Laberinto
David Miklos
Si uno lee con atención las columnas de Heriberto Yépez bautizadas como “Archivo hache” —larga vida a la auto-referencia— y publicadas los sábados en el suplemento Laberinto del diario Milenio, se dará cuenta de que lo que más le preocupa al escritor de Tijuana no es tanto lo que se hace en la república mexicana de las letras sino lo que no se hace. Es raro encontrar nombres en los textos de Yépez: sus críticas y reclamos son en general y a granel, no en específico y con denominaciones claras. Esto, sin embargo, ha cambiado en las últimas semanas, en las que Yépez se ha ensañado con Luigi Amara y también nos ha ofrecido una lista —o un palomeo, recurriendo a su modo de ver las cosas— de lo que él considera narrativa de valía. En su entrega más reciente, Yépez me llama guardaespaldas del pre-canon y, sin detallarlo, me describe con un marcador en mano, poniéndole taches y palomas a la literatura que leo, así como hacía el profesor que enviaba a la señorita Cometa a la Tierra (y se me perdonará esta referencia, que muchos lectores, sobre todo los más jóvenes, no entenderán). Si atiendo lo dicho por Yépez en su dictamen sobre el estado de la reseña mexicana actual, yo no tengo derecho a escribir reseñas (en sus palabras: no puedo escribir reseñas) y, siguiendo su derrotero argumentativo, lo único que me queda es ser una especie de ISO-9000 de nuestras letras, es decir, alguien que, sin más, imprime un sello de control de calidad en la portadilla de las obras leídas y apreciadas. Obras que, de acuerdo con Yépez, están escritas bajo el influjo de lo postnorteño, otra de sus mafufas y polémicas y cantinflescas acuñaciones, que muchas veces llaman a la risa y, a ratos, invitan al cuestionamiento: ¿Yépez lee todo aquello que critica o nada más critica a aquellos que leemos lo que a él, desde su atalaya en Tijuana, considera de poco valor o tradicional o en declarada guerra con lo que él considera valioso y trascendente, sea lo que esto sea? Sería interesante que nuestro hombre en la frontera última de México, capacitado para escribir reseñas, las escribiera —él que sí puede, ya que es tanto académico como escritor con una larga lista de libros publicados (aunque luego, ay, no citados ni mentados)—, en vez de comentarlas de paso y, él también, con un marcador rojo en mano, listo para imprimirle su sello de Yépez 9000.
No hay comentarios:
Publicar un comentario