domingo, 30 de abril de 2017

Rodolfo Walsh: un fusilado que vive (60 años de Operación masacre)

30/Abril/2017
Jornada Semanal
Farouk Caballero

Rodolfo Walsh nació el 9 de enero de 1927 en la provincia argentina de Río Negro. Allí, su ascendencia irlandesa se mezcló con los límites de La Patagonia, de La Pampa y de Buenos Aires, adonde llegó en 1941 para cursar estudios de secundaria. En esa primera mitad del siglo xx, los apellidos argentinos como Borges y Cortázar supieron hacerse referentes de la literatura universal para que la generación naciente aprovechara esos pilares y se abriera nuevos caminos al fusionar la exquisitez de las formas literarias con la dureza que requiere el periodismo.
La tormenta de violencia que se posó sobre Argentina en manos de militares en el poder, motivó a un grupo valioso de intelectuales a asumir su rol sin vacilaciones. Entre ellos destacaron Miguel Bonasso, Paco Urondo, Juan Gelman y Rodolfo Walsh, quienes crearían el diario Noticias, con el objetivo de desmentir las versiones oficiales y combatir la censura. Noticias fue una vertiente periodística e ideológica de los Montoneros y sólo funcionó entre 1973 y 1974, año este último en el que murió el líder histórico argentino Juan Domingo Perón. Rodolfo Walsh escribió, aún en Noticias, la nota necrológica por el fallecimiento de Perón: “dolor. El general Perón, figura central de la política argentina en los últimos 30 años, murió ayer a las 13.15. En la conciencia de millones de hombres y mujeres la noticia tardará en volverse tolerable. Más allá del fragor de la lucha política que lo envolvió, la Argentina llora a un líder excepcional.”
Perón marcó la vida de Rodolfo Walsh y por supuesto su obra. Su compromiso político tenía una afinidad con el peronismo, pero una diferencia radical con el líder político: a Rodolfo Walsh le gustaba un peronismo sin Perón. Él afirmaba que el peronismo estaba del lado de la clase trabajadora, clase a la que pertenecía su familia y por la que él iba a ofrendar su vida. A la par, Eva Perón, quizá la figura femenina más enigmática de Argentina en toda su historia, lo motivó a escribir su mejor cuento: “Esa mujer”. Walsh, sabueso de pura cepa, sintió un éxtasis al enterarse del secuestro del cadáver de Evita. Investigó a fondo y construyó un excelente relato estrictamente literario sobre el derrotero del cadáver. De ese texto proviene esta imagen: “Esa mujer estaba desnuda. Una diosa, y desnuda, y muerta. Con toda la muerte al aire.”

A seis décadas de Operación masacre
Muchos géneros literarios se entrecruzan en la labor de escritura de Rodolfo Walsh. Su puntería escritural se hizo infalible en el proceso de maduración. Fue editor, traductor, escritor, compilador, criptógrafo y, sobre todo, apasionado lector. Walsh dio sus primeras brazadas en las aguas literarias en 1953, cuando publicó su libro de cuentos Variaciones en rojo. A este texto lo siguieron, dentro del mismo género literario, Los oficios terrestres (1965), Un kilo de oro (1967) y Un oscuro día de justicia (1973).
El ritmo de los relatos policiales le hizo desarrollar su mano, pero como todo en los grandes autores, le llevó tiempo. Por eso, afirma: “En la hipótesis de seguir escribiendo, lo que más necesito es una cuota generosa de tiempo. Soy lento, he tardado quince años en pasar del mero nacionalismo a la izquierda; lustros en aprender a armar un cuento, a sentir la respiración de un texto; sé que me falta mucho para poder decir instantáneamente lo que quiero, en su forma óptima; pienso que la literatura es, entre otras cosas, un avance laborioso a través de la propia estupidez.”
Dentro de sus textos, Operación masacre (1957) es, a mi juicio, su mayor logro. Allí mezcló la tensión y el suspenso de la novela policíaca con la agilidad de la narrativa fantástica y la veracidad de una historia real: unos fusilados que hablan. Tres momentos verídicos hicieron que Walsh decidiera experimentar con este tipo de periodismo narrativo. El primero fue el instante en el que escuchó a un hombre agonizar del otro lado de su ventana: “Tampoco olvido que, pegado a la persiana, oí morir a un conscripto en la calle y ese hombre no dijo: ‘Viva la patria’, sino que dijo: ‘No me dejen solo, hijos de puta’.” El segundo es justamente la frase con la que transcribe ese momento en el que la violencia lo atrapó: “La violencia me ha salpicado las paredes.” Y el tercero es esa sensación de intranquilidad que siente todo periodista comprometido con el oficio cuando encuentra una pista de una historia que merece la pena investigarse, escribirse y publicarse: “Hay un fusilado que vive.”
Así se gesta Operación masacre y, a sesenta años de su publicación, merece que se le haga justicia, al menos en lo que respecta a su valor dentro del universo del periodismo literario. Por lo tanto, todo periodista que desee conocer un manual para adelantar una investigación tiene una cátedra escrita en Operación masacre. En sus líneas está el cómo debe investigarse, el cómo debe escribirse y las normas que deben seguirse para trabajar dentro de los límites de la libertad de prensa. De igual forma, la narrativa de Walsh se distingue porque vence la urgencia de la noticia y se decanta por escribir una historia de largo aliento, con diversas entregas, y con un estilo que toma prestado de la prosa literaria de cuentos y novelas, pero que tiene relación fiel con los hechos que denuncia.
Lo anterior es una característica principal de lo que se promocionó en Estados Unidos como new journalism (nuevo periodismo) y que tuvo en A sangre fría (1966), de Truman Capote, su referente fundacional. Claramente la voz inglesa new journalism no sintonizaba con el trabajo de Rodolfo Walsh, quien una década atrás había publicado, en español, su Operación masacre, con un valor que brilla por ausencia en la pluma de Capote: el compromiso político. El new journalism se destaca por la agilidad de su prosa, por los recursos narrativos y por el placer que produce en el lector. Todo eso lo tiene la prosa de Walsh, quien suma un atenuante significativo: construye una trama de denuncia sin perder el valor estético literario. Es por esto que su compañero de luchas, Miguel Bonasso, es enfático al precisar que “Rodolfo Walsh es el creador de la non-fiction”.
Aunque, a decir verdad, Walsh no hace nuevo periodismo en el sentido estricto del concepto, porque ese tipo de periodismo anglosajón se ufana de implementar los recursos literarios narrativos en historias que no requieren el paso por la ficción, pero no se compromete. Es decir, no hay una denuncia contra el poder, como sí la hay en Walsh. Rodolfo Walsh es fundacional para el periodismo narrativo escrito en español que, sin renunciar a una estética literaria que genera gozo en el lector, es capaz de enfrentar a los poderosos y desenmascararlos. Con ese mismo estilo documental y testimonial escribió ¿Quién mató a Rosendo? (1969) y Caso Satanowsky (1973).

Cuarenta años de la “Carta abierta” y memoria de Rodolfo Walsh
Su compromiso político no se separó jamás de su labor de escritura. Walsh fue un militante de tiempo completo y animador de la Revolución cubana, donde trabajó cerca de Jorge Ricardo Ma-setti, Gabriel García Márquez y Plinio Apuleyo Mendoza, con quienes conformó el equipo de Prensa Latina bajo las órdenes de Fidel Castro y el Che Guevara. De su trabajo en La Habana merece la pena reseñar que, al vincularse con la inteligencia revolucionaria, logró descifrar un mensaje encriptado de la cia, en el cual se planeaba, vía Guatemala, la emblemática invasión de Bahía Cochinos (Playa Girón) en 1961. Esta valiosa información le permitió a las fuerzas revolucionarias anticiparse al enemigo y obtener una victoria con armas que inició por el rigor investigativo de Rodolfo Walsh, quien sin saber de criptografía se dejó llevar por su infatigable curiosidad y de forma autodidacta develó el mensaje oculto.
Walsh volvió a Argentina para continuar su lucha. Ante la censura de prensa creó la Agencia de Noticias Clandestina (ancla) en 1974. El espíritu de Noticias se extendió a esta agencia, que se alzó como una voz popular ante el silencio que la bota militar imponía con terrorismo de Estado. Continuó su trabajo y a sus cincuenta años cumplidos decidió publicar, el 24 de marzo de 1977 y por el primer aniversario del golpe militar, la “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar”. En ella desafió al régimen con palabras, lo señaló por sus aberrantes atrocidades e ilustró la militancia política como condición fundamental del periodista comprometido. Walsh es contundente al mencionar que la guerra de guerrillas jamás se extinguirá, porque “aún si mataran al último guerrillero no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas”.
Justo un día después de publicada la “Carta abierta”, Walsh fue masacrado en el barrio San Cristóbal de Buenos Aires. Debía verse con un antiguo compañero de lucha en la esquina donde la avenida San Juan choca con la avenida Entre Ríos. Walsh llegó y enfrentó a la muerte, que no lo tomó desprevenido. Con su pequeña arma calibre 22 opuso resistencia o invitó a que lo acribillaran, tal vez para no ser capturado y torturado. Así murió, de la misma forma que su hija María Victoria Walsh, quien se disparó antes de caer en manos de la Junta Militar.
En esa esquina bonaerense, que fue el escenario de su muerte, inicia la salvaguarda de su memoria. Todos los pasajeros del Subte de Buenos Aires que toman la línea e saben que bajo el cruce de avenidas de esa esquina queda la estación “Entre Ríos-Rodolfo Walsh”. Quien se baje en esa estación, sale y se encuentra de frente con la sede del Banco de la Nación Argentina, en cuya fachada está una placa conmemorativa que pusieron los vecinos del barrio y que reza: “a rodolfo walsh. secuestrado en estas calles y a nuestros compañeros detenidos-desaparecidos por la dictadura militar. ¡presente! vecinos de san cristóbal 10-12-02.” Walsh nos enseñó que las letras perduran más que las balas. Los herederos de su memoria son miles en todo el continente y mantendrán por siempre vivas sus enseñanzas, porque Rodolfo Walsh vive en cada relectura de sus obras. Vive en cada lucha popular. Vive en cada escritor comprometido. Vive en cada periodista que investiga y escribe con la misma pasión. Vive en la memoria de la narrativa latinoamericana. Vive en las Facultades de Periodismo, de Comunicación, de Escritura y de Literatura, donde el violento oficio de escribir rige la labor informativa y crítica de nuestra realidad 

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