sábado, 13 de septiembre de 2014

Tras el fantasma de Bioy

13/Septiembre/2014
Laberinto
Marcos Daniel Aguilar

En este año de centenarios se ve a lo lejos la obra y la vida de Adolfo Bioy Casares, quien nació el 15 de septiembre de 1914. Contemporáneo de Julio Cortázar, fue el gran amigo de Jorge Luis Borges, con quien estableció un diálogo literario. Se conocieron en casa de Victoria y Silvina Ocampo en 1932 y desde entonces se volvieron inseparables: comían juntos, compartían lecturas, intereses, aventuras intelectuales como aquella que dio origen a los libros Seis problemas para don Isidro Parodi (1943) y Un modelo para la muerte (1946), acreditados, respectivamente, a dos autores inventados por ellos mismos: H. Bustos Domecq y Benito Suárez Lynch.

La obra de Bioy Casares es un referente ineludible de la literatura fantástica en lengua española, lo mismo en la novela que en el cuento y el ensayo, como comentan cuatro escritores familiarizados con ese mundo literario: los mexicanos Margo Glantz y Alberto Chimal, la ensayista uruguaya Lisa Block de Behar, y el narrador peruano Fernando Iwasaki.
La unidad multiplicada
En la primera escena del relato “Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius”, de Jorge Luis Borges, el narrador intuye un hecho trágico cuando se ve reflejado en un espejo y menciona los efectos de la cópula: la multiplicación del ser humano. Se lo dice a un Adolfo Bioy Casares que Borges introduce como personaje. Con una idea proveniente de la filosofía de Arthur Schopenhauer, el autor de Ficciones pensaba que le satisfacía anularse como individuo.

De la misma manera, quería anular su literatura, diciendo que no había creado nada, solo repetido lo que otros ya habían hecho en el pasado. ¿Será que Borges utilizó a Bioy para anularse y éste a Borges para multiplicarse?, ¿dar vida a un individuo a partir de dos al crear a un único escritor irreal pero verosímil? Alberto Chimal piensa que “ellos hacían juntos una especie de autor compuesto; Biorges le llamaban algunas personas, ya que no se sabía dónde empezaba la literatura de uno y dónde la del otro. Borges brindaba la erudición y el sentido acucioso en la invención de referencias, mientras que Bioy le ponía el humor”.

Esta unidad armoniosa resulta inquietante pues hablamos de dos de los mejores escritores en español del siglo XX. “El famoso Biorges al que Emir Rodríguez Monegal otorgara un estatuto civil, además de literario, resulta de esas licencias telescópicas que habilita el léxico cuando autoriza la composición de una palabra que se introduce en otra. Sin embargo, en este caso da vida a una entidad humorística creada por ambos, combinando nombres que no son apócrifos, ya que proceden de una genealogía que ambos reivindican para jugar a apropiarse de nombres que les son propios desde el origen. Otra parodia que medra con las parodias de Isidro Parodi o las Crónicas de Bustos Domecq, diversiones literarias que consolidaron la amistad entre Borges y Bioy”, dice Lisa Block de Behar sobre el trabajo en conjunto de dos de los autores que analizó en su libro En clave de be. Borges, Bioy, Blanqui y las leyendas del nombre (Siglo XXI). Por su parte, Margo Glantz afirma que Borges y Bioy compartieron temas, digamos la multiplicación de las realidades. Ellos mismos se multiplicaron en otra realidad, en forma de un tercer autor.

El tema de la multiplicación, dice Margo Glantz, aparece con claridad en la novela Plan de evasión de Bioy Casares, cuyo protagonista crea un mundo paralelo mediante las matemáticas. Sin embargo, aunque con dinámicas parecidas, Bioy y Borges se diferenciaron también en la manera de concebir ideas y sentimientos. Pensemos, por ejemplo, en el amor. “Borges vivió mal el amor, pero Bioy Casares, sin meterme en su vida privada, fue famoso por sus aventuras amorosas. La Faustine de La invención de Morel es una imagen, no una mujer, es un fantasma, y Morel está enamorado de esa otra realidad que no puede poseer. Borges se refirió al amor, pero esquivándolo”.

A pesar de diferencias y semejanzas, Fernando Iwasaki cree que “Borges y Bioy fueron como Lennon y McCartney: dos creadores maravillosos tanto juntos como en solitario”.
Teórico de lo fantástico
Adolfo Bioy Casares fue un lector voraz, y no solo en el ámbito de la creación: conoció filosofías y tratados estéticos que proyectó en sus ensayos. Como dice Iwasaki, Bioy fue un autor culto y lector exquisito que dialogó a través de sus libros con H. G. Wells, Chesterton, Kafka, Poe, Cervantes, Henry James. “Colocó a la literatura argentina en el torrente de la literatura universal”. Esto se hace evidente en sus textos sobre los ensayistas ingleses, los poetas del Siglo de Oro español o la idiosincrasia argentina vista a través del mundo gauchesco.

Su erudición trasminó hacia sus ficciones y, como dice Block de Behar: “los personajes de Bioy discuten sobre tópicos filosóficos; por ejemplo, sobre la ‘verdad’, si es absoluta o relativa, sobre las contradictorias incertidumbres de la ciencia o las certezas de la ficción, sobre la irradiación sensorial de las imágenes o la eficacia lógica de comparaciones de las que la invención literaria se vale (‘Recuerdo de las sierras’)”.

Alberto Chimal recuerda que fue él quien prologó la famosa Antología de la literatura fantástica (1940) que produjo al lado de Borges y Silvina Ocampo: “Bioy pone a la literatura fantástica fuera de los géneros y fuera de los límites estrechos en que antes estaba. Aún en el siglo XXI, la gente sigue creyendo que la literatura fantástica está hecha de magos con varitas mágicas. Pero Bioy ya sabía —desde 1940— que la literatura fantástica va más allá de las etiquetas de género. Lo mejor de la literatura latinoamericana no entra en esas categorías, y Bioy Casares lo prefigura en ese prólogo”.
Lo fantasmal en lo cotidiano 
Guirnaldas con amores, publicado en 1959, es una serie de relatos en los cuales los celos, el deseo sexual y el capricho amoroso no dejan de perturbar al escritor argentino. No halla una explicación a estos sentimientos. Bioy intenta comprenderlos mediante personajes muertos que quieren vivir en los sueños de otros, o enfermedades mentales que crean imágenes que un individuo puede ver.

El narrador introduce la fantasía para explicar o corromper la cotidianidad. Al respecto, Chimal cree que Bioy Casares instaló sus ficciones en la vida social de Buenos Aires, ya que sus personajes hablan con términos provenientes de la idiosincrasia porteña. “Hay una especie de descolocamiento, de extrañeza ante las cosas. Los personajes están siempre desconcertados y superados por sus circunstancias y esa es la mejor lección que tiene la imaginación de Bioy. Puede así describir los momentos de certidumbre, pero también aquellos en los que no entiende lo que está pasando”.

Sobre lo cotidiano explicado por medio del pensamiento fantástico, Block de Behar asegura que, con ironía, Bioy Casares fracturó la lógica discursiva filtrando susurros fantasmales que alteran la normalidad: los personajes se fugan a un espacio impreciso con aventuras de vida y muerte. Para Margo Glantz, el escritor argentino creaba ficciones tomando en cuenta sus lecturas sobre metafísica y filosofía, disciplinas que consideraba parte de la literatura fantástica. Glantz reconoce que Bioy se divertía creando artificios literarios, construyendo una realidad aparente que se alejaba de la que experimentaban el autor y su tiempo. Fernando Iwasaki sostiene que Bioy Casares se formó en una tradición de literatura fantástica: lo que sería extraño es que en su vida cotidiana “no existieran lo fantástico y lo sobrenatural”.
El más allá sospechoso
La invención de Morel es una de las grandes novelas del siglo XX, así de simple y así de contundente. Es una novela en donde se juntan todas las preocupaciones de Bioy. Ahí está la imaginación de lo fantástico, que es lo más visible, pero también el amor, el deseo, la política, las divisiones entre clases sociales, la mirada del exiliado”, afirma Alberto Chimal.

Margo Glantz, por su parte, dice que esta novela es una de las obras más interesantes del siglo XX. Escrita como novela policiaca, contiene más de un misterio. No se sabe por qué Morel es perseguido, y por qué tiene que refugiarse en una isla “poblada en apariencia. Ahí solo hay edificios vacíos y Morel debe proyectar imágenes sobre esos edificios”—como si fuera una proyección cinematográfica—. “Morel crea una ficción que mantiene vivos a los personajes. Ya que es perseguido, busca caminos de salvación y lo que encuentra es una pérdida total en la esclavitud del amor porque se enamora de Faustine. A partir de ello se establece un tipo de relación con la literatura pastoril, con la literatura fantástica. La Arcadia es la literatura fantástica porque ella misma es la invención. Bioy crea una isla de amor, que es una evasión, un mundo paralelo”.

Para Lisa Block, La invención de Morel “plantea una situación que podría remitir a las variaciones estéticas de la ancestral alegoría de las cavernas platónicas y que prolonga a las más recientes invenciones con que el cine las actualiza en el milagro mecánico de imágenes en movimiento. El nombre del protagonista, como en otros casos, cifra la saga de una épica que incluye al doctor Moreau en su isla, a la Morella de quien Edgar Allan Poe celebra una erudición notable o, pasados los años, a ese ‘moralista Morelli’, a un proustiano Morel o, no descarto, aunque las fechas denuncien un anacronismo, a Hitler, también Morel, también doctor”.
La condición faústica
Una de las constantes en la literatura de Bioy es la figura del Fausto. Le atraía imaginar científicos siniestros que provocan dolor o prometen la inmortalidad. En libros como Plan de evasión, Dormir al sol o La trama celeste, Bioy da vida a científicos capaces de controlar y modificar un orden natural, un orden genético: pueden traspasar almas de un objeto a otro, crear robots o mujeres que no existen. En Faustine, la condición femenina de su naturaleza fáustica no disminuye la falsedad a la que alude su propio nombre. En ‘Las vísperas de Fausto’ o en ‘Moscas y arañas’, hay personajes que se introducen en la mente del otro para chuparles la vida, evitando así el final de ésta... O eternos seductores buscando el deseo y reflexionando sobre el amor propio.

¿Un legado en el olvido?
A 100 años de su nacimiento, parece que no habrá muchos homenajes al autor de El sueño de los héroes, como tampoco fue recordado cuando se cumplieron diez años de su muerte en 2009. ¿Cuál es el legado de este porteño fantástico; por qué se le tiene en el olvido, como si viviera bajo la sombra de Borges? Alberto Chimal piensa que “no es considerado tan bien como se debería. Aún falta por analizar lo que tiene de diferente en relación con Borges. Es inevitable que se mencione a uno al hablar del otro, porque de cierto modo Bioy fue discípulo de Borges, pero no su clon”.

Margo Glantz cree que no se le ha hecho justicia porque estaba muy relacionado con el autor de Historia de la eternidad, “Bioy era un gran escritor, pero Borges era la gran figura de la literatura latinoamericana que cambió la forma de escribir en español. No podemos decir que Bioy revolucionara el idioma. Hizo cuentos y novelas notables, al igual que Cortázar, pero Borges lo sobrepasa”. Fernando Iwasaki tiene la impresión de que su obra es importante porque nunca estuvo sometida a las modas o ismos vigentes. “Todo lo contrario, disfrutó de una enorme libertad por el hecho de que nadie esperaba políticamente nada de él. Hoy podemos releer a Bioy Casares y comprobar que aquella libertad mantiene la frescura y la osadía”. Lisa Block, quien conoció a Bioy, observa que hacía gala de un registro humorístico que relativizaba la importancia de sus dichos, de una conversación que convertía a quien lo escuchaba en un cómplice espontáneo de su generosa referencia. “Sabía vivir y contar su sabiduría”.




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