sábado, 26 de septiembre de 2009

Los Niños Héroes y el inconsciente colectivo

2009-09-26
Suplemento Laberinto
Heriberto Yépez

Luis Felipe Hernández Castillo, el “asesino del metro”, cuyo atentado en el metro Balderas, dice, se lo ordenó Dios, es el lado oscuro de Chespirito.

Nuestro retroceso —la transición que no— nos conduce a estados culturales previos, digamos, al mini-mesianismo.

El perfil es muy similar al de Aburto, maquiloco y prefiguración macabro-chusca de nuestro p(e)or-venir pirado.

Se celebra el heroísmo del policía muerto, sin saber que el “heroísmo” es precisamente el motor de su asesino. No hemos aprendido la lección. Los “Niños Héroes” somos nosotros, auto-endiosándonos.

Los nuevos Niños Héroes aparecerán cada vez más regularmente. Se deben al malogrado producto de la familia opresiva y un país sin oportunidades y liderazgo real.

Es fácil condenarlo por matón. Pero él es un producto cultural. No hace sino obedecer ¡literalmente! —los locos son quienes obedecen literalmente a la sociedad— los mandatos de la cultura nacional.

Mediante estos actos se autorrealiza, sale del anonimato. Contar. Ser alguien.

Foco rojo, señores: José de León Toral podría regresar. Un neocristero o un delirante podrían movernos el petate.

La cultura mexicana está transmitiendo este mensaje: “tú, hombre de abajo, eres el héroe; eres la oveja y el profeta”. Los tres partidos y las dos televisoras directa o indirectamente son fundamentalistas; están llamando al hombre-de-abajo, al inconsciente. Y ya lo despertaron.

El catolicismo nutrió los valores patriarcales del narco, explícitamente guadalupano, y hoy sigue nutriendo la mentalidad de las mayorías. El catolicismo fortalece la fantasía autodestructiva —por ejemplo, el deseo de ser mártir— y cuando eso se mezcla con marginación social, idolatría al héroe y un núcleo familiar perturbador, hay bombazo.

El problema mexicano es el ego.

El ego está formado de los valores colectivos que dominan a un espacio y tiempo. El ego mexicano es resentido, fanático y espectacular.

La parte marginada se está colocando en el centro.

Dice Erich Neumann, en su extraordinario libro Psicología profunda y una nueva ética: “Debido a su identificación con los valores colectivos, el ego ahora tiene una ‘buena conciencia’. Se imagina a sí mismo en completa armonía con aquellos valores de su cultura que son imaginados como positivos, y cree ser no sólo el sustento de la luz consciente del entendimiento humano sino también la luz moral del mundo de los valores”.

Cuando un individuo obedece al llamado colectivo pierde conciencia de su mortalidad y comete actos irracionales. Sigue la “voz de Dios”, símbolo inconsciente de los valores dominantes, voceros del pasado, engrandecidos en su ego inflado de manía masiva.

Su razón sufre eclipse y es poseído por el espíritu del delirio.

Vendrán más de estos autosacrificios.

Vendrá una fase loca del inconsciente colectivo mexicano.

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