La condición inaprensible de las sensaciones, la simbología del roce, el aliento y el contacto aportaron a su poesía una connotación anhelante que lo emparienta con la sensibilidad de Nostalgia de la muerte, pero que tensiona más aún sus metáforas para gozar de la dicha que cada estrofa constituye, en un sentido que lima el entendimiento dejando su huella en el imaginario colectivo:
Ven a morar en mí, acércate a mi duelo
bajo mis brazos fatigados
y el callado rumor que nos desciñe;
vuelca tu aliento estremecido,
el dolido perfume de tu cuerpo,
desnuda, sola rosa aérea,
flor que en la sábana deshiela
mas no se rompe y sí naufraga
en la isla frutal de nuestro lecho.12
La fugacidad de la caricia es evocada por la significación que sugiere, también por la distancia que permite vislumbrar el silencio reflexivo en que se sumerge el poema: arde la emoción, sí, pero no claudica a su afán de satisfacer al pensamiento con el rumor de una idea común a la poesía de todos los tiempos: la avidez de los sentidos es una prueba de la inminencia de la muerte. Paz le escribe a Chumacero en aquella carta de 1949: “Todo poeta, si lo es de verdad, es un hombre que cada vez que escribe se plantea auténticamente vida y muerte de manera concreta y personal”.13 Leamos la culminación de ese doliente canto erótico que es “Amor entre ruinas” para encontrar el vivo temblor de la existencia:
Vivo bajo la piel
y soy la sombra sólida que contra el sueño lucha:
respiro inconsolado reposando
en tus labios los míos temblorosos,
agonizante entre tus manos
como un náufrago o ala sin espacio,
dejando inmóvil mi desnudo
tal un sonido amargo de sílabas deshechas,
y soy un balbuceo,
un aroma caído entre tus piernas rocas:
soy un eco.14
El vacío que se percibe en el poema se traduce en un anhelo que finalmente es recogido, interpretado y reconstruido por el intelecto: más que piel, tacto y desgarradura, su evocación posterga y amplía el sentir que se anticipa a la experiencia, con un apetito que goza y se deleita en el reconocimiento de su propia finitud, pero que paradójicamente, acepta que “el reino de la dicha sólo sea / tocar, oír, oler, gustar y ver / el despeño de la esperanza”.
ALÍ CHUMACERO DESCRIBIÓ la sensibilidad de Villaurrutia en un juicio que bien puede aplicarse a su propio quehacer poético:
un poeta singularmente entregado a erigir la elegía de un mundo cuya aprehensión se halla a la mano, y en el cual es posible comprobar secretos significados, extraños testimonios y posiciones imprevistas. Es un ir más allá de lo que los sentidos perciben y captar con la palabra el hálito de la materia, con intenciones de petrificar lo que se evapora, cumpliendo de ese modo una tarea inevitable de toda poesía.15
Esta necesidad lo llevó a pretender que una pieza verbal pudiera fijar las variantes del mundo sensible y afectivo: ¿acaso un símbolo no es algo petrificado en su pureza evocativa? Hölderlin16 clamaba porque le fuera concedido alcanzar “el poema” para “por una vez” haber “vivido como un dios”. La fatalidad poética consiste en oponer la perfección formal del poema a la fallida condición del mundo, pero en su arrojo, el poeta comprende que su palabra, al fin, es un simple eco, una estela “que se apaga en el silencio”.


Notas
1 Richard Ellmann, Yeats: The Man and the Masks, W. W. Norton, New York, 1979, p. 118.
2 Octavio Paz, Generaciones y semblanzas. Obras completas, Vol. 4, Fondo de Cultura Económica, México, 1996, p. 289.
3 Alí Chumacero, Poesía, Fondo de Cultura Económica, México, 2008, p. 100.
4 Ibid., p. 53.
5 Paul Ricœur, Teoría de la interpretación. Discurso y excedente de sentido, Siglo XXI, México, 2006, p. 78.
6 Chumacero, op. cit., pp. 138-139.
7 Ricœur, op. cit., p. 78.
8 Chumacero, op. cit., pp. 138-139.
9 Citado en Alí Chumacero, “Acerca del poeta y su mundo”, Alí Chumacero de bolsillo, Gobierno del Estado de Nayarit. Universidad de Guadalajara, México, 1990, p. 82.
10 Ibid., p. 120.
11 Ibid., p. 121.
12 Chumacero, Poesíaop. cit., pp. 104-106.
13 Paz, op. cit., p. 291.
14 Chumacero, Poesía, op. cit., pp. 105-106.
15 Chumacero, Alí Chumacero de bolsillo, op. cit., p. 124.
16 Friedrich Hölderlin, Poemas, traducción de Luis Cernuda, Visor, Madrid, 1985, p. 35.