Laberinto
Hay dos géneros que aniquilan el deseo de muchos jóvenes de escribir. El primero es la “tarea” que critiqué hace tiempo; el segundo, la tesis universitaria.
El vía crucis de la tesis mexicana empuja a muchos jóvenes a jamás volver a escribir.
Los profesores usan la tesis para tiranizar y torturar.
Hacer una tesis muchas veces resulta sinónimo de hacer mucha paja, idolatrar autoridades, escribir capítulos que jamás podrían publicarse, en suma: burocratizar el texto.
Volver odioso, engorroso, el proceso del libro.
Las actuales reglas de las tesis mexicanas proceden de una funesta mezcla del “arte” de la exégesis bíblica y la tramitología de la burocracia virreinal, donde por cada requisito ¡hay un pre-requisito!
Detrás de muchos profesores universitarios se esconden monjes de oficina.
En el número de febrero de la Revista de la Universidad de México aparece el artículo “La tesis como tradición” de Rosa María Fernández de Zamora y Héctor Guillermo Alfaro López, insuperable ilustración de por qué la idea de la tesis debe ser actualizada.
Según estos autores, en la UNAM la tesis “a la par de ser un documento que debe llenar ciertos requisitos académicos, es una entidad nimbada de simbolismos y sacralizada por un rito” ya que “a lo largo de su trayectoria por la universidad el estudiante va asimilando los símbolos y rituales... propios y definitorios de esta institución”.
Lo valioso de este artículo es que, sin tapujos, exhibe el modelo eclesiástico que posee la tesis nacional, llevándolo hasta el delirio místico: “El rito del examen profesional, cuyo hontanar de donde mana el simbolismo es la tesis... es el momento en que en la breve temporalidad del ritual del examen se instaura la fisura de la intemporalidad”. No bromeo. Transcribo tal cual. ¡La tesis nos eterniza!
(Y casi nunca se publica.)
“La toma de jura del tesista es el instante en que se alcanza el clímax de la solemnidad del ritual. Después de cruzar por semejante rito de paso... es simbólicamente consagrado... Con lo que la tradición de la tesis sigue su cauce”. Amén.
Bautizo burocrático y primera comunión académica, empero, nada se dice de la tesis como innovación del conocimiento.
Sus figuras poético-religiosas —¿mística académica?— aluden a la tesis como “rito” o “tradición”, en que la paráfrasis es recuperación del paraíso perdido y las ejemplares tesis resultan reliquias históricas.
Conservar o quitar las telarañas al ensayo afecta a los escritores, es decir, poca gente.
Ensalzar las telarañas de la tesis, en cambio, perjudica a decenas de miles de jóvenes.
La tesis no es parte de una “tradición” eclesiástico-académica. La tesis es parte de hacer ciencia y escritura analítica intrépida.
En las tesis debería ocurrir la escritura más innovadora.
Descrucifiquemos las tesis de la Divina Burocracia.
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