domingo, 13 de abril de 2014

EL PERIODO POST-PACEANO

13/Abril/2014
Laberinto
Heriberto Yépez

Llamo periodo post-paceano al ocurrido entre la muerte y el centenario de Octavio Paz (1998-2014). 

¿Cuáles son sus rasgos?

El periodo tiene la forma de la pérdida del líder de la “República de las Letras” y el intento de sostener el poder heredado.

Su núcleo fue dirigido por Enrique Krauze en Letras Libres, que fabricó a los nuevos representantes del periodo.

Pero una parte de las “promesas” iniciales se deslindó a mitad del camino. Letras Libres no logró la cohesión de Plural o Vuelta. Los índices de la revista documentan bajas y fugas.

El periodo post-paceano no logró generar un sucesor. Krauze no tendrá a nadie importante a quien pasar estafeta.

El árbol de la “tradición” se secó.

Fuera de los paceanos, Juan Villoro ha sido perfilado como sucesor.

Pero no cumple con todo el perfil que ese “gran” intelectual “nacional” adquirió en el siglo XX:

1) ser un hombre de ideas; 
2) un varón afín a la clase en el poder político y económico; 
3) ser un intelectual de derecha (discreta); 
4) poder ser usado mediáticamente para representar al Espíritu Mexicano y 
5) conducir a una mafia cultural a una sumisión similar.

El sistema no logró reproducirse.

En el mejor de los casos, el periodo post-paceano será una transición a un nuevo modelo de legitimación cultural para el capitalismo oficialmente post-nacional.

¿Palabra clave (residual) del periodo post-paceano? “Liberal”. 

En México ningún intelectual puede decirse “neoliberal”, “capitalista”, “derechista” o “conservador”.

La derecha intelectual, entonces, se llamó a sí misma “liberal”. En realidad, “liberal” quiere decir a favor del capitalismo y en contra de revueltas populares.

La época post-paceana quedó atrapada entre el “liberalismo” —derechismo que no puede decir su nombre— y el “relajo” como inquietud nihilista, “irónica”.

El periodo post-paceano se definió porque escritores, artistas (y académicos) de primera, segunda y tercera fila evitaron ser identificados con lo político —ya sea con el gobierno que los protegió o con las muchas luchas populares de esos años— para no verse afectados.

Al final, incluso “liberal” fue inconfesable y los más derechistas escribían que no eran siquiera “liberales”.

La realidad fue que casi todos los intelectuales “relevantes” post-paceanos fueron neoconservadores (y todavía no se dan cuenta).

Cometieron el error de extender tanto el modelo de Paz —ser derecha de clóset— que la derecha ya no los identificó como suyos.

Tal como no lograron crear una figura comparable a Paz tampoco lograron aunque fuese un libro que rompiese esquemas nacionales o globales.

La crisis política y estética de la literatura mexicana desborda este 2014.

Los intelectuales “nacionales” llevan siglos huyendo de la realidad social.

Su huida pronto terminará: ya comenzó su fase de extinción.

El PRI los necesitaba; el nuevo orden global, no.

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