Laberinto
Heriberto Yépez
El psicoanálisis es una de las ciencias más
odiadas por la humanidad. Formalmente apareció con La interpretación de
los sueños de Sigmund Freud en 1899, que probó la existencia del
inconsciente. Desde entonces, el psicoanálisis es impopular.
El psicoanálisis desmitifica, explica. Por eso se le abomina.
Un malentendido común acerca del psicoanálisis es creer que su centro es Freud.
Se cree que refutar a Freud es refutar a todo el psicoanálisis; como si alguien creyera que refutando a Platón invalida la filosofía entera.
Ni Jung, Reich, Horney, Lacan, Fanon o Perls (y largo etcétera) concordaban con la dirección o terapia de Freud. El psicoanálisis inició con Freud. Pero luego se desarrolló críticándolo.
Muchos intelectuales son enemigos asiduos del psicoanálisis. No falta alguno que niegue (seriamente) la existencia del inconsciente.
Otro cargo común dice que “el psicoanálisis siempre llega a lo mismo, todo lo reduce al Edipo”.
La acusación es falsa. El psicoanálisis cuenta con decenas de conceptos, modelos, hipótesis y métodos distintos, incluso opuestos. Se trata de una ciencia con fuertes bases pero vías y fines siempre a prueba.
Además, ese reproche es bobo; como pedir que abandonemos la física porque siempre insiste en las mismas leyes.
Se niega al psicoanálisis porque hiere el ego, ese príncipe del temor, ese protector.
Para el psicoanálisis el hombre consciente es un embajador del hombre inconsciente. Y el niño que fuimos, madre (o padre) de nuestra vida entera.
Ah —gran ofensa del psicoanálisis—, la vida común es neurótica. La neurosis es el concepto menos comprendido del siglo XX.
¿Qué es la neurosis? No percibir una zona de la realidad, porque en el pasado nos hirió.
No percibir, por ejemplo, las emociones, el intelecto, los otros, el sexo.
Nuestro siglo —que se define por el miedo a lo descubierto por los dos previos— está decidido a deshacerse del psicoanálisis, a pesar de explicar coherentemente las relaciones humanas. Y, claro, es mal visto por el sistema escolar y los mass media.
En muchos países, la psicología clínica y la industria farmacéutica gradualmente lo expulsan.
Usar psicoanálisis como forma de interpretación cultural ya tiende a desvanecerse, para alegría de los grupos que desde su origen lo rechazan: clérigos, intelectuales, psiquiatras y racionalistas (debido a que merma su autoridad o aura).
Hoy en las Humanidades e incluso en la psicología, del psicoanálisis solo quedan rastros, souvenirs.
Esto define al psicoanálisis: se usan sus términos pero no se asumen sus consecuencias.
No sería imposible que desapareciera de comunidades enteras.
El hombre del siglo XX descubrió una clave para comprenderse. Pero no le gustó lo descubierto. Ya lleva tiempo sepultándolo de vuelta.
¿Escuchan las palas? ¿El golpe seco de la tierra recubriendo de nuevo nuestro rostro?
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