sábado, 30 de agosto de 2014

LA CRACKIFICACION

30/Agosto/2014
Laberinto
Heriberto Yépez

Entre los narradores mexicanos nacidos a partir de los años setenta se busca lo post-norteño. La literatura del norte es aquello con lo que se desea “romper”, ya que cambió temáticas, estilísticas, formas y sujetos que terminaron siendo indeseables por poner en riesgo la identidad del escritor mexicano tradicional.

Los nuevos narradores mexicanos desean romper con la literatura del norte. ¿Y qué se desea continuar? El Crack.
El Crack no tuvo obras maestras —libros que exploran un aspecto desconocido de la forma o el hombre— pero sí éxitos: En busca de Klingsor de Volpi y una larga lista de obras menores (en el buen sentido de la expresión y, a veces, en el intento fallido de alcanzar más lectores).

Pero su mayor legado no son sus libros sino su forma de concebir la literatura: lo post-boómico profesional sin tensión con el mercado o la forma canónica mexicana (la literatura revolucionaria… institucional).

El Crack más bien se caracterizó por facturar obras literarias que dicen romper con lo nacional pero curiosamente terminan representándolo. De nuevo, Volpi es la mejor encarnación de esta paradoja.

Si revisamos su trayectoria, el Crack ha mantenido una política literaria conservadora, sin entrar en conflicto con el campo literario o el gobierno en turno.

Se anunciaron como una ruptura pero en lo literario más bien fueron un aeropuerto internacional entre una literatura mexicana y otra literatura mexicana.

En el paso de un siglo a otro, Carlos Fuentes se convirtió en el escritor que cumplió los manifiestos del Crack; y el Crack manifestó querer convertirse en Carlos Fuentes.

¿Entonces fue ruptura con qué? Quizá con la Onda o Fadanelli —que fueron mayor ruptura— pero no con el canon.

Fuentes y el Crack deben verse como dos variantes de un mismo tipo de literato mexicano tradicional, que no es ni virtud ni defecto sino, simplemente, lo “respetable” y, en este estado de cosas, lo “prudente”.

Si miramos sus resultados, el Crack fue exitoso. Son referencia internacional; tienen un buen número de títulos entre sus miembros y dejaron una forma de pensar la prosa y un estatus intelectual y presencia que los escritores mexicanos posteriores desean.

Externamente, la clave del Crack fue ser una novedad sin ser una ruptura con los valores del mercado (real y posible); internamente, su clave fue proveer de estabilidad al sistema.

Entre los narradores nacidos en los años setenta u ochenta, entonces, nadie habla hoy de querer ser post-Crack; al contrario, su secreto es querer repetir el perfil del Crack, con una innovación: tener a Krauze más de su lado.

Algunos nombres se han propuesto para escritores setenteros y ochenteros (a quienes, por cierto, ya les llegó su hora o, mejor dicho, parece que ya se les pasó).
Pero propondré otro: los Crackificados.

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