Laberinto
Heriberto Yépez
Hace poco difería con el trato de Luis Felipe Fabre hacia el infrarrealismo de Mario Santiago Papasquiaro en Arte & Basura,
cuyo prólogo estima y ningunea obra y figura de Papasquiaro, desde un
puesto superior en que el poeta-salvaje resulta defectuoso y fascinante.
Fabre es sólo la punta del iceberg-pirámide.
En Letras Libres
de marzo, una reseña de David Medina Portillo intensifica este modelo.
Si para Fabre, Papasquiaro es un invento de Bolaño y sí mismo; para
Medina, es un invento de Bolaño y Fabre.
“Papasquiaro
es una leyenda alentada por Bolaño, un mal sueño de Ulises Lima que
—mira tú— no acredita en Anagrama. Un bardo… convulso entre lumpen y
dadá, envuelto hoy en el incienso de una mistificación que subvierte al
intratable en víctima: nuestro olvidado en la república de las letras…
solo gracias a la ‘curaduría’ de Luis Felipe Fabre, [Arte & Basura] es el capítulo más reciente y más pretencioso de esta mistificación”.
Esta
aPAZionada caracterización lleva a Medina a definir la poesía de
Papasquiaro como un “crispado desdén, precisamente, a la literatura y
sus instituciones”; sorprendente (y no) eco del discurso de PRI y PAN
contra el “anti-institucionalismo” de AMLO.
Los gustos literarios como campanas y vectores de campañas y victorias políticas.
Para
Medina, Papasquiaro es un “impresentable resuelto en artista
conceptual, por si las moscas”. Y anuda el resurgimiento de Papasquiaro
con una revisión de la historia literaria mexicana. Y opina que debemos
dejar esta Historia en Paz.
Existe
un aparato estético decidido a no reconocer lo que no proviene de sus
clases o ideales sociales. Diré tres directrices suyas.
La primera es juzgar que el sujeto-otro es irreal.
A autores que retan el orden de castas estéticas, se les concibe como
“irreales”: mitos, modas o fabricación. Para esta crítica solo las
clases estéticas altas son reales, mientras que los otros son
sub-reales, infrarreales. Solo la Realeza es Real.
Una segunda directriz es juzgar personas y obras de distintos grupos desde los criterios estéticos del grupo en el poder, cuya estética concibe a la poesía como purificación de las palabras de las tribus urbanas, rurales, regionales, indígenas, políticas, no-masculinas o migrantes.
Una tercera directriz es el gesto de defender la Literatura contra una supuesta mayoría (y creciente) vulgarizante: bellacos que amenazan la Belleza. A quienes hay que ponerles Alto.
Desde
esta poética como clase superior, las poéticas vinculadas con el Bajo
—desde el estridentismo hasta los poemínimos— son despreciadas como
inferiores a las poéticas —desde los Contemporáneos hasta lo
post-norteño– que presumen o ejercen separación o burla hacia la vulgar y
bárbaro.
Para cierta crítica, Poesía es Elegancia. Lo Otro: Efímero & Salvaje.
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