sábado, 17 de marzo de 2012

No norteños, perros o narquillos

17/Marzo/2012
Laberinto
Heriberto Yépez

En este restaurante, sólo atendemos a postnorteños”, reza el letrero a la entrada de la crítica y literatura mexicanas actuales.

La narrativa (50’s y 60’s) se norteó. Y la generación siguiente (70’s) quiere desnortearla.

En tal pronóstico de pre-canon, una palabra clave es “postnorteño”, que Carlos Velázquez (Coahuila, 1978) popularizó desde Tierra Adentro y Sexto Piso.

Postnorteño —digámoslo sin tapujos— significa que eres un norteño no tan molesto como los que “invadieron” y “abarataron” la literatura mexicana.

Para tal efecto, hay que jurar los mandamientos postnorteños: “la narcoliteratura es una basura”; “no acostumbro costumbrismos”, “agringado (pero Herraldeano)” y, claro, ironizar, parodiar o estereotipar lo norteño o —la otra gran estrategia— “pulir”, depurar, rulfear lo norteño, quitarle lo naco-bárbaro, ¡estilizarlo!

Volverlo presentable, limpio; palomeado por Lemus y Miklos.

Estas dos estrategias postnorteñas son recetas codiciadas para obtener pase de entrada al gusto de críticos —guardaespaldas del pre-canon— de Nexos o Letras Libres.

(Y esto aplica a los escritores de otras regiones. Nos reservamos Derecho de Admisión. Siga las reglas de etiqueta: nihilismo o Elegancia, Ud. elija).

Básicamente lo postnorteño dice al centro lo que quiere oír: la ruptura cultural causada por la literatura norteña de la generación anterior no tendrá continuación.

¡Viva lo pro-defeño, perdón, lo postnorteño!

Los postnorteños se distinguen de sus antecesores en que no ejercen resistencia cultural al poder literario de la Ciudad de México. Son norteños que no tocan al establishment. Ni entran en conflicto con la “República de las Letras”.

Los postnorteños a veces son “malditos” y a veces “puristas”. Chistosones o Pulcros. Pero siempre Buen Salvaje.

Lo postnorteño —centrípeta— ya comienza a ser utilizado en la crítica y academia (en México y Estados Unidos) para contrarrestar fuerzas centrífugas.

El secreto de lo postnorteño es que, en realidad, es una literatura intermedia entre Norte y DeFe.

Tiene signos —vocabulario y temática— norteños pero estructuras —valores y poéticas— defeñas.

Crosthwaite remasterizado para la Condechi.

Esta literatura postnorteña, metronorteña, norteñanga o centro-norteña es una mezcla re-mesoamericanizada que tiene mucho de pastiche: es menos innovadora que su predecesora, orgullosamente chichimeca.

Pero si esta literatura asume su condición de ser defeña de clóset y norteña-retro —con los ojos puestos ya no en el norte sino en el centro—, podría generar una estética chalino-chilanga y, por otro lado, narcoexquisita.

Y eso, obviamente, sería interesante.

Por ahora, sin embargo, postnorteños y post-regionales, en general, preparan el Regreso de la Tradición Nacional.

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