sábado, 20 de mayo de 2017

Rulfo recargado Manual de procedimientos

20/Mayo/2017
El Cultural
Gerardo De la Cruz

Tiene razón la Fundación Juan Rulfo (FJR) cuando su presidente, el arquitecto Víctor Jiménez, afirma que hay mucho oportunismo en torno a la figura y la obra del autor de El Llano en llamas y Pedro Páramo. Es un verdadero problema éste de “esquivar el lucro político”, sobre todo cuando de la biografía de Rulfo se desprende una suerte de manual de procedimientos para responder ante escenarios de esta naturaleza.
Premios
En 1970 recibió el Premio Nacional de Letras, literalmente y sin reservas, de manos del desacreditado Gustavo Díaz Ordaz; pero ¿por qué “sin reservas”? Lo merecía, y el hecho de haber aceptado este reconocimiento no implicaba que respaldara la masacre de Tlatelolco, ni modificó un ápice el rechazo a Díaz Ordaz, juzgado y sentenciado por la opinión pública. Tampoco reaccionó de manera adversa cuando, apenas cinco años después de haberse reanudado las relaciones diplomáticas entre España y México, se le concedió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1983. ¿Debería hacerse una lectura política de este fallo? La pregunta y la respuesta son irrelevantes: la admiración internacional a la inconmensurable obra de Rulfo no ha requerido de avales, es un clásico moderno.
En el rubro de los homenajes, en 1980 todo el aparato cultural, por órdenes del presidente José López Portillo, se puso a su servicio para rendirle uno de los mayores tributos que haya recibido en vida cualquier escritor mexicano. Son famosas las imágenes donde López Portillo y Rulfo, prácticamente abrazados, contemplan desde el palco presidencial del Palacio de Bellas Artes el homenaje.
Atribuciones
El homenaje nacional de 1980 fue pródigo para los lectores insatisfechos de Rulfo. Ese mismo año sumó un nuevo título a su bibliografía perfecta, gracias a los buenos oficios de Vicente Rojo: El gallo de oro y otros textos para cine, presentado por Jorge Ayala Blanco, quien contó con la complicidad de Pablo Rulfo, Monsiváis y los cineastas Reynoso y Gámez. Una obra de Rulfo casi original. Casi, porque de los tres textos para cine, dos son transcripciones directas del audio del filme: “El despojo” y “La fórmula secreta”. En cuanto al relato que da título al libro, hoy la FJR nos informa cuáles eran las verdaderas intenciones del autor: “Rulfo no elaboró un guión sino una obra literaria con posibilidades de ser llevada al cine”. ¿De veras pensó él lo que piensa la Fundación que Rulfo pensaba sobre El gallo de oro: que formalmente era una novela breve? Otra pregunta irrelevante: lo importante es que, como resultado de una eficaz estrategia de mercado para conmemorar el centenario, la FJR la reeditó junto con otros relatos, conocidos e inéditos, la tradujeron al inglés y, noticia de última hora, aseguran que The Golden Cockerel & Other Writings es un éxito de ventas en Estados Unidos.
En cambio, sí es relevante cómo reaccionó Rulfo en 1984 cuando la editorial Grijalbo, bajo la dirección de Rogelio Carvajal, le endosó el título de compilador en Para cuando yo me ausente, una colección de ensayos críticos ¡sobre su propia obra! Más aún, le endilgaba la redacción de una “Advertencia” que explicaba el propósito didáctico de esta especie de auto-homenaje. Rulfo rechazó la autoría de la compilación y del texto de presentación; no obstante, concedió haber facilitado material para la selección de textos (Proceso, 3-III-1984). Para él, el incidente era un fraude comercial; Grijalbo lo vio como un fracaso comercial: sin la firma del autor de Pedro Páramo, no tenía caso reeditar, y así concluyeron sus relaciones.
Rulfo abultado
Visto lo visto, el proceder de la Fundación choca con las pautas rulfianas. Pero los manuales de procedimientos son dinámicos, la familia no tiene por qué perpetuar lo que en vida consintió el autor, aunque eso sí, debe ceñirse al marco normativo, la legislación autoral. Es obligación suya, y por ende de la Fundación, no atribuirle obras que nunca firmó, como Retales (Terracota, 2008).
En su afán por abultar una bibliografía que no requiere de añadiduras, a Los cuadernos de Juan Rulfo (1995) y las Cartas a Clara (2000; 2012), creaciones indubitables de Juan Rulfo, la Fundación agregó en 2008 la compilación Retales, equivalente póstumo a Para cuando yo me ausente. Los investigadores Alberto Vital y Sonia Peña reunieron las diecisiete contribuciones de Rulfo para la revista El Cuento en su sección “Retales” (1964-1966), donde compartía textos breves de diversos autores, principalmente literarios; los organizaron, los cotejaron, los anotaron, los presentaron en forma de libro y, en vez de publicarlo como lo que es, un trabajo de investigación a partir de esta especie de columna, se la endilgaron a Juan Rulfo en calidad de compilador, prologados por Jiménez, que está en todo. Lo cierto es que este es un conjunto singular de textos notables, arbitrario, dispar, sin cuerpo, sin la cohesión que ofrece, por ejemplo, Edmundo Valadés en El libro de la imaginación, o la canónica Antología del cuento fantástico. Eso porque obtuvieron un libro de donde no había tal cosa. ¿Habría pasado el severo filtro de su autocrítica? Como en 1984, el escritor aportó los textos, pero la compilación es obra de los investigadores. Quizá Retales no tiene mayor intención que presentarnos al Rulfo lector, curioso, voraz, refinado y no hay que rasgarse las vestiduras; pero no es necesario dar gato por liebre. Y vuelvo a la relevancia: no importa, a fin de cuento ni la obra ni el personaje requieren el aval de la crítica, de su propia Fundación y menos de las instituciones. Por eso autores como Rulfo son clásicos.

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