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lunes, 31 de marzo de 2014

“Muy pocos hablan de la fascinación que Paz experimentaba por la figura de Marcos”

31/Marzo/2014
La Jornada
Redacción


Cien años de un autor ya eterno para las letras mexicanas, el poeta, el ensayista, el polígrafo al que no sólo le debemos excelentes escritos y reflexiones sino también valiosos puentes de diálogo con otros poetas y pensadores a través de su labor al frente de fundamentales revistas culturales.
A continuación, una charla con David Medina Portillo*, escritor que colaboró estrechamente con Octavio Paz (1914-1998) en sus vicisitudes editoriales.

–¿Qué evoca esta palabra: Vuelta?
–Dicho de la manera más sintética: el recuerdo de la mejor revista hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX. Ahora bien, el sentido literal del título se presta a divagaciones raras, pero no olvidemos que Octavio Paz y quienes lo acompañaron en la fundación de la revista tenían aún frescos los acontecimientos más recientes, es decir, aquello que se conoce como el golpe a Excélsior (julio de 1976) por el gobierno de Luis Echeverría, lo que precipitó la renuncia de Julio Scherer, entonces director del periódico, quien invitó a Octavio Paz a crear y dirigir Plural, publicación que aparecía mensualmente como una revista de más de 80 páginas.
“Paz y la redacción de Plural renunciaron en solidaridad con Schrerer y unos meses después, en diciembre de aquel mismo año, estaba saliendo ya su nueva revista. La historia al respecto es muy conocida: del golpe a Excélsior nacieron Proceso, unomásuno y la revista de Octavio Paz: Vuelta. El editorial del primer número es muy explícito a este respecto; para Paz el título tiene un fuerte matiz polémico, combativo. Es una vuelta, un regreso a la arena pública.
“A diferencia de Plural, Vuelta se consideró a sí misma, desde su nacimiento, en diciembre de 1976 y hasta su último número, agosto de 1998, como una publicación indudablemente literaria pero, a la vez, con una fuerte carga de opinión sobre la realidad cultural, social y política de aquellos años.
“En muchos sentidos, más que una revista de literatos y para literatos Vuelta fue una publicación dirigida por un intelectual público (de los más aguerridos polemistas en aquellos años) y, en este sentido, encaminada a formar una necesarísima opinión pública independiente, decididamente al margen del omnipresente ‘ogro filantrópico’: el Estado priísta’.’
–¿Cómo era el Paz editor? Si bien en los créditos aparece como director, es claro que había una función decisiva sobre los contenidos de la revista, sobre la elección del enfoque de los ensayos; hay una línea de trabajo, una perspectiva más amplia…
–Quizá sirva como respuesta relatar lo sucedido en una reunión de la mesa de redacción en 1995. A cierta gente le gusta ver o imaginar a Paz como una figura intolerante, si no es que francamente autoritaria. Sin embargo, mi experiencia es muy distinta. Siempre estaba interesado en la opinión del otro, del que tenía enfrente; incluso y como recuerda Elena Poniatowska en su libro sobre Paz, daba por hecho que sus interlocutores eran más inteligentes y más enterados de lo que eran en realidad. Esto no quiere decir, por supuesto, que no defendiera sus opiniones con una vehemencia a veces sorprendente. Resulta paradójico, pero así es.
“En aquella reunión de la redacción de Vuelta el tema, claro, fue la planeación del siguiente o los siguientes números; sin embargo, una vez despachadas las cuestiones rutinarias, la reunión derivó en un reclamo. En esas fechas acababa de aparecer La rebelión de las cañadas, el libro de Carlos Tello Díaz sobre el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
“A Paz le parecía lamentable no el libro (cuyas páginas, si no mal recuerdo, tuvieron su origen en un texto de Carlos Tello aparecido en Nexos –Tello mismo era colaborador habitual de esta revista), sino que ninguno de los ahí presentes fuera el autor…, tal cual. Muy pocos hablan de esa suerte de fascinación que Paz experimentaba frente al neozapatismo, en particular frente a la figura de Marcos.
“La reunión fue una disputa abierta de puntos divergentes donde, la verdad, Paz no le dictó línea a ninguno de sus colaboradores. En ese sentido, nunca apareció una contraparte del libro de Carlos Tello en la versión o bajo la improbable línea ‘ideológica’ de la revista Vuelta… Lo cierto es que, en aquella reunión, Paz escuchaba y escuchó a sus colaboradores aunque, repito, no siempre pensara lo mismo que ellos”.
–¿Podría describir una sesión de trabajo de Vuelta? ¿Cómo se planeaban los números?
–La respuesta anterior da una idea precisa del trabajo al interior de la publicación. A mí me tocó vivir sus últimos cinco o seis años, de modo que las reuniones de la redacción ya no se realizaban mes con mes. Sin embargo, cuando sucedían, ahí estaba Paz. Hay que recordar que se trataba de un intelectual público muy activo que vivía, literalmente, de lo que pensaba y escribía sin estar en la nómina de ninguna institución pública o privada.
“Muchas veces al año andaba de viaje, dictando conferencias o como invitado de alguna entidad cultural o universitaria extranjera. No obstante, la comunicación con la redacción era cotidiana gracias al teléfono. Cada número se armaba con base en un índice previamente discutido entre el consejo de redacción, con su consenso y hasta con sus disensiones. Te hablo de una época en que ya existía la comunicación instantánea, incluido el correo electrónico.
“Paz no usaba computadora, por cierto, aunque era un devoto del fax, al que le daba un uso intensísimo. De alguna manera, las reuniones frente a frente ya no eran tan indispensables.
“Paz estaba pendiente de cada número y de cada una de las secciones de la revista. Si se encontraba en el país, era de rigor que nos llamara varias veces al día a las oficinas de la revista. El maratón de tales llamadas comenzaba a eso de las nueve horas para hacer un repaso de los pendientes cotidianos y comentar las noticias más relevantes del momento. No exagero, es célebre esta forma de trabajar siempre vertiginosa que Paz tenía. A las nueve horas ya había leído todos los periódicos a la mano (tratándose de él, realmente muchos), nacionales y extranjeros. En cualquier caso, de esa actitud frente la realidad y de lo que sucedía en ella día a día dependía, para Paz, la línea editorial de Vuelta: una publicación de su tiempo y no al margen de él, en esa burbuja etérea donde suele situarse a cualquier publicación literaria e, incluso, cultural, como si la literatura y la ‘cultura’ fuera una cosa (no sé cuál) ajena a la realidad”.
–Veo que fue traductor del libro Plural en la cultura literaria y política latinoamericana. De Tlatelolco a El ogro filantrópico. ¿Qué nos podría contar sobre esta evaluación que hace John King acerca de este hito de las revistas literarias en México?
–Precisamente, en el libro de John King hay muchos pasajes que destacan con sumo detalle esta forma de trabajar del Paz editor, estuviera donde estuviera. Ahora bien, a propósito de tu pregunta sobre el aporte de Plural a la historia cultural no sólo mexicana, sino hispanoamericana, me parece que uno de los rasgos más interesantes del libro es que sitúa a Paz y a la revista que dirigió en su justa dimensión: como un fenómeno continental muy diferente y hasta en contra de otro suceso también continental, el boom de la narrativa latinoamericana en los años 70 del siglo pasado.
“En lo personal, me gustó encontrar y distinguir con precisión la ruta crítica de Paz y la literatura en nuestra lengua al margen de la narrativa latinoamericana entendida como ese fenómeno que –según ha señalado no sé qué maledicente– tuvo como capitales a Barcelona, Madrid y París. Dicho de otro modo, Plural fue una revista que se ganó a pulso un lugar destacadísimo en la historia de las grandes publicaciones en nuestro idioma (sólo después de Sur, la revista de Silvina y Victoria Ocampo, de Bioy Casares y de Borges) gracias a una suerte de nueva ‘defensa de la poesía’ y de la crítica entendidas más que como géneros (verso y ensayo) como una actitud y una forma de vida.
Plural destacó el ejercicio de la crítica en todos los órdenes de la vida cultural, social y política. Así, ejerció una posición adversa ante muchas de las políticas autoritarias del gobierno echeverrista, es decir, criticó al Estado y mantuvo una posición adversa al PRI cuando realmente era peligroso criticar a dicho Estado priísta –algo que se olvida con escandalosa frecuencia.
“En las páginas de Plural se abrió una discusión particularmente ríspida en nuestra República de las Letras: la relación entre los intelectuales y el poder. El motivo de estas reflexiones fueron el apoyo de Carlos Fuentes a lo que se llamó la ‘apertura democrática’ del echeverriato. Fuentes pidió un voto de confianza para dichas políticas en tanto que gente de Plural, con Zaid a la cabeza, exigía más bien que el gobierno diera a conocer públicamente los resultados de la investigaciones sobre el Jueves de Corpus, por ejemplo.
Defensa de la poesía
“Podríamos seguir con ejemplos de esta línea de Plural, pero no acabaríamos. Sólo diré una cosa más: la creación de una incipiente opinión pública por parte de Plural no estuvo nunca separada de una defensa de la poesía, a quien la revista daba un lugar destacado, ese sí, privilegiado. Era el primer momento de un verdader ascenso de la narrativa en el mundo editorial global, el que ahora vemos por todas partes, guiado por lo grandes sellos editoriales y el mercado. En dicho contexto debe entenderse aquella ‘defensa de la poesía’ que mencioné antes”.
–¿Cuál considera que ha sido el aporte a la cultura mexicana de las revistas en las que intervino Octavio Paz? Me refiero a Taller, El hijo pródigo, Plural, Vuelta…
–En muchos sentidos, la figura del Paz editor ofrece una extraordinaria consistencia a lo largo de muchas décadas, desde finales de los años 30 hasta cerrar el siglo XX. Nada raro ya que, como todos sabemos, Paz fue heredero de una familia de editores y polemistas… Su abuelo Ireneo Paz fue director de muchas publicaciones de corte liberal (liberal al estilo decimonónico mexicano, mucho antes de que el término adquiriera para algunos cierta connotación peyorativa). En todos las publicaciones que Paz alentó desde su juventud existe una constante: la preocupación por el lugar de la poesía y del poeta en la sociedad y el mundo contemporáneo. De ahí se desprende naturalmente aquello que él mismo llamó pasión crítica, esto es, una fuerte vocación por alentar una cultura de la discusión pública. Se dice fácilmente, pero muchas de las cosas que hoy nos resultan normales no lo eran hasta hace poco. En los radicales años 70 hablar de la creación de esta cultura de la discusión era visto como una distracción, cosa sólo de intelectuales, por ejemplo.
–En su momento se hablaba mucho de la polaridad, incluso del enfrentamiento que hubo entre el grupo de intelectuales asociados a Vuelta y los de Nexos, o con los de México en la Cultura, por ejemplo. ¿Cuál es su opinión sobre esto? ¿Podría ser un distanciamiento sano, natural por las diferencias ideológicas? ¿No resultaba una limitante?
–En el terreno de la opinión, me parece sano todo disenso entre puntos de vista diversos. De eso se trata. ¿Por qué una expresión de la vida pública debe anular al otro? Aquella disputa entre las publicaciones que citas fue cierta, existió realmente y suscribió concepciones claramente delimitadas. En mayor o menor medida, estaba determinada por la oposición entre una concepción en favor de una opción social democrática y otra seducida por la Revolución como portadora de un auténtico cambio social. En los años 70 las disputas llegaron a niveles realmente vociferantes (recordemos las polémicas entre Monsiváis y Paz, por ejemplo), sin embargo, tras la última gran polémica en la vida intelectual de este país suscitada a propósito del Coloquio de Invierno, en los años 90 las beligerancias fueron aminorando. No se debe olvidar, pese a todo, que Paz siguió siendo un polemista hasta sus últimos días.
–Una revista, como las que hemos mencionado, no es sólo un cúmulo de textos publicados número a número, es un proyecto ideológico, estético, un argumento, una propuesta. ¿Cuál era el proyecto detrás de Vuelta y qué diferencia hacía en contraste con otras publicaciones contemporáneas?
–Creo que para responder a esta pregunta tendría que ser reiterativo. Me parece que el único proyecto realmente del primero al último número de Vuelta fue su compromiso con la literatura y con la discusión pública, con eso que entiendo como una cultura de la discusión pública. Se trató de una revista que, por sí misma, representa un ejemplar indiscutible (el último) de auténtica defensa de la poesía. Curiosamente, tras la muerte de Paz y el cierre de Vuelta, la poesía no ha vuelto a tener o encarnar una auténtica voz pública.
El diálogo latinoamericano
–¿Qué nos podría contar sobre la Vuelta sudamericana, la que se editaba en Argentina con Enrique Pezzoni a la cabeza? ¿Cuál era la influencia de Paz en esta edición y cuáles eran sus expectativas de un diálogo latinoamericano entre una y otra revistas?
Vuelta sudamericana duró muy pocos números y más que de Pezzoni la revista dependió de los esfuerzos de Danubio Torres Fierro, su jefe de redacción entre 1986-1989. La publicación reproducía la mayor parte de los contenidos de la versión mexicana, del mismo modo como lo hace ahora Letras Libres en sus versiones mexicana y española. En este capítulo de Vuelta hay un dato que debemos destacar. Su aparición en Argentina coincidió con el retorno de la democracia a ese país… En efecto, la junta militar había prohibido la circulación de Vuelta que, aunque con dificultades, se distribuía gracias a la intermediación de los amigos argentinos de Paz. Algún éxito habría tenido esa circulación puesto que fue prohibida por la dictadura. Lo mismo sucedió en Chile por aquellos años. Vuelta estaba prohibida también por el gobierno de Pinochet.
–De acuerdo a lo anterior, y pensando en Paz como editor, ¿qué hace un editor de esta categoría?
–No sé de otros escritores de categoría, como tú dices, pero Paz se involucraba directa y constantemente con el trabajo cotidiano y también, digamos, con aquel de trato con los grandes autores nacionales o de otras latitudes. En este sentido, pues sí, se carteaba con Malraux o Jean Daniel, John Cage o George Steiner y, al mismo tiempo, le llamaba a un joven crítico para discutir sobre alguna reseña.
–¿Sería concebible una revista como Vuelta sin un poeta como Paz?
–Supongo que no, entre otras cosas porque Paz encarnó toda una época de México en el contexto de la cultura moderna, dos ámbitos que conocía muy bien y entre los que se movía con suma libertad. Por otra parte, Paz tenía una capacidad de convocatoria realmente impresionante. Es curioso, pero yo lo veo como una forma de la generosidad: siempre supo rodearse de gente valiosísima para la realización de sus revistas. Acaso porque partía de eso que señala Elena Poniatowska, es decir, de su inclinación a ver en sus interlocutores a seres tan inteligentes como él.
–¿Qué ha continuado Letras Libres respecto de Vuelta y qué dejó atrás?
–Obviamente, se trata de dos revistas distintas, ya que pertenecen a siglos diferentes. Quizá por ello Letras Libres buscó desde sus inicios plantearse como una revista no de autor, como Vuelta, sino como una publicación más diversa. Sin embargo, me parece que parte del espíritu de Vuelta permanece en su lucha por la democracia, o en la atención a nuevas formas de la expresión literaria y de la conversación que se despliegan, por ejemplo, en los blogs.
–¿Cree que Plural y Vuelta hubieran tenido efectos similares en un soporte electrónico y con la mayor distribución que esto supondría?
–Creo que su repercusión, de por sí muy grande, se habría magnificado y habría permitido disipar las malas lecturas que ambas sufrieron. Ahora, en el caso de Vuelta, puede consultarse en el portal de Letras Libres, pero la consulta es muy difícil y los artículos no tienen la difusión adecuada. En el caso de Plural, desafortunadamente no se ha podido reditar en forma facsimilar, pero en ambos casos, y por la vigencia de los temas que tratan, sin duda su difusión es urgente.
*David Medina Portillo. Poeta, editor y traductor. Redactor y colaborador de Vuelta, ex editor de La Gaceta del FCE. Actualmente es Editor-In-Chief de la revista bilingüe Literal, Latin American Voices

Propone escritor "apreciar la grandeza de Paz en la intimidad"

31/Marzo/2014
La Jornada
Mónica Mateos-Vega

La grandeza de Octavio Paz se debería reconocer en la intimidad, tal vez a través de grupos pequeños de discusión que permitan el intercambio de puntos de vista e interpretaciones, considera el escritor e investigador Enrico Mario Santí (Santiago De Cuba, 1950).
El también catedrático de la Universidad de Kentucky trabajó con el Nobel de Literatura 1990 en la edición crítica de algunas de sus obras canónicas: Primeras letras, Libertad bajo palabra, El laberinto de la soledad y Blanco, la cual editó y prologó. También fue integrante del Consejo Consultivo de la Fundación Octavio Paz.
Nueva compilación
Ediciones del Equilibrista publicará en breve su nueva recopilación Octavio Paz: la experiencia poética. Antología comentada, con textos inéditos del poeta.
A propósito del centenario del natalicio del autor, Santí señala en entrevista con La Jornada que en la obra de los grandes escritores, como Octavio Paz, todo es una puerta de entrada. Cualquier texto por él escrito, poesía o prosa, literatura o política, arte o historia, puede servir de introducción para quien lo lea por vez primera.
“Hace años, el propio Paz preparó una edición de tres tomos que reunía sus escritos sobre el tema general de México en la obra de... Se publicó, además, en formato pequeño y muy manejable, lo cual facilitaba su lectura y consulta.
“Sería bueno disponer de ese tipo de antologías para varios niveles, y con temas lo suficientemente diversos para satisfacer distintos gustos. Pero, ¿qué pasa entonces con toda la obra que no es sobre México, de la cual desde luego hay mucha? Se trata, evidentemente, de delicadas decisiones editoriales de tipo oficial y cuyo contenido se debería guiar, me parece, por niveles de competencia de lectura: pues evidentemente los estudiantes de primaria no van a tener acceso a textos más accesibles a los de prepa.
Yo recomendaría empezar con una antología, de la cual hay muchas buenas, inclusive un par de ellas preparadas por el propio Paz, o tal vez dos: una de su poesía y otra de su prosa ensayística. Recomendaría también, ¡aunque tal vez no debería decirlo yo!, no leer a sus exégetas, sino a él directamente: la obra misma. Otra vía de entrada a Paz son los muchos videoprogramas que hizo y donde dio sus opiniones. De la pantalla podemos saltar después a los libros.
–¿Cree que la figura de Paz se va a institucionalizar en México, que se convertirá en héroe literario de bronce?
–Pues ojalá que no, caray, que no sea otro héroe de bronce, porque es lo que más detestaba: la petrificación oficial. Habría que recordar eso que él dijo una vez sobre Sor Juana: que en lugar de levantar monumentos de gusto dudosos u ordenar costosas reimpresiones de sus obras, se ayudase a los investigadores a buscar papeles y manuscritos. Él mismo distinguía siempre entre lo grande y lo grandote.
–¿Cómo hacer para que los interlocutores de Octavio Paz dejen de ser principalmente intelectuales eruditos y que el ciudadano común se acerque más a su obra?
–Tal vez la grandeza de Paz se debería reconocer en la intimidad: grupos pequeños de discusión que permitan el intercambio de puntos de vista e interpretaciones. Lo que tú llamas intelectuales eruditos tiene esa función de guía, pero no de policía.
–¿Poeta, ensayista, promotor cultural, intelectual público, editor, diplomático, comentarista político, crítico de arte, maestro y profesor, cuál considera que es el Paz que más le hace falta a México y a América Latina estos días?
–Personas como Octavio Paz, con tantos múltiples talentos, se dan con muy poca frecuencia en cualquier sociedad, y no sólo en México o América Latina. Tu observación sobre esa multiplicidad apunta hacia otra cosa: la mutua dependencia de todos esos papeles. Es decir, Paz fue un excelente poeta y ensayista precisamente, porque supo ser, también, intelectual público, diplomático, maestro, profesor, y también viceversa: supo ser un excelente maestro en virtud de su sensibilidad poética, su pasmosa cultura universal y su valor como persona pública.
No sólo era un hombre-orquesta, también supo equilibrar sus vasos comunicantes. Qué duda cabe que no sólo a México y a América Latina, sino al mundo de hoy, le hace falta gente como él.
Santí ha impartido más de 50 conferencias y seminarios sobre la obra de Paz en México, América Latina, Estados Unidos y Europa. Recientemente fue el curador de la aplicación electrónica del poema Blanco, a pedido del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y el Fondo de Cultura Económica (FCE). También recopiló los textos para el libro Luz espejeante: Octavio Paz ante la crítica y prepara una biografía intelectual del poeta. Su libro El acto de las palabras: estudios y diálogos con Octavio Paz (1997), se considera uno de los mejores sobre el tema.
–¿Qué faceta de Paz prefiere usted o es la que encuentra más rica para estudiar, para deleitarse en la lectura y para polemizar?
–No sé si soy uno de los principales especialistas, ¡hay muchos!, sólo sé que he sido su lector y, me temo, seguiré siéndolo para el resto de mis días. Por mucho, me deleito con su poesía, no se trata, en rigor, de algo con lo que se pueda polemizar. ¿Se puede debatir con un poema?
Indignación contagiosa
“En cambio, el diálogo que Paz entabla con el mundo de las ideas, sean estas literarias o políticas, históricas o de actualidad, siempre está sujeto al debate.
“Una de las frases, casi una muletilla, a la que él recurría en cualquier conversación era la pregunta: ‘¿no le parece?’ La hacía siempre con un tono medio pícaro, medio desafiante. Al principio de nuestra relación la pregunta me intimidaba, a pesar de mi formación académica o ¿tal vez como consecuencia de ella? Sencillamente no estaba acostumbrado a lidiar con alguien así. Hasta que me di cuenta que lo hacía con todo el mundo y con el propósito de provocar, porque le gustaba discutir, explorar. Hoy lo leo, y en medio de mis lecturas suelo detenerme y cerrar el libro, cuestionar lo que dice y entonces preguntarle, o me pregunto: ‘¿No te parece?’
“Pero confieso que cuando leo los poemas de un libro como Vuelta, por ejemplo, esos poemas me seducen, me contagian su indignación y, a veces, como eso de ‘aquellos mariachis’, me hacen llorar”.
–¿Existe algún Octavio Paz inédito, que falte por estudiar y/o descubrir?
–Inéditos por estudiar: sus cartas. Por descubrir: ¡todo!
–¿Cómo es el México que Paz plasmó en su obra, usted cómo lo percibe?
Un pueblo que busca su forma: cita de El laberinto de la soledad. Lo dicho sobre México también se aplica a cada uno de nosotros.

domingo, 19 de enero de 2014

Encuentros con Gabriel Zaid

19/Enero/2014
Reforma
Silvia Isabel Gámez, Beatriz De León, Maricarmen Vergara y Jorge Ricardo

Convocados con motivo del 80 aniversario de Gabriel Zaid, 18 intelectuales explican cuál es el punto más destacable de su obra.

Despertador de conciencias
Juan Domingo Argüelles

Gabriel Zaid es poeta, es ensayista literario, es antólogo (que es una forma de hacer crítica literaria), es un divulgador y un promotor de la lectura como pocos, pero lo que más me importa de Zaid (en donde confluye quizá todo lo anterior) es su pensamiento despierto y su capacidad de hacer pensar a los lectores. Junto con ello, es un escritor que no rinde pleitesía a la fama ni a las vanidades del medio literario y cultural, lo cual es admirable, porque todos los que estamos en este medio, de una u otra forma, acabamos enrolados en lo mismo: la vanidad de la figura pública, la arrogancia de la imagen propia por encima de la verdadera obra. (A veces lo que hay es imagen y ninguna obra. Y esta imagen cree la gente que es el escritor.)

Lo admirable en Zaid es que predique con el ejemplo o que, más bien, haga lo que predica. En un medio tan lleno de vanidades dedicadas a cultivar la fama, Zaid es un ave rara; un escritor que establece el diálogo a través de sus libros y no a través de sus declaraciones. Borges dijo que quizá las opiniones sean lo más superficial de todo escritor, pero advertía también que si uno prescindía de sus opiniones sería imposible conversar. Lo malo de las opiniones es que acaban por ocultar al escritor, y todo termina en cháchara vacía.

Creo que en este sentido, Zaid ha obrado con gran sabiduría y con una congruencia increíble: lo que vale de un escritor es lo que escribe, no lo que declara; lo que reflexiona (en un ejercicio de meditación y análisis), no lo que opina en un arranque de confianza y amor propio. Zaid es un crítico radical de la cultura y de la sociedad, y por ello mismo se ha impuesto una autocrítica radical. Leerlo es animarnos a la reflexión, y desanimarnos a esa forma superficial de la cultura literaria que consiste en opinar sobre todo, sobre cualquier cosa y sobre todo lo demás. Carlos Monsiváis fue el exceso supremo de esta cultura, incluso a su pesar, porque cuando ya se ha formado alguien un perfil y se ha convertido en "un personaje", importa más el personaje que el escritor.

En el caso de Zaid, siempre importa más el escritor que está en sus libros: Reloj de sol , Los demasiados libros , La economía presidencial , El progreso improductivo , etcétera. Nunca lleva su presencia a una actividad literaria (mucho menos a algún homenaje que se haga a iniciativa de sus admiradores y amigos) porque él sabe, y lo ha escrito, que en una actividad literaria lo que importa es la actividad y no la literatura.

Podría decir mucho más al respecto, pero lo mejor es abreviar: Zaid es un despertador de conciencias, un admirable pensador socrático, un escritor imposible (es la verdad) en cualquier medio literario de cualquier país del mundo.



Precisión erudita, ironía tranquila

Gilles Bataillon

Descubrí a Gabriel Zaid en la década de 1980 a través de libros y artículos de naturaleza muy disímbola. Se trata de Ómnibus de la poesía mexicana, Cómo leer en bicicleta, El progreso improductivo, Colegas enemigos, una lectura de la tragedia salvadoreña . Ya fuera en el terreno de la poesía, de la economía o de la crítica política, su escritura se caracterizaba por una mezcla de precisión erudita y de ironía tranquila. En aquellos años no abundaban las antologías literarias que reunieran textos provenientes de horizontes tan diversos como aquellos que aparecen en el Ómnibus . Raros eran también los autores que describían minuciosamente los impasses del desarrollo estabilizador, del presidencialismo faraónico o de los juegos sangrientos de la disputa por el poder en América Central.

Existía en él un temperamento democrático preocupado por la existencia de pruebas y la constatación a través de la experiencia práctica. Zaid se reía del poder y mostraba sus limitaciones e incompetencias, así se tratara de escritores o de economistas, del presidente de la república o de algún guerrillero que aspiraba a convertirse en éste. Era el hombre capaz de asentar los razonamientos más sutiles en el sentido común o la experiencia compartida de una lectura, un encuentro, una conversación.

Treinta años después, sigue siendo el mismo a pesar del reconocimiento por su obra, e incluso parece haber afinado su sentido democrático. En épocas recientes identificó mejor que muchos las potencialidades de Wikipedia como un espacio en el que lectores y autores interactúan críticamente. De la misma forma, Zaid se propuso extender su público y escribir no sólo para los grandes periódicos y revistas, sino también en la prensa popular. Sus artículos en la revista Contenido abordan a la vez con seriedad e irreverencia temas políticos o literarios de fondo, de los que había escrito en libros como La economía presidencial y El secreto de la fama .




Interlocutor indispensable

Marco Antonio Campos

Tendría que decir dos aspectos: su poesía, que es breve, leve, pero que tiene una carga de dinamita. Y su revisión crítica de la cultura en México. Gabriel Zaid es de una honestidad granítica que sería bueno que también tuviera la derecha liberal. Se puede estar o no de acuerdo con él, compartir o no una ideología, pero ha sido un interlocutor indispensable en el medio literario y cultural en general. No cabe más que felicitarlo en sus 80 lúcidos años.



Pasión por las ideas

Adolfo Castañón

En Gabriel Zaid germina, florece y se vuelve a hacer semilla el amor intelectual, la pasión por las ideas, la capacidad invariablemente renovada de reinventar el sentido común, el júbilo edificante y la alegría de la crítica política, literaria y cultural.

No es fácil definir a un escritor, poeta y pensador tan completo y al que no sólo le debemos tanto sino al que en cierto modo nos urge redescubrir. Se da en Gabriel Zaid una renovada epifanía poética, crítica, civil, sobre todo porque es un lector en el que convergen diversos oficios de la lectura cuyo común denominador es la lucidez y la veracidad.



El ensayista, el poeta

José de la Colina

Me interesa como ensayista, que es excelente, es uno de los ensayistas que sí entienden muy bien el género; ese género que, decía Alfonso Reyes, es un género centauro, es decir, que puede ser muchos géneros al mismo tiempo. Pero en fin, creo que es un excelente ensayista que además ha introducido al género literario una serie de temas como la economía, como la administración de empresas, temas de los que la literatura, para ser pura, no debería de contaminarse. Creo que lo magnífico es que él ha mantenido una gran parte del mundo en su obra ensayística.

En cuanto al poeta, me parece un poeta cuyo único defecto es su parquedad, parquedad no tanto porque no esté publicando poemas de cuando en cuando, sino porque no hace poemas retóricos, no hace poemas gordos, digamos que hace poemas delgados, esbeltos y eso me parece extraordinario porque hay una especie de inflación de lo lírico en muchos poetas (no daré nombres para que nadie se moleste), pero me parece eso extraordinario.

Es un querido amigo y tengo una gran admiración por él.

Somos del mismo año, y somos muy coetáneos, espero que también seamos contemporáneos, aunque él va muy por delante en todo.




El optimismo práctico

Christopher Domínguez Michael

Reviso lo que he escrito en los últimos años sobre Gabriel Zaid y confirmo siempre mi desacuerdo con aquello dicho por Paz en el sentido de que es un tradicionalista. No, no hay en Zaid ninguna condena del mundo moderno. Me interesa más, ya que estamos en Paz, su comparación entre Cuesta y Zaid, poetas tan distintos, pero ambos poetas-pensadores. Hay en Zaid un optimismo práctico, quizá evangélico, que encuentra en las manías reaccionarias a veces en la izquierda, a veces en la derecha. ¿Anarquista conservador? No lo creo, aunque he llegado a pensarlo. Es un optimista práctico interesado en una ciudad de Dios muy distinta a la de Agustín de Hipona: hay que rediseñar permanentemente nuestra vida pública.

"En el pensamiento de Zaid", escribía yo en mi Diccionario crítico de la literatura mexicana , "como en todo pensamiento complejo y más aun en aquel que se quiere simple, hay un drama sin solución dramática. En su renuncia conceptual a imponer un sistema hay una profunda necesidad utópica y al ofrecer soluciones prácticas a problemas complejos, Zaid puede acertar mil veces y, sin embargo, quedar como un utopista cuyos pequeños diseños aspiran a una inmensa ingeniería social que en apariencia no es de este mundo".

Ahora que Zaid cumple 80 años, me gustaría enfatizar en su creencia católica de que la gracia y el libre albedrío colaboraban felizmente en la cotidiana divinidad de lo humano. Claro, a Zaid no le tocó hablar desde el púlpito ni desde la tribuna política, sino desde la literatura, la única posición en la cual el mundo contemporáneo podía garantizar su libertad: estoy seguro que casi todos sus ensayos se cuentan entre lo más original que se ha escrito en México. Por eso lo conocen y lo leen en España o en Estados Unidos y en varios países de América Latina, desde hace muchos años. Es el original ante el Altísimo y creo que no escogería ninguno de sus libros para irme a la isla desierta. Acostumbrado como estoy a desfondar maletas por exceso de libros, me llevaría sus Obras completas .



Sorpresa constante

Luis González de Alba

La constante sorpresa en lo que Gabriel Zaid dice, el ángulo que no se me había ocurrido, el vislumbre de una nueva forma de ver algo ya conocido, clasificado y así urgido de reclasificar. ¿Y por qué? Por eso mismo.


Pensar, leer, conversar

Teodoro González de León

Conozco a Gabriel Zaid hace más de medio siglo y creo que he leído todos sus libros, siempre me sorprende. Piensa distinto –comentario que compartí con Octavio Paz– en cualquier tema que aborda: la historia, la filosofía, la literatura, la poesía, la lectura, la educación, el poder, la cultura, el progreso, los pobres, la izquierda, la conversación, los libros, los títulos profesionales, la economía.

Los aborda con rigor, con humor y seriedad, siempre con el gozo de escribir juegos matemático-literarios con los que desmonta las ideas hechas, no pensadas y, a veces, hace poemas concretos.

Gabriel Zaid cree profundamente en la lectura como manera de ser, como formación, y en la conversación, que es otra forma de lectura y de formación, que afortunadamente compartimos él y yo.

Cierro este breve testimonio con la misma frase que termina un largo ensayo suyo sobre los libros: leer no sirve para nada, es un vicio, una felicidad .



Autor de haceres

Julio Hubard

Su peculiarísimo optimismo de la estirpe de Erasmo, inquebrantable incluso ante la catástrofe (en su Apocalipsis, las almas se elevan bailando un danzón, antes que sucumbir al Dies irae ). Y es optimismo como actividad, labor, no complacencia: viene del oficio de ver, observar, escrutar hasta que las cosas se miren como si fuera la primera vez, recién nacido el mundo y Zaid con él. Y este poeta de la luz primera es el mismo ensayista que se sienta a hacer las cuentas del informe presidencial y no se queda con la verborrea del presidente; el mismo intelectual que se puso a revisar las finanzas y el capital de los pobres para descubrir que lo importante es la proporción humana de las cosas y no su dimensión... Y en eso es único, porque se juntan dos cosas que no salieron del todo bien hace tres siglos: el poeta de verdad poeta (que escaseó en el XVIII) y el ilustrado que tiene el valor de pensar por cuenta propia. Es prácticamente inmune a las ideologías de militancia. Me admira cómo recurre –como quien señala una evidencia– al vínculo entre poesía y práctica. No es un autor de saberes sino de haceres (un caso raro en la civilización de lengua española: alguien que concibe la riqueza no como lo que tiene, sino como lo que hace). Y si bien la amplitud de su cultura es apantallante, jamás le ha interesado mercar con saberes sino con la actividad de pensar lo que dice y lo que escucha, lo que lee, lo que escribe. Y, encima, con prosa y prosodia envidiables. Es lo contrario del que ha leído todos los libros. Jamás lo hemos visto ceder al ennui, al tedio ni a las lamentaciones. Ni siquiera ante los desastres morales, políticos, económicos.

Repito lo que me dijo una vez Hugo Hiriart: nunca he leído a Zaid sin aprender algo nuevo.




Claridad, precisión y puntería

Ruy Pérez Tamayo

Así que Gabriel Zaid está cumpliendo sus primeros 80 años. Menuda noticia, porque a juzgar por la beligerancia y la claridad de sus escritos uno diría que se trata de un joven estudiante, un poco impaciente con la realidad que lo rodea, a la que diseca con su afilado bisturí racional sin importarle que le duela un poco y que a veces hasta pierda algo de sangre. Conozco a Gabriel desde hace muchos años, y siempre ha sido gentil, afectuoso y muy discreto en su trato personal, aunque últimamente nos vemos poco porque ya no asiste ni a El Colegio Nacional ni a la Academia Mexicana de la Lengua, en donde antes coincidíamos. Pero sigo estando cerca de él porque soy uno de sus lectores más fieles y poseo todos sus libros, que consulto con frecuencia para confirmar que me convence y estoy de acuerdo con mucho de lo que dice, y que no estoy de acuerdo cuando ataca a las universidades, y en especial a la UNAM. Acepto y me duelen algunas de sus críticas, porque reconozco que a veces (pocas) tiene razón, pero en cambio la mayor parte de sus acusaciones generalizan de manera injusta a esas instituciones, una de cuyas características sobresalientes es su heterogeneidad.

Lo que más me atrae de la obra de Gabriel es su generalidad, su amplitud, su dominio de una amplísima variedad de temas, siempre vistos en forma objetiva y con gran perspicacia. Nos habla de cultura, de educación, de economía, de política, de sociología, de literatura, de moral, y de muchos otros temas, siempre con la misma claridad, precisión y puntería. Sus textos son breves y concisos, alejados de la verborrea tan común en muchos escritores, y en sus líneas siempre se distingue una estructura lógica y bien ordenada.

¡Felicidades, Gabriel, y que sigas compartiendo tu sabiduría y tu visión de nuestra realidad durante muchos años más!



Hacerse oír

Víctor Hugo Piña Williams

El aspecto que me interesa en la obra de Gabriel Zaid es la cabalmente trabada y dinamógena articulación de sus aspectos plurales. Por ejemplo, la aventura verbal de su poesía, cursada en el recato de lo íntimo imposible, fruiciosamente imposible, y su abrazo armónico con la aventura pesquisitoria de la tasación de la poesía como parte de una improbable hacienda pública. O, asimismo, la articulación de lo invisible con lo audible en la comparecencia intelectual genuina, aquella que se centra y concentra en los asuntos de la sociedad y del bien común. Según ese oriente, Zaid escribe para hacerse oír, no para dejarse ver. Y en este movimiento poderosamente articulatorio, su prosa constituye la pieza de engarce eficiente y generatriz. La notable facultad suasoria de su escritura procede en forma importante de su excepcional pragmática argumentativa (no pocas veces demoledora) en la que se aprecian no sólo las pinzas agudísimas de la lógica, sino una especie de poética de la coordinación, yuxtaposición y subordinación oracional. Una poética de la articulación. ¿Una artización?



Un autor en su obra

Elena Poniatowska

Creo que nadie ha hecho más por la cultura en México y por que los mexicanos lean que Gabriel Zaid, y además es un gran poeta y un gran ensayista fuera de serie, yo lo aprecio de igual manera. Lo quiero mucho a él y a su mujer. Creo que es el más inteligente de los intelectuales mexicanos de la actualidad.

Nunca se ha dejado ver, y eso me parece de una gran sabiduría, dijo que no lo haría y lo ha cumplido a carta cabal, a él lo tenemos que buscar en su obra, no en la sección de sociales de los periódicos.


Claridad y transparencia

Francisco Prieto

Si la poesía de Gabriel Zaid es luz: luz de la tristeza, de la belleza del mundo, luz del acatamiento de la experiencia que nos forma, a veces esa luz se suelta "como el Espíritu fiel sobre las aguas". Así, la obra ensayística del poeta ilumina la realidad cotidiana sometiéndola a ese sentido que reunifica todos los sentidos: el común que en épocas aciagas escapa al común de los hombres. En la claridad conquistada por Zaid desde su compromiso con el rigor y la autenticidad, la pasión de confrontar, emergen los valores últimos que nos dan la experiencia de comunidad: el bien que apacigua nuestra alma, la verdad que nos confirma como seres que en temor y temblor dejaron atrás a la bestia primitiva, la búsqueda de la unidad que subyace a todo lo que es y el resplandor del ser que es la belleza y reconcilia en un haz de tonalidades la lucha sin fin de los contrarios.

No puedo escindir la poesía de Zaid de su pensamiento. Ambos tienen en común la pasión por iluminar el caos aparente. Su experiencia poética dominante es la luz que da sentido a todo lo que es, que por ella es. Si su poesía hace renacer en mí el amor a la vida, su pensamiento me hace presente que no todo está perdido puesto que cultos e incultos en su cercanía nos reconocemos en una naturaleza común.


Luminoso y crítico

Vicente Rojo

Gabriel Zaid nos enseñó (entre otros importantes ejercicios) a leer en bicicleta.

Poeta luminoso ("La luz final que habrá/ ganado lo perdido.// La luz que va guardando/ las ruinas del olvido.// La Luz con su rebaño de mármol abatido"), poeta perturbador en su brevedad (cada vez que publica una recolección de sus poemas en libros, ésta es menor que la anterior). Y poeta secreto, porque cada uno de sus poemas, como en toda la gran poesía, esconde el misterio de nuestra lectura, en la que encontramos el propio reloj de sol.

Y un ensayista y crítico original con sus pares. Y feroz (y exacto) con la vida cultural y también con la política en la que estamos inmersos y que no nos merecemos.


Obra estimulante

Enrique Serna

La obra de Gabriel Zaid es una de las rarezas más estimulantes de la literatura mexicana contemporánea. Lo califico de raro en el sentido que esta palabra tenía para los escritores del Siglo de Oro español, cuando se apreciaba, por encima de todo, el carácter anómalo del talento, su involuntaria singularidad. La rareza de su poesía, un género que ha cultivado a cuentagotas, quizá por un exceso de rigor, consiste en retratar el vértigo de la modernidad con una lucidez relampagueante, sin transigir con su compulsión autodestructiva, que el poeta observa desde una atalaya irónica.

En Sonetos y canciones , el último recuento de poemas que ha publicado hasta hoy (El Tucán de Virginia, 2011), recicla una forma clásica, el soneto, despojándola de su carácter intemporal, para reinsertarla, monda como una osamenta, en la "eternidad fugitiva" de nuestra época, una época en que las experiencias cruciales de la vida (el amor, la muerte, el arrobo frente a la belleza) se evaporan sin dejar huella en las conciencias embotadas por el ruido.

En la segunda parte del libro, Zaid reinventa en lengua española las canciones de Vidyapati (uno de los poetas más aclamados de la antigua lírica popular hindú), con una orfebrería voluptuosa y una fidelidad al lenguaje de la pasión, que recuerdan, por momentos, la paráfrasis del Cantar de los Cantares que le costó seis años de cárcel a Fray Luis de León. Como ensayista, Zaid ha conquistado merecidamente una legión de lectores. Su poesía es mucho menos conocida, pero le depara una ebriedad permanente a los lectores creativos que lo sigan por ese camino.


La lealtad de Gabriel Zaid

Jesús Silva-Herzog Márquez

Vicente Lombardo Toledano y Manuel Gómez Morin equivocaron el impulso. Para Gabriel Zaid la vida pública en México habría encontrado mejor estímulo si esos hombres hubieran creado revistas en lugar de haber fundado partidos políticos. A ambos los perdió la idolatría política: la creencia de que las cosas se cambian si se trepa a la cima. Araron en el mar del autoritarismo. Su genio se perdió en burocracias inservibles durante décadas. Y en lugar de darnos versiones mexicanas del New Statesman o del Economist , sostuvieron la imagen de competencia en un régimen de piedra.

Zaid ha estado libre de esa reverencia política que marcó el siglo XX: esa pasión desdichada por el poder de la que habló Octavio Paz y que, en alguna medida, lo atrapó también. ¿No calificó Paz de filantrópico al Estado mexicano? El hechizo del palacio como epicentro de la historia, la seducción del mando transformador, la fascinación por la revolución que lo limpia todo. Nadie entre nosotros ha mantenido con tan firme celo la independencia frente al poder como Gabriel Zaid. No le ha escrito al poder, le ha escrito siempre al lector. Su carta a Carlos Fuentes quedará como uno de los emblemas fundamentales del compromiso intelectual en el siglo XX mexicano.

Esa ha sido su lealtad desde el primer momento. Esa confianza de encontrar hoy o mañana un lector atento, inteligente. Para Zaid, la letra impresa, la música, el teatro son obras públicas tan importantes como lo son las calles, el alumbrado, los puentes o las presas. Por eso ha visto en la crítica de Cosío Villegas, en las empresas editoriales, en los corridos la infraestructura milagrosa de esa conversación que hace más habitable el mundo. La cultura es una fiesta cuyo sentido es el asombro, el descubrimiento, las ganas de vivir, la pasión por comprender, la inspiración, atisbos de plenitud. Una conversación que es una fiesta. No importa si uno es culto, dice Zaid. No importa si uno ha leído mucho o poco: lo que cuenta es "cómo se anda, cómo se ve, cómo se actúa después de leer. Si la calle y las nubes y la existencia de los otros tienen algo que decirnos. Si leer nos hace físicamente más reales".

La lealtad de Zaid es gozosa y risueña, sabia y juguetona. Ensaya con máquinas verbales, aforismos, parodias. Su fidelidad es también venenosa. Contra "la fauna parasitaria de la cultura" ha lanzado dardos letales. La fiesta encuentra en burocracias y camarillas intelectuales a sus peores enemigos. Es la convicción de que hay que cultivar un público exigente, que al lector no se le adula, que hay que abrir en México un espacio para la verdad.



Ingeniería luminosa

Minerva Margarita Villarreal

Gabriel Zaid es una de las voces imprescindibles de la literatura mexicana. Con una capacidad extrema de contemplar la complejidad con agudeza, desde la lírica intensidad, hace de la poesía un conocimiento alado, que indaga la libertad a la velocidad del vuelo, del nado, del camino trazado como canción y ética para alcanzar, nombrándolos, distintos planos de la vida.

Su poesía tiene la cualidad de la transparencia. Se adentra en el viento y el agua con la certeza de que, sean tierra o mar los atisbos del viaje, siempre llegará al fondo o nos llevará a las alturas, porque la empresa de sus hallazgos proviene de la fe, y su inteligencia está puesta en esta etérea llama, con todas las implicaciones que de tal hecho derivan. De ahí que sus profundidades puedan revelarse en la pulcra concisión de la imagen.

Como vemos, paralela a la criba y reelaboración de versos y poemas, hay en su obra una permanente e ingeniosa lectura reflexiva del entorno, que, como paisaje, nos contiene y observa, mientras nosotros, ¿lo contenemos?, ¿lo observamos?

Porque no sólo de pensamiento crítico vive el hombre. Y mucho menos el poeta, que puede encontrar, en el ojo mismo de la razón, la sinrazón que llama, la sinrazón que obliga, la sinrazón que anuncia.
La poesía de Gabriel Zaid se pone a sí misma en duda. ¿No es éste un paso definitivo hacia la grandeza?



El viñedo de Zaid

Juan Villoro

En su libro En el viñedo del texto , Ivan Illich se ocupó de la creación del libro en el siglo XII, con páginas, títulos, índice y puntos y aparte. En el Renacimiento la imprenta multiplicó ese invento. Ahora, con el libro electrónico y las redes sociales, se anuncia un horizonte cuyos alcances ignoramos.

La etimología de "página" proviene de "viñedo". La lectura es una forma de la cosecha. Gabriel Zaid cumple 80 años como custodio de ese viñedo. No es casual que compare la creación de una editorial con plantar un olivo.

En Los demasiados libros , aborda el temor reverencial que algunos padecen ante la abundancia de textos y la superstición de otros por coleccionarlos para fingir sabiduría. Con sensatez, propone un tipo de lectura asequible para todos: "La cultura es conversación [...] Una conversación que nace, como debe ser, de la tertulia local; pero que se abre, como debe ser, a todos los lugares y a todos los tiempos".

Introducir un libro en la conversación produce un efecto superior al de cualquier publicidad. No hay nada más viral que el comentario de un amigo.

Esto no significa que todos deban participar en la misma plática. La economía del libro es de escala reducida. Un título que vende tres mil ejemplares se paga a sí mismo y deja ganancia. En cambio, una película con ese número de espectadores es un desastre.

Aunque los lectores de un best-seller se cuenten por millones, lo que define al hecho cultural es la diversidad de pequeños públicos. Entender esto es un antídoto contra la crisis.

"El aburrimiento es la negación de la cultura", escribe Zaid. El organismo puede vivir sin distracciones, pero el arte revela una urgencia ajena a la biología y la economía: "Lo innecesario es la necesidad que integra todas las demás". De pronto necesitamos salir de nosotros mismos y un destino ideal es el libro que, paradójicamente, nos hace "más reales".

Cartógrafo de la letra, Zaid ha analizado con ironía las costumbres lectoras (Cómo leer en bicicleta ), la relación de los textos con la política (De los libros al poder ) y los milagros que se producen al pasar las páginas (Leer ).

Imposible saber cómo se leerá en el ignorado porvenir. En nuestro tiempo, Zaid cuida los brotes del jardín.

jueves, 24 de octubre de 2013

Premio Nobel Galardonan a maestra del cuento

11/Octubre/2013
El Universal
Yanet Aguilar Sosa

Como una “terrible sorpresa” y “algo absolutamente maravilloso”, calificó ayer la cuentista canadiense de 82 años, Alice Munro (Ontario, 10 de julio de 1931), ser designada Premio Nobel de Literatura 2013. La Academia Sueca la definió como “maestra de los cuentos cortos contemporáneos”, ella reiteró un deseo: “Que esto haga que la gente vea el relato breve como un arte importante, no sólo algo con lo que se juega hasta que logras escribir una novela”.
La canadiense que es amplia y profundamente conocida por un pequeño círculo de lectores, críticos, editores y académicos mexicanos, quienes la reconocen como una gran escritora que tiene bien merecido el Nobel de Literatura —al que había sido postulada desde hace varios años—, es aclamada por su narrativa sutil e incluso “sencilla pero al mismo tiempo compleja”, que además se caracteriza por su claridad y el realismo psicológico de sus personajes que son “comunes y corrientes”, inmersos en su vida cotidiana que transcurre en pueblos o ciudades pequeños.
Federico Patán, quien tradujo uno de los cuentos de Munro: “La paz de Utrecht”, para la antología ¿Dónde es aquí? 25 cuentos canadienses (FCE, 2002), aseguró que le encanta como escritora porque “Alice Munro hace que vidas humanas pequeñitas, de cualquier manera digan cosas muy profundas... Su literatura parece sencilla pero es compleja y es de estas literaturas que exhibe de modo sencillo las grandes profundidades de los seres humanos”.
Para el amplio público lector, Munro no es tan conocida a pesar de que el año pasado Random House Mondadori hizo circular en México cuatro de sus libros: Amistad de juventud, Demasiada felicidad, La vida de las mujeres y Las lunas de Júpiter, bajo los sellos Lumen y DeBolsillo. Sin embargo, para los conocedores de sus relatos, entre los que encuentran Federico Patán, Mónica Lavín, Claudia Lucotti, Roberto Frías, Ana García Bergua y Andrés Ramírez, Alice Munro es una cuentista consumada, que algunos consideran la “Chéjov canadiense”.
Esta escritora que comenzó a estudiar periodismo e inglés en la Universidad del Oeste de Ontario, pero los abandonó cuando contrajo matrimonio en 1951 y entonces junto con su esposo establecieron una librería en Victoria, en la Columbia Británica, publicó su primer libro en 1968: El baile de las sombras felices.
A partir de allí se sucedieron varios libros, siempre de relatos —aunque hubo por allí una novela, La vida de las mujeres—, hasta que el año pasado llegó Mi vida querida, el libro de cuentos con el que Alice Ann Munro se despidió de las letras a los 81 años por considerar que tenía que cerrar su ciclo. Un año después, la narradora se alza con el máximo galardón a la literatura que está dotado de ocho millones de coronas suecas —alrededor de 1.24 millones de dólares— que recibirá en una ceremonia en Estocolmo, Suecia, el próximo 10 de diciembre, aniversario de la muerte del fundador del premio, Alfred Nobel.

La compleja sencillez
Algunos críticos califican a Alice Munro como “La Chéjov canadiense”, en referencia al escritor ruso, también oficiante del cuento, Antón Chéjov, los más la celebran como una notable cuentista. Todos los escritores, críticos y editores consultados por EL UNIVERSAL destacan sus historias aparentemente sencillas que esconden una gran complejidad, pero también, que el Premio Nobel de Literatura se haya concedido a una escritora canadiense (por vez primera en su historia) y que se premie un género literario a veces desdeñado: el cuento.
“Sus historias se desarrollan a menudo en ciudades pequeñas, donde la lucha por una existencia decente genera a menudo relaciones tensas y conflictos morales, anclados en las diferencias generacionales o de proyectos de vida contradictorios”, señaló la Academia.
La investigadora de la UNAM Claudia Lucotti coincide.
“Sus cuentos parecen ser de bajo perfil, en general se centra en mujeres, aunque para nada es un trabajo feminista y en general son mujeres en sus vidas cotidianas, en sus relaciones de pareja, amorosas, como hijas o como madres, con una mirada muy aguda y un estilo económico pero sugerente pues se mete en las vivencias y en las vidas de gente común y corriente, y acaba mostrando cómo cualquier ser humano encierra un universo de interés y todo esto además con una serie de técnicas, no presta quizás tanta atención a las descripciones físicas de los personajes; no son cuentos con mucha acción y movimiento, pero lo que se explota de manera económica pero muy lograda son los procesos de cómo uno digiere, asimila, construye, arma lo que significa una experiencia vivida”, señala la académica universitaria cuya línea de investigación es la literatura canadiense.

Por su parte, el crítico y traductor Roberto Frías asegura que algo que es particular en Munro es que al ocuparse de este microcosmos hace con esa materia prima un mundo en el cual todavía hay muchos misterios más. “A través de lo que parece cotidiano y doméstico, emergen los misterios de nuestros actos, eso es lo que es sorprendente en ella. Logra encontrar en el ama de casa, en el trabajador de la construcción, en el granjero, además también en estos escenarios: la granja, la comunidad recluida en un entorno geográfico poco amigable, las cosas más extrañas y misteriosas de los seres humanos”.
La obra literaria de Alice Munro supera apenas la docena de libros, entre los que destacan La vista desde Castle Rock, El amor de una mujer generosa, Secreto a voces y El progreso de un amor, estos tres últimos llegarán a México a principios de noviembre bajo el sello RBA, y es considerada de gran calidad, muy interesada en las mujeres.
Andrés Ramírez, editor literario de Random House Mondadori México, dice que sus temas son principalmente las mujeres y las relaciones de pareja y familiares, pero siempre acentuando la psicología de los personajes y de estas mujeres con un toque de humor muy fino, medio negro. “ Sus cuentos son de una textura muy en apariencia sencilla, que se deja leer muy fácilmente, la complejidad está en todo el entramado de los personajes y de las historias que arma. siempre llega a la medula de los problemas que plantea”.
La escritora Mónica Lavín asegura que al premiar a Alice Munro se está premiando un género: el del cuento.
“Un cuento que hace honor a una tradición, el cuento chejoviano, el cuento que tiene que ver con personas como uno, donde fácilmente nos identificamos, relaciones familiares, mucho el tema de las mujeres, situaciones donde no pasa algo precisamente extraordinario pero sí pasa; todas estas formas de escritura donde trabaja mucho con la memoria, los tiempos, las idas y vueltas”.
Su colega y también gran lectora, Ana García Bergua, destaca la calidad de sus personajes: “Son como enigmas, a mí me gustan mucho, son como narraciones muy detalladas, muy cotidianas, de diferentes épocas, de repente unas cosas adquieren sentido mucho después, es como una narrativa de fresco, de que vas viendo todo muy de cerquita y te das cuenta de que ha hecho todo un dibujo. ¡Es padrísima!”.
En México, aunque con pocos ejemplares, están circulando ya en librerías cuatro libros: Amistad de juventud, Demasiada felicidad, La vida de las mujeres y Las lunas de Júpiter, bajo los sellos Lumen y DeBolsillo, pero en dos semanas aproximadamente Random House Mondadori hará rempresiones de esas cuatro obras y editará en México Mi vida querida, que hoy sólo circula en España, aunque sí se puede conseguir en formato digital, junto con los otros cuatro, en librerías mexicanas como Gandhi y Fondo de Cultura, o en plataformas como Amazon México y iTunes.
En un recorrido por librerías del Centro Histórico la tarde de ayer, constatamos que los libros aún no se exhibían; sin embargo pronto podremos leer a esta escritora que Frías define como poseedora de un “estilo que parece muy sencillo pero que siempre tiene algo desconcertante, ya sea una frase, una palabra ligeramente fuera de contexto, ligeramente extraña, tiene un método para escribir que me resulta demasiado original. En nuestro idioma sucede con Borges en la manera en que adjetiva, la manera en que pone el punto y coma, pues igual Alice Munro tiene eso, es el equivalente en inglés, sin ser preciosista”.

sábado, 29 de junio de 2013

'Rayuela'. 50 años de magia literaria

29/Junio/2013
Milenio



México • Cuando Julio Cortázar escribía los capítulos de Mandala —como pensaba titular a Rayuela casi hasta el último momento—, él mismo ya sabía que estaba ante una obra que buscaba lanzar retos al género, arriesgarse, trastocar a los lectores y, por supuesto, a sus pares, los escritores.
Con el paso de los años, la obra se consolida entre los libros emblemáticos de la literatura universal, por lo que, a unos días de conmemorarse el 50 aniversario de su publicación, varios autores reflexionan acerca de sus valores y, en especial, de su vigencia.
El primer sello en el que apareció la novela fue Sudamericana, pero después ha recorrido por diversas editoriales; Alfaguara festejó el 50 aniversario de la publicación de Rayuela, la cual salió de imprenta el 28 de junio de 1963, con una edición conmemorativa limitada, en la que se incluye un apéndice donde Julio Cortázar mismo hace un relato de la historia del volumen, a través de la correspondencia que estableció con diferentes personajes de la época.
JUAN VILLORO
Rayuela fue un libro que de inmediato creó una secta de lectores. Pertenecías a un club intelectual si lo habías leído. En cierta forma, lo leí como obra de autoayuda, para ir a París, conocer una chica como La Maga, hablar de cine de autor, psicoanálisis, surrealismo y tantas cosas más. Era un compendio de cultura sofisticada que te hacía sentir parte de una selecta cofradía, parecida al Club de la Serpiente.
Cortázar recupera en Rayuela el gusto cervantino por incluir historias independientes al interior de la novela y por cuestionar continuamente sus límites y la forma en que deben ser leídos. Eso, más los recursos de collage —las citas de poetas, del periódico, de diálogos oídos al pasar—, hacían pensar en una novela-álbum, donde lo propio y lo ajeno se mezclaban sin problema alguno. Fue, básicamente, un ejercicio de libertad.
Cortázar dijo que Rayuela era muchos libros, pero sobre todo dos. Se refería a las dos maneras básicas de leerlo (con los capítulos prescindibles o sin ellos). Hoy creo que esos dos libros se distinguen en forma estilística. Por un lado, hay una obra poderosa, escrita con humor y con un lenguaje altamente poético, que convoca escenas indelebles (el fuego recorriendo las calles de París, la muerte de Rocamadour, el tablón que se coloca de una ventana a otra, el concierto desierto de Berthe Trepart). Por otro lado, están las muchas alusiones culturales, algunas ya fechadas, otras sumamente esnobs. Ese bazar de referencias, de obra culta y “a la moda”, hace que ciertos pasajes hayan envejecido, pero los más fuertes sobreviven: Horacio Oliveira sacrificando un paraguas en el Sena o buscando a gatas un terrón de azúcar entre las mesas de un café.
IGNACIO SOLARES
La novela fue un parteaguas en mi visión de la literatura, pero también en mi visión de la vida. Recuerdo que la leí alrededor de los 23 años y luego la releí, pero aquella primera impresión es inolvidable: viví con profunda envidia no haber formado parte del Club de la Serpiente, no haber estado en esas pláticas abismales de Oliveira con La Maga.
Me cambió mi visión de la literatura y de, alguna manera, me hice escritor simplemente por el aliento que hay ahí. Creo que es una de las grandes almas que nos ha mandado Dios para hacernos mejor el mundo: si aquí estuvo Cortázar, quiere decir que no es tan mal planeta.
GERARDO DE LA TORRE
Para mí no hay duda: es la mejor novela de la América hispana. La pongo por encima de Pedro Páramo, El siglo de las luces, Cien años de soledad, La casa verde y las que se me escapen.
Más allá de las influencias, la enseñanza que me dejó es que la novela es un territorio de la libertad.
Su vigencia radica en su frescura, en su vitalidad, en la capacidad de Cortázar para crear situaciones insólitas o extravagantes y, sin embargo, plenamente comprometidas con la condición humana. Por su ruptura con lo convencional y por los elementos humorísticos y lúdicos que permean el texto entero (incluido el tablero de dirección, una broma más de don Julio). Y por sus personajes entrañables; todavía hoy La Maga es un modelo al que aspiran muchas jóvenes. Alguna vez Cortázar se preguntó si podría lograr algo trascendental. Bueno, a 50 años de la publicación de Rayuela y a 30 de la muerte de su autor, tenemos la respuesta.
ÁLVARO URIBE
A casi todo los lectores empedernidos que deciden probarse como escritores, una obra les sugiere que no es impensable y que, en todo caso, vale la pena intentarlo. Esa obra fue para mí, en 1971, Rayuela.
En su momento la leí con la devoción que suele profesarse no a los escritos, sino a las Escrituras. Nunca traté de imitarla, porque es imposible y, además, inútil. Pero me gusta pensar que por lo menos dos de mis novelas, cuya acción transcurre en París, son modestos homenajes que Cortázar no habría despreciado.
Temo que no sé en qué radique su vigencia. Por ser Rayuela una obra fundacional de mi juventud, no me he atrevido a releerla.
ÉLMER MENDOZA
Es una señal. Haberla leído daba confianza para subir al metro a medianoche e invitar a la chica más guapa de la facultad a una torta en el aeropuerto. Si terminabas su lectura en las islas eras el amo.
Quizá es el cierre de una etapa de las novelas de aventuras para dar paso al poder del intimismo en Latinoamérica. Comprendí la largueza del capítulo corto. El poder del juego al nombrar y sobre la ausencia de personajes importantes como La Maga en gran parte de la novela.
Es una obra única a la que incluso le fue escatimada su categoría de novela, y que es tan amplia que cabe en todos los años del siglo XXI.
SANDRA LORENZANO
Celebro a una maravillosa cincuentona, a alguien que nació en 1963 y que desde entonces viene rompiendo convenciones, clichés y lugares comunes literarios, una de las obras más fascinantes escritas en nuestro idioma. En ella, Cortázar buscó transgredir los cánones consagrados de la novela, a través del estilo, de la forma, de las referencias, del uso de la lengua y crea una novela lúdica, desafiante, profunda y sugerente sobre la vida y la muerte, el amor y la soledad, el azar y el destino.
En sus páginas está todo acompañando a Oliveira, a Traveler, a Talita y a ese personaje fascinante que es La Maga, un personaje que marcó a toda una generación, sin duda. Allí está todo y, en cierto sentido, estamos todos. Esta cincuentona entrañable es una de las obras que más me ha marcado en la vida.
ARMANDO GONZÁLEZ TORRES
Para un adolescente que ya tenía la aspiración de escribir, Rayuela era una escenificación del rito de pasaje artístico en la metrópoli e idealizaba esa vida bohemia y cosmopolita con ánimo de libertad, profusión de pedantería y farras multinacionales. En el aspecto sentimental tocaba de manera conmovedora los tópicos de la sexualidad, la amistad y, sobre todo, la noción del amor loco.
Para la época en que se publicó ya se habían editado varias obras profundamente innovadoras de la estructura y la función de la novela hispanoamericana. Contribuyó a popularizar una nueva forma de leer que desdibuja la narración lineal, introdujo elementos heterogéneos y subtextos en la composición y pidió una intervención más activa del lector.
Su vigencia, pese a arrugas visibles, radica en que no se agotó en el experimentalismo con la estructura, se trata de una novela con una tensión narrativa muy lograda y con personajes hondos y creíbles con los que es posible antagonizar o identificarse profundamente.
DIEGO RABASA
Fue uno de los primeros libros con los que entendí que uno podía trabar relaciones reales con personajes literarios. Es para mí un punto de inflexión a partir del cual los límites de la experiencia se volvieron mucho más flexibles.
Entender que se podía narrar una historia de manera no lineal y con una construcción casi personal me puso en evidencia el carácter individual que tiene la lectura en la mente de cada lector.
No imagino alguna circunstancia en la que no le hable directa y profundamente a lectores jóvenes en cualquier época.

CARTA A PACO PORRÚA, 1963*
Espero que hayas recibido mi telegrama, digno de Julio César por su concisión; pero la verdad es que por cable, cualquier frase de más de dos palabras suena horriblemente cursi. Imaginate que te hubiera puesto llegó rayuela stop muy conmovido stop. O bien: acuso recibo ladrillo stop ¿yo escribí eso? stop abrumado por peso del artefacto stop. De modo que opté por la vía del pudor, pero no quise que pasara más tiempo sin que supieras que, por fin (¡cuántos años, ya!) el círculo se había cerrado y esta vieja mano que escribió esas viejas páginas palpaba casi incrédulamente un volumen de fondo negro.
Quisiera estar en Buenos Aires para decirte que nos tomáramos un vino juntos y entonces, vagando por alguna calle de noche, decirte a mi manera todo lo que aquí se enfría y se ordena en rayitas horizontales y se convierte en idioma. La gratitud es incómoda, decía no sé quién; no es que sea incómoda en sí, es que resulta casi imposible, entre hombres, hacerla sentir si no es con uno de esos gestos casi imperceptibles, ofreciendo un cigarrillo o rozando apenas un hombro, o quedándose callado en el momento en que los manuales de buena educación ordenan decir las frases justas. Pero por suerte vos y yo nos hemos visto lo bastante en esta vida como para saber que mucho de lo que no nos decimos queda dicho para siempre. Me basta con que estés seguro de eso.
*Tomado de Rayuela, edición conmemorativa, Alfaguara, 2013.

sábado, 25 de mayo de 2013

Suplementos culturales, los semilleros de figuras

25/Mayo/2013
El Universal
Abida Ventura

Con una larga tradición en la historia del periodismo, los suplementos culturales en México han funcionado, según las voces de sus protagonistas y críticos, como tribuna desde donde se lanzan los nuevos escritores, como espacios de experimentación de diversos géneros como la reseña, la crítica, el ensayo, el cuento o la poesía, así como semilleros de grandes plumas.
La existencia de estos espacios periodísticos, en donde se han formado grandes figuras de la literatura y la plástica mexicana, como Octavio Paz, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, José Luis Cuevas y Vicente Rojo, cobran importancia porque también son enormes promotores de la cultura, opina Elena Poniatowska, una de las escritoras que se inició en las páginas del suplemento cultural de referencia, México en la Cultura, dirigido por Fernando Benítez, el gran promotor de la cultura y de los escritores mexicanos de la segunda mitad del siglo pasado.
“Desde ahí, como escritores, podemos impulsar los primeros cuentos y ahí tienen acceso muchos poetas, ensayistas. Es un semillero de nuevas figuras y de lo que nosotros podemos darle a nuestra cultura”, comenta en entrevista la autora de Leonora y La noche de Tlatelolco.
La periodista lamenta que actualmente en México no existan muchos suplementos culturales de calidad, ya que además de ser espacios de formación, funcionan como promotores de la cultura.
En México, reitera el ensayista, escritor y crítico literario Emmanuel Carballo, los suplementos culturales han sido la tribuna de los nuevos escritores. “Es la antesala del libro, muchas veces los escritores publican primero en los suplementos y si tienen éxito en el público van a las editoriales para publicar un libro. Han sido un espacio fundamental para la literatura mexicana”, dice.
Además, explica Carballo, quien ha sido colaborador en múltiples revistas y suplementos culturales, son punta de lanza para las nuevas generaciones. “Los jóvenes hemos sido miembros de los comités de redacción y cuando crecemos somos críticos de los suplementos”, dice.
Espacio para la literatura
La investigadora Irma Elizabeth Gómez Rodríguez, del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM (IIB), recuerda que desde el siglo XIX la prensa fue el único medio en el que los escritores e intelectuales mexicanos encontraron, además de una forma de subsistencia, la oportunidad de difundir sus obras, sus ideas y críticas al sistema político de la época. “La gran importancia de todas estas secciones dedicadas a la cultura es que fueron un espacio de formación de escritores, porque en ellos se podía experimentar con géneros que llegaban desde el extranjero, en esos suplementos es donde se aclimataron los géneros nuevos y eso hace que avance la literatura en México, como fue el caso de la Revista Azul, un suplemento del periódico del Partido Liberal, totalmente porfirista, y que sin embargo tenía a autores de la talla de Manuel Gutiérrez Nájera”, dice.
Desde los comienzos del periodismo mexicano, añade Gómez Rodríguez, los suplementos culturales han otorgado sus páginas a la experimentación. “Fueron un motor de especialización del literato, porque antes de que la prensa se fuera industrializando y especializando, el literato escribía de todo. Así van surgiendo figuras como el reportero, y el literato comienza a dedicarse más a la creación literaria, que a la opinión”, concluye.

domingo, 12 de mayo de 2013

Carlos Fuentes: El origen de la región más transparente

12/Mayo/2013
El Universal
Yanet Aguilar Sosa

Cuando Carlos Fuentes obtuvo la beca del Centro Mexicano de Escritores (CEM), entre 1956 y 1957, tenía apenas 28 años pero ya había publicado un libro de cuentos, Los días enmascarados -que salió justo el día que cumplió 26 años, el 11 de noviembre de 1954-; también había publicado una gran cantidad de “cuentos dispersos en revistas, ensayos y crítica”. El que accedió a la beca en esa institución donde Juan Rulfo terminó de escribir Pedro Páramo y El llano en llamas, y donde Juan García Ponce le puso punto final a La casa en la playa, ya era un escritor potente.
A esa edad, Carlos Fuentes tenía muy claro el proyecto de su novela La región más transparente del aire, que publicó en 1958 con un título más breve: La región más transparente; y tenía aún más clara su pretensión de convertirse en un importante narrador: “Mis intereses se localizan fundamentalmente en el campo de la creación literaria: novela y cuento”. Aspiraba muy alto, a escribir la novela nunca escrita en México.
A un año de su muerte –ocurrida el 15 de mayo de 2012–, revisamos sus dos expedientes en el Centro Mexicano de Escritores; allí, entre notas periodísticas que dan cuenta de su ascenso como gran intelectual mexicano, y numerosas entrevistas en los principales diarios y revistas de circulación nacional, está la carta de motivos para obtener la beca, redactada a máquina, la acompañan dos cuartillas apretadas con su historia biográfica y bibliográfica, y el plan de trabajo de La región más transparente del aire en 29 capítulos, así como dos medias cuartillas escritas a mano sobre la misma novela, y el convenio firmado entre Carlos Fuentes y el CME.
En la solicitud de beca, fechada el 20 de junio de 1956, hay datos que llaman la atención: pone como fecha de nacimiento el 11 de noviembre de 1929 –la real es 1928-; cita la recepción de Los días enmascarados de Emmanuel Carballo y Alí Chumacero para sustentarse como escritor, e incluye una petición de carácter totalmente personal: “La beca que me permito solicitar es, hasta diciembre de 1956, la de soltero. Como el día 6 de enero habré de contraer matrimonio, le ruego al honorable Comité de Becas considerar la posibilidad, en caso de que me favorezcan con la beca, de que a partir de enero de 1957 se me adjudique la beca correspondiente a casados”.
Sus aspiraciones eran sumamente ambiciosas, se propuso escribir una enorme novela, la protagonizada por Ixca Cienfuegos: “En ella, busco la expresión de una serie de temas hasta la fecha casi vírgenes en nuestras letras: la ciudad de México, la creación de una clase media urbana de una alta burguesía en la postrevolución, la vida de diversos grupos sociales, el intelectual, el de la clase alta, en el de los aventureros ‘internacionales’ desde el nuevo marco social y el contrapunto de la vida popular de la ciudad. El choque de estos elementos y lo que tal choque nos revela de la conciencia mexicana son, a la vez, mis temas, mis propósitos”.
Fuentes antes de Fuentes
Los años formativos del escritor mexicano son sumamente creativos, tal como lo constatan Jorge Volpi, quien organizó el “Congreso Internacional Carlos Fuentes. 80 años” y ha revisado el archivo que el escritor vendió en 1995 a la Universidad de Princeton; Georgina García Gutiérrez, estudiosa de Fuentes; y, Julio Ortega, crítico literario peruano que en 1996 escribió el Retrato de Carlos Fuentes.
La investigadora del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, quien publicó el libro colectivo La región más transparente en el siglo XXI, asegura que en la época del CME Fuentes era un joven entusiasta, con inquietudes intelectuales y gran vitalidad. “Era una figura que se convirtió muy pronto en líder, siempre tenía posibilidad de vinculación con el extranjero, recuperación de las tradiciones mexicanas en su literatura. Desde joven tenía esa gran personalidad que conocemos”, dice.
Jorge Volpi revisó la etapa joven de Fuentes en el archivo personal del escritor que consta de 125 metros lineales. Ese acervo que está en una bóveda especial de la Biblioteca de la Universidad de Princeton contiene cuadernos, manuscritos, libros, guiones, discursos, entrevistas, fotografías y correspondencia en la única caja cerrada y que se abrirá el 14 de mayo de 2014, como lo dispuso el escritor.
“El joven Fuentes, que cada vez es más el Fuentes dicharachero, pachanguero y bailador, el atleta de la palabra, y los papeles de fines de los cuarenta se multiplican en su archivo. Escribe lánguidos poemas amorosos, calaveritas a sus amigos y conocidos, artículos sobre la situación política del país y del mundo, crónicas de sociales (que firmaba como POPOFF) y decenas de cuadernos con anécdotas, ideas y relatos. La constante vuelve a ser su aguda mirada social, el bisturí con el que disecciona a esa sociedad malevolente que lo acoge con idénticas mezclas de entusiasmo y de recelo”, dice Volpi en su artículo “El alquimista y el atleta. Un retrato del Fuentes adolescente”, que proporcionó a este diario.
Tras su muerte se han publicado tres libros póstumos: Personas, Federico en su balcón y La novela y la vida, que aún no circula, allí se reúnen cinco de sus discursos: el de su ingreso a El Colegio Nacional en 1972; cuando recibió el Premio Rómulo Gallegos; el de una edición de los Premios Ortega y Gasset, el de la apertura del Tercer Congreso Internacional de la Lengua Española en 2004 y el del 1 de mayo en Buenos Aires, días antes de su muerte y que da título al libro.
Pero vendrán más libros, se espera Literatura y cine con semblanzas de divas, y Julio Ortega está terminando un volumen sobre la obra narrativa de Fuentes y dictará para otoño el curso “Carlos Fuentes y la nueva narrativa mexicana”. Ortega cuenta que Silvia Lemus, viuda del escritor, ha estado poniendo en orden los numerosos papeles de Carlos de los últimos años. “Todavía no aparece la novela colombiana, fuera de unas páginas. Yo espero que el formidable sistema de Bibliotecas de la Ciudadela logre construir un archivo de la memoria de la escritura mexicana, donde los estudiantes puedan conocer mejor la complejidad y hondura de sus escritores. Podrían tener copias de los archivos de Princeton, por ejemplo, y un mecanismo que favorezca la adquisición de otros archivos. Es un momento propicio”.
Julio Ortega concluye: “Nos estamos perdiendo su demanda de libertad. Fuentes fue un desafío para todos sus amigos y lectores. He pensado que esperaba que fuéramos capaces de asumir los riesgos de pensar libremente, fuera de los partidos, las instituciones, las ideologías, el descreimiento, la ambición de poder y la violencia mutua. Ese optimismo civilizado es su herencia”.

lunes, 29 de abril de 2013

Bolaño, el atracador de libros

28/Abril/2013
Milenio
José González Méndez

Al otro lado del teléfono, el actor, poeta y diplomático Hugo Gutiérrez Vega afila un pequeño ajuste de cuentas contra Roberto Bolaño. No olvida que en Los detectives salvajes, la novela que lo lanzó a las grandes ligas de la literatura, el chileno lo llama cabrón.
“Más vale cabrón, que pendejo”, dice unos días después en su cubículo de La Jornada Semanal, donde habla sobre el escritor que hoy cumpliría 60 años.
Gutiérrez Vega es un ser enorme. Como actor fue cura, marido cornudo y criatura cervantina, pero bien puede pasar por luchador romano o pensador griego por su barba prolija. Hoy, sin embargo, no lleva túnica, sino una impecable guayabera blanca.
Mientras busca la página en que Bolaño acuñó la afrenta, considera que en realidad es un “elogio”. En el habla mexicana, ser cabrón es ser abusivo, caradura, pero por esos raros dobleces que tiene la lengua también es sinónimo de audaz, atrevido, chingón.
Para entonces el poeta ha encontrado el párrafo y lee:
“Una vez robé una escultura de la Casa del Lago (dice Piel Divina, uno de los personajes de la novela). El director, el cabrón de Hugo Gutiérrez Vega, dijo que había sido un real visceralista. Belano (Bolaño) dijo que imposible. Se debió poner colorado de vergüenza. Pero me defendió, dijo que imposible, aunque sin saber que había sido yo”.
El pasaje es real, pero incompleto. El grupo de Bolaño no solo robó la escultura, sino una máquina de escribir. El incidente ocurrió en 1976, cuando Gutiérrez Vega era director de la Casa del Lago, el espacio cultural que tiene la UNAM en el Bosque de Chapultepec.
“Los Infrarrealistas vinieron a verme para pedirme un aula. Se las di. Ahí comían y a veces dormían. Por entonces fueron contratados para dos recitales de poesía, pero pagaron esa hospitalidad robando cosas”, señala.
Los infras eran un grupo de jóvenes greñudos, aspirantes a poetas, que iban de un lado a otro reventando recitales y lecturas de escritores como Octavio Paz, una estrategia guerrillera de golpear al objetivo y retirarse.
La Casa de Lago vivía un periodo de esplendor y su director participaba entonces en la obra Robert ce soir, la historia de una mujer que recibe en el baño a sus amantes imaginarios y en la que el público se convierte de pronto en voyeurista, porque la trama solo puede seguirse por una ranura.
La puesta en escena disparó la alarma de las “buenas conciencias” dentro y fuera de la UNAM, y el rector Guillermo Soberón llamó a Gutiérrez Vega.
–Hugo, creo que han armado un escándalo.
–No sé por qué, señor rector.
–Me dicen que la protagonista sale semidesnuda.
–No está semidesnuda, señor, está desnuda.
–Pero hay un momento en que un enano entra al baño de la señora.
–Hasta ahí vamos bien.
–¡Pero me dicen que abre las piernas!
–Seguimos en lo correcto.
–¡Y que el enano le pone un anillo en el clítoris!
–Sí, señor, pero casi nunca le atina…
Puestas frente a frente las propuestas artísticas de la época, reflexiona Gutiérrez Vega, los infras eran “unos niños de pecho”.
Ya está: para un cabrón, cabrón y medio, como decimos en México.
***
El café La Habana (café Quito en Los detectives salvajes) también formó parte de la geografía de Bolaño en México. Ahí se fraguó el viaje de los realvisceralistas a Sonora en busca de la poeta Cesárea Tinajero y ahí se vio por última vez al chileno Arturo Belano antes de que su trashumancia lo llevara a Barcelona.
A principios del siglo pasado el inmueble fue una tienda de maquinaria agrícola e industrial, y se convirtió en cafetería hasta 1952. Parece extraño, pero ningún cubano participó en la fundación, aunque su primer propietario fue un español desembarcado de La Habana.
Ricardo Mendoza —75 años, voz nasal— es representante legal del negocio desde 2003, pero cliente leal desde hace 40 años. En algún momento debió cruzarse con Bolaño en este espacio donde todos los días se sirve o se vende el equivalente a 4 mil 500 tazas de café.
Abundan, sí, las historias fantásticas. Algunos comensales juran que Fidel Castro y el Che Guevara planearon aquí la Revolución Cubana. Otros aseguran que Bolaño se lió a golpes con Octavio Paz y luego trasladaron su disputa a la poesía. Los más despistados piensan que Roberto Bolaño es hijo de Roberto Gómez Bolaños, Chespirito. ¡Chanfle!
Lo cierto es que el café La Habana fue por siempre punto de encuentro de periodistas. En algún tiempo hubo en un kilómetro a la redonda hasta cinco periódicos nacionales (hoy son tres, incluido MILENIO), dos estaciones de radio y una televisora.
—Luego llegaron los intelectuales. Después los artistas y los deportistas, atraídos por los reporteros, en busca de entrevistas gratuitas —dice Ricardo.
Hoy funge de antesala de la Secretaría de Gobernación, la oficina gubernamental más importante en México después de la Presidencia de la República. Entre una y otra hay 100 metros de distancia. Muchos políticos pasan por aquí antes de acudir a la dependencia para idear un país que no termina de nacer.
En un artículo titulado publicado en España, Bolaño cuenta que en un pueblo de Barcelona hay una pastelería cuyo propietario era el poeta Foix de Sarrià. A modo de homenaje, los familiares colocaron en la entrada del negocio un busto del escritor catalán.
En el café La Habana también hay vestigios de Bolaño. En una placa develada el año pasado se leen nombres de visitantes distinguidos. Ahí están Octavio Paz, Fidel Castro, Ernesto Che Guevara, Gabriel García Márquez, Jesús Martínez Palillo, Renato Leduc y Roberto Bolaño, el chileno que siempre pedía café con leche.
***
¿Qué agregar de Bolaño? Vino de Chile en 1968, a los 15 años. Fue líder de los infras. Quiso suicidarse por una decepción amorosa. Se quedó sin dientes muy joven. Convirtió el robo de libros en arte. Su mejor amigo fue el poeta mexicano Mario Santiago Papasquiaro.
En 1977 emigró a Barcelona. Fue vigilante de camping, lavaplatos y estibador de barcos. Adoraba el arroz, porque a veces no tenía más que comer. Vivió en Gerona, donde una calle lleva su nombre, al igual que un salón de la biblioteca pública de Blanes.
Fue un escritor casi desconocido hasta 1998, cuando publicó Los detectives salvajes. Con esa obra ganó los premios Herralde y Rómulo Gallegos en 1999. Sedujo a la crítica estadunidense. Susan Sontag era su fan. Patti Smith le dedica canciones en sus conciertos.
Murió el 15 de julio de 2003, a los 50 años. Necesitaba un trasplante de hígado por una deficiencia inmunológica. Es el latino que más vende en Estados Unidos. Se convirtió en lo que más odiaba: un escritor de éxito.
***
La biografía literaria de Bolaño está en sus libros. Su pensamiento y sus ideas están en sus artículos y entrevistas. Pero su perfil íntimo, sus secretos los conocen solo sus amigos. La escritora, poeta y dramaturga Carmen Boullosa sabe de esto.
Identificó a Bolaño como líder de los infras, hace más de 30 años, pero se conocieron hasta 2000 en Viena durante un foro sobre el exilio. Al igual que Enrique Vila-Matas, Juan Villoro y Rodrigo Fresán, Boullosa fue una interlocutora privilegiada del chileno.
Más aún, posee una correspondencia abundante con el Bolaño de los últimos años, con el escritor enfermo, pero rabiosamente mordaz. En alguna carta o correo, el chileno confiesa a Boullosa, por ejemplo, que Carlos Fuentes no era un escritor.
¿Te lo contó?
Lo escribió en los mensajes que me mandaba. No le tenía respeto a Fuentes como escritor.
¿Cuál era su argumento?
Como escritor y figura pública era problemático. Tiene libros rescatables, pero en los últimos años no había nada que leer de él. Fuentes dejó de tener ángel hace mucho tiempo. Le faltaba llama a su literatura. Ya era más tarea que verdad.
Por esa misma correspondencia, Boullosa supo que Bolaño dejó a Carmen Pérez de Vega, su pareja sentimental al momento de morir, el disco original de la novela 2666, algo que contradice la versión de “los herederos” (su esposa, Carolina López, principalmente).
En una nota que abre esa obra monumental de más de mil páginas, “los herederos” aclaran: “Roberto dejó instrucciones de que su novela 2666 se publicara dividida en cinco libros”, uno cada año. Su objetivo, decían, era “proteger económicamente a su familia”.
Precisan que la decisión fue comunicada días antes de su muerte por el propio Bolaño a Jorge Herralde, su editor en Anagrama. Sin embargo, la correspondencia de Boullosa dice algo distinto:
“Todo mundo sabe que Bolaño tenía otro amor. A ella (Carmen Pérez de Vega) le dejó el disco de los seis-seis-seis, pero torpemente lo cedió. Es una persona que tiene problemas económicos y que pudo aprovecharse para vivir de los derechos de autor si hubiera querido, porque fue su compañera sentimental siete años, no dos, como se dice.”
¿A ella le dejó el disco de 2666?
Sí. Ella se quedó con ese último libro. En realidad se quedó con dos (el otro es El gaucho insufrible). En disco se los dio a ella y Carmen se los entregó a Herralde.
***
Han pasado 10 años desde la muerte de Bolaño, un tiempo prudente para saber si su literatura ha envejecido, si sigue teniendo el mismo peso literario, más allá de la bruma que dejó su muerte temprana y convertirse en autor best seller.
Bolaño es Bolaño, dice el escritor Jorge Volpi en respuesta a un cuestionario enviado por correo electrónico. Es decir, no es Borges, no es Cortázar, no es García Márquez, sino su heredero. No los ha copiado, y eso es importante; tiene una obra distinta, propia, con un peso específico único.
¿Qué lugar ocupa Bolaño en la literatura latinoamericana?
Bolaño es el último escritor latinoamericano. Es decir, es el último que responde directamente a la tradición latinoamericana. Por su sensibilidad y su idea de lo político, es lo contrario a la generación del boom, pero al mismo tiempo es heredero de la gran novela latinoamericana encarnada por esos escritores.
¿Bolaño es el post-boom?
El post-boom se aplica a la generación inmediatamente posterior al boom. Bolaño era más joven y empezó a publicar sus grandes libros más tarde. Es más bien un mutante entre el boom y las generaciones más jóvenes, las nacidas en los sesenta y setenta, para quienes se convirtió en un modelo.
¿Qué lugar ocupan Los detectives salvajes y 2666 en la literatura del continente?
Son una continuación de Rayuela o Cien años de soledad, es decir, forman parte de la gran tradición de la literatura latinoamericana. Pero también son, como las obras de García Márquez, Vargas Llosa o Fuentes, herederas de la gran tradición de novela total que se encuentra en Thomas Mann, Marcel Proust, James Joyce o William Faulkner.
Juan Villoro ha dicho que 2666 es una de las primeras novelas sobre la literatura o la realidad global del siglo XXI, “una novela total, no solo por los temas, sino por la sensación de trabajar en muchos lugares al mismo tiempo”.
Enrique Vila-Matas considera que Los detectives salvajes es “un carpetazo histórico y genial a Rayuela”. Para el crítico Christopher Domínguez Michael, es “la más persuasiva de las novelas mexicanas de los último años”, pero escrita por un chileno.
***
A cuadro para la televisión chilena, Bolaño —cejas enormes, lentes gigantes, cigarro sempiterno— suelta una confesión que no debe hacerle gracia a los empresarios editoriales: “robar libros no es delito”.
Lo dice un profesional del hurto, alguien que a su paso por México convirtió esa actividad en arte. En la Librería de Cristal, de avenida Juárez (DF), Bolaño robó a los 23 años Afrodita y Las canciones de Bilitis, de Pierre Louÿs; El hipócrita feliz, de Max Beerbohm, y decenas de libros más de Rulfo, Arreola, Amado Nervo, Alfonso Reyes, Gilberto Owen, Renato Leduc...
“Pasé de ser un ladrón de libros a ser un atracador de libros”, dice el escritor en un artículo publicado en el Diario de Gerona. Hasta que un día lo atraparon. Fue en la librería El Sótano, que también estaba frente a la Alameda.
“Mi detención fue ignominiosa. Amenazaron con expulsarme de México, con darme una madriza. Al final me dejaron libre, no sin antes apropiarse de todos los libros que llevaba, entre ellos La caída, de Albert Camus, aunque ninguno lo había robado ahí.”
La Librería de Cristal ya no existe. El Sótano sí, pero en otro local. El sismo de 1985 dañó la estructura del edificio San Antonio, en el número 64 de avenida Juárez, que albergó a la librería desde 1966. En esa esquina está hoy el hotel Sheraton.
Más de una década después El Sótano regresó a la Alameda, ahora al número 20. Hoy es una cadena nacional de 12 tiendas, incluidas siete en el DF, que ofrece 100 mil títulos.
Manuel Mavil Ramírez, sobrino del fundador de la librería, Manuel López Gallo, asegura que hoy sería imposible que Bolaño robara libros. Las cámaras de circuito cerrado y las etiquetas magnéticas colocadas en cada ejemplar hacen casi imposible el hurto.
Bolaño pudo robar libros gracias al modelo aplicado por El Sótano, que consistía en eliminar los mostradores y permitir a los lectores tocar, hojear y oler los libros. López Gallo murió el pasado 15 de abril. “Negocio donde no se roba no es negocio”, decía.
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Bolaño sigue a cuadro. Durante más de una hora ha hablado de poesía, de exilio, de Chile, de Efraín Huerta, de la hija de éste, Thelma, con la que tuvo un brevísimo romance, y de Octavio Paz, al que reconoce como un “gran poeta”, pese a su odio juvenil. También ha criticado a los “malos copiones, a los que simplemente plagian”.
De hecho, consideraba “escribidores”, no escritores, a autores como Isabel Allende, Marcela Serrano, Antonio Skármeta, Ángeles Mastretta o Arturo Pérez-Reverte.
“Son meras cajas de resonancia de las técnicas y temáticas habituales con las que las editoriales atraen a las masas lectoras hacia la mesa de novedades. No hay que confundir el hit parade con la literatura”, escribió otro artículo para el Diario de Gerona.
“Un escribidor es alguien que no asume riesgos, que repite esquemas narrativos archisabidos y solo se preocupa de redactar una historia sin entender que la literatura, como cualquier disciplina artística, debe tener diversos niveles de juego estético.
“Dios bendiga a los hijos tarados de García Márquez y a los hijos tarados de Octavio Paz. Dios bendiga los campos de concentración para homosexuales de Fidel Castro y (…) el castellano que utiliza Hugo Chávez, que huele a mierda y es mierda.” Todos somos “responsables de esos alumbramientos”.
Según Carmen Boullosa, quien vive en Nueva York desde hace 10 años, Bolaño ya es el escritor latinoamericano que más vende en Estados Unidos, como antes lo fue García Márquez.
“Abusé del sexo, pero nunca contraje una enfermedad venérea. Abusé de la lectura, pero nunca quise ser un autor de éxito.”
El atracador de libros en voz propia.

martes, 2 de abril de 2013

La impertinencia salvaje de los infrarrealistas

2/Abril/2013
El Universal
Yanet Aguilar Sosa

En agosto de 1976, un grupo de escritores latinoamericanos, comandados por el chileno Roberto Bolaño y el mexicano Mario Santiago Papasquiaro, fundaron el movimiento infrarrealista. A más de 35 años de distancia, esos escritores “infras” viven más en la leyenda edificada por Bolaño en su novela Los detectives salvajes -donde los llama “realvisceralistas”- que en la realidad; casi como en la novela, en la vida real ese grupo de poetas no dejó textos escritos ni documentación poética por ninguna parte.
Fuera de Bolaño y Bruno Montané -considerados sus guías y teóricos-, de Mario Santiago Papasquiaro y acaso de Pedro Damián Bautista, el infrarrealismo es más un momento que un movimiento literario. Para algunos estudiosos, ensayistas y poetas, ellos fueron un pequeño grupo de amigos pero no un movimiento; para otros, fue una rebelión vitalista.

En este 2013, cuando se cumplen 15 años de la muerte de Papasquiaro, ocurrida en la ciudad de México el 10 de enero de 1998, y una década del fallecimiento de Bolaño, ocurrido en Barcelona el 15 de julio de 2003, ese grupo de poetas que vivieron seducidos por la utopía de “volarle la tapa de los sesos a la cultura oficial”, es revisado por los poetas y ensayistas José María Espinasa, Armando González Torres, Aurelio Asiain y Luis Felipe Fabre.

Sobre si los infrarrealistas fueron en realidad una corriente literaria o un movimiento, si hicieron verdaderos aportes, si los unía una convicción creativa o se perdieron en la utopía de “volarle la tapa de los sesos a la cultura oficial”, si dejaron libros o poemas que sobrevivan al tiempo, si les ayudó o pesó demasiado la figura de Roberto Bolaño, hablan los poetas consultados por EL UNIVERSAL.

José María Espinasa asegura que Los detectives salvajes le otorgó al infrarrealismo un lugar en la mitología literaria mexicana y latinoamericana. “El talento de Bolaño -indudable, sobre todo como narrador- se combinó, después de su lamentable fallecimiento, con un fenómeno de ventas que hizo que los profesores y académicos se pusieran a leer aquello que antes despreciaban. También provocaron un cierto interés entre los verdaderos lectores, pero este se diluyó pronto”.

El poeta y editor mexicano señala que, como todos los movimientos grupales, su importancia literaria se define por la calidad de cada uno de ellos de forma independiente y que los llamados infrarrealistas en los años 70 animaron un poco el ambiente literario mexicano, pero sus escritos resultaban más síntomas de la época que verdadera literatura. “El desparpajo del verso y las mezclas de alta cultura, cultura popular y contracultura ya eran habituales en aquellos años. Su novedad no tenía nada de nuevo”.

Para González Torres “el infrarrealismo resulta ante todo una rebelión vitalista. Quizá su rasgo más característico es el intento de expropiar la poesía de sus referentes elitistas y volverla más callejera, plebeya, elocuente y vital. Este intento permanece más en la leyenda y la anécdota que en las obras”.

Los infrarrealistas eran una pandilla de amigos que se impuso “volarle la tapa de los sesos a la cultura oficial”, como señala en algún punto El Manifiesto Infrarrealista de poco más de seis cuartillas, redactado por Roberto Bolaño en 1977. Hay quien dice que era un grupo de unos 40 poetas, otros dicen que no eran más de 30 “alegres muchachos proletarios”.

Niños salvajes
Es simbólica la foto de los jóvenes poetas sentados en las escalinatas de la Casa del Lago, donde tomaban el taller con Juan Bañuelos, a quien “renunciaron” en una carta contestataria; ahí están Bolaño -al centro- y Santiago Papasquiaro -arriba- con otros siete “infras” que se perdieron en el tiempo.
Aurelio Asiain asegura que “los infrarrealistas fueron un pequeño grupo de amigos, no un movimiento, con intención contestataria, enamorados de la vieja figura romántica del poeta como encarnación de una sensibilidad en carne viva y una conciencia crítica y en permanente crisis, inasimilable a ningún valor social y a ninguna moral establecida, rebelde a toda forma de institucionalización y transgresora por definición”. El poeta, ensayista, traductor y profesor universitario agrega que fueron una figura ideal que responde en último término a un narcisismo adolescente elemental. “Como poetas son deleznables. No tuvieron ninguna repercusión ni en la poesía mexicana ni en la vida literaria del momento, más allá de un solo episodio minúsculo. Que el genio narrativo de Roberto Bolaño haya magnificado ese gesto en epopeya es admirable. Que haya quienes confundan esa versión novelesca con la realidad es ridículo. La versión de la tradición mexicana que parte de esa fantasía novelesca es una tontería sublime”.

Espinasa dice que compartían una convicción creativa con la utopía de “volarle la tapa de los sesos a la cultura oficial” y eso es lo que permitió que retrospectivamente y con la nostalgia de esos niños salvajes en un medio tan acartonado como el mexicano se volvieran un referente. “Aunque la cultura oficial ni se despeinó con sus impertinencias iconoclastas”.
Y es que el infrarrealismo es complicado de definir, Luis Felipe Fabre asegura que aun leyendo los poemas de sus integrantes, resulta difícil definir en qué consistía, y que tal vez ni ellos mismos lo sabían con claridad; si acaso se nota una inconformidad frente al modelo imperante representado en la figura de Octavio Paz.

Sin embargo, González Torres encuentra ciertas coincidencias estéticas entre algunos de ellos: “hay, en general, una tendencia a la dislocación sintáctica, a la supresión de la puntuación, al uso de onomatopeyas y violencia verbal y a la libre asociación de ideas como forma de composición. Pero tal vez más importante que estos rasgos estilísticos, sea el culto a una figura del artista maldito, bohemio y contestatario que asume su marginalidad como un apostolado. No extraña que mucha de la producción infrarrealista sea una poesía confesional y descarnada que combina una rebeldía adolescente con un tono de insurrección y resentimiento”.

¿Sin legado?
Si tenían a Efraín Huerta como una de sus figuras tutelares e incluso cariñosamente lo llamaban “Infraín”, los infrarrealistas denostaban la figura de Octavio Paz y se manifestaban en lecturas de poesía.
González Torres dice que aunque existen una serie de manifiestos y proclamas que dan cuenta de su actividad, el infrarrealismo más bien es un movimiento poco afecto al testimonio escrito, que exalta, a la vez, la rebeldía y el exceso, que señala una regla de vida en la marginalidad y la renuncia a las convenciones y que, en el plano literario, busca subvertir las rígidas concepciones y jerarquías poéticas de la época y son legendarias sus irrupciones para escandalizar en los recitales de los años 70 y 80.

Para José María Espinasa, los infrarrealistas no dejaron ningún legado. “Cuando sus líderes y teóricos -Bruno Montané y Roberto Bolaño- se fueron de México, el movimiento prácticamente desapareció. Fue la salida de Los detectives salvajes y el fenómeno editorial entorno a su autor lo que hizo que se les prestara de nuevo atención”.
En los últimos años han aparecido algunos libros, en especial de Papasquiaro, pero en general son poetas sin libros. “Habrá que esperar que la sacralización de las actitudes y actividades extrapoéticas del infrarrealismo no incidan, en sus nuevos adeptos, en una lectura complaciente de su obra”, concluye Armando González Torres.