una época encomia o desprecia algo, la venidera vuelve ese encomio o desprecio “arte”.

Cuando alguien clama la independencia de obras estéticas respecto de principios éticos no se percata que la supuesta autonomía de la estética deriva históricamente de un proyecto ético ya anacrónico. Al defender lo “estético en sí mismo” defiende una ética fosilizada.

El verso “Me gustas cuando callas porque estás como ausente” fue cima de cierta estética. Tuvieron que pasar varias décadas para que alguien se diera cuenta que Neruda estetizaba
aquella vetusta ética que indica: “calladita te ves más bonita”.

La ética es una serpiente que muda de piel. La ética periódicamente abandona su piel vieja. Ese cascajo es la estética.

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