Confabulario
Vicente Alfonso
El 14 de diciembre de 1943, una muchacha que intentaba cruzar a México por el puente de Laredo, Texas, tuvo que volver sobre sus pasos y buscar dónde dormir de lado norteamericano. Era una aspirante a escritora que buscaba en nuestro país el entorno propicio para escribir su primer libro, pero enfrentaba dos contratiempos: traía tantos libros en sus maletas que debió enviar algunos de regreso a Nueva York, y su máquina de escribir fue retenida en la frontera. Su nombre era Mary Patricia Highsmith, tenía 22 años y faltaban siete para que apareciera Extraños en un tren, su opera prima, que sería llevada al cine por Alfred Hitchcock.
Setenta y un años después del episodio fronterizo, Patricia Highsmith sigue ganando adeptos a su literatura. Títulos como Crímenes imaginarios, El cuchillo y las cinco novelas protagonizadas por Tom Ripley se han convertido en clásicos del género negro. Esta semana, en coincidencia con el vigésimo aniversario de la muerte de la autora, comenzarán a circular en México –en la nueva colección Anagrama Negra– seis de sus novelas más emblemáticas: Extraños en un tren, El diario de Edith, El grito de la Lechuza, Ese dulce mal, Crímenes imaginarios y El talento de Mr. Ripley.
Aquel viaje de juventud fue mucho más que una anécdota en la vida de Miss Highsmith. Basta hojear sus novelas para advertir que la influencia de México en su obra no es asunto menor. Sus biógrafos consignan que volvió en varias ocasiones a nuestro país rastreando experiencias e ideas para escribir, y en sus diarios quedan registros de que realizó largos viajes por carretera en busca de personajes y situaciones para aprovecharlos más tarde en sus relatos. Un safari emocional. “El libro es siempre mejor si contiene experiencias […] de primera mano, realmente sentidas. La función de la libreta de notas consiste en llevar un registro de cosas de este tipo, de experiencias emocionales, aunque en el momento de anotarlas uno no sepa en que narración o novela saldrán”, escribiría treinta años después en Suspense. Cómo se escribe una novela de intriga (publicada en español por Anagrama en 1986).
La primera de esas incursiones ocurrió, como ya se dijo, cuando Patricia intentaba escribir su primer libro: entre diciembre de 1943 y abril de 1944 visitó Nuevo Laredo, Monterrey y la Ciudad de México; además rentó en Taxco una casa de adobes donde se dedicó durante meses a redactar una novela gótica que pensaba titular The click of the shutting. Si bien el manuscrito llegó a acumular 385 páginas, jamás fue publicado.
En la extensa biografía Patricia Highsmith (Circe, 2010) Joan Schenkar consigna que la realidad mexicana impresionó a la joven novelista, ávida de experiencias distintas a las que podía tener en su país natal. Cuenta que el 20 de marzo, luego de pasar unos días en Acapulco, Patricia regresó en autobús a Taxco. Atenta al entorno, le llamó la atención “una niña de nueve años, la más guapa que he visto en México. Quería llevármela conmigo. Estaba pidiendo unos centavos con otros niños. He seguido pensando en ella hasta Chispamingo (sic) e Iguala”.
Cuando no estaba escribiendo, Highsmith visitaba los bares de Taxco para beber tequila, escuchar música de mariachi y tomar notas acerca de las costumbres de los habitantes. Como ella misma cuenta en sus apuntes, era asidua cliente en dos establecimientos: el bar del hotel Victoria y el bar Chachalaca. De aquellas notas surgieron dos relatos: “En la plaza” y “El coche”. El primero, ambientado en Taxco, es protagonizado por un indígena que termina asesinado en forma brutal. De esa visita surgió también el capítulo nueve de Extraños en un tren, donde uno de los protagonistas —el arquitecto Guy Haines— visita México: pasea por los jardines botánicos del Castillo de Chapultepec, va a un concierto de violín en Bellas Artes, deambula por Xochimilco y el Zócalo.
Una segunda incursión en territorio mexicano ocurrió de fines de 1954 hasta bien entrado 1955. En palabras de su biógrafa, “México le sirvió de inspiración aunque sin las intensas emociones que le produjo su primera estancia […] Pero las temperaturas corporales elevadas siempre tuvieron un efecto positivo en la escritura de Pat, y quizá el extremismo del clima y de la sociedad de México […] le daban a su imaginación la misma creatividad que la enfermedad”. Durante esa visita, Highsmith escribió una extensa crónica de viaje que pensaba vender como reportaje. En ese texto se refiere a “la injusta pobreza” de la población. El 28 de diciembre, al pasar por Parral, escribe: “la pobreza en que vive la gente es un escándalo”.
Además de volver a Taxco, en esa ocasión la novelista visitó Puebla, Oaxaca, Acapulco y Cuernavaca. Aprovechó también para contactar a un personaje oscuro: un expolicía que había llegado a ser alcalde de Nueva York y que, tras verse involucrado en asuntos turbios, huyó a México para no ser procesado. Su nombre era William O’Dwyer y vivía en una lujosa residencia en el capitalino barrio de San Ángel, donde, en palabras de Highsmith, “se escondía a la vista de todos”.
Una tercera expedición ocurrió de enero a marzo de 1957. Highsmith vino a capturar atmósferas para el que sería su quinto libro, Un juego para los vivos, novela que publicó en 1958 y que está ambientada en nuestro país. Para documentarse, la escritora y su novia en turno “atravesaron todo México” en un Ford descapotable. Según sus cuadernos de notas, quedó encantada con el Carnaval de Veracruz, del que escribió: “Puedo ambientar historias aquí”. También quedó fascinada por los travestis, “muchachos gays que no se ocultan detrás de una máscara, vestido corto negro, las mejillas rosadas y una mirada desafiante, atrevida y descarada, con los labios fruncidos y después sacando la lengua”.
Es en esta novela donde la escritora parece poner, en el flujo mental de uno de sus personajes, el concepto que tenía de la procuración de justicia en nuestro país. Al tratar de establecer si un hombre es culpable de asesinato, un personaje razona: “las cosas no siempre eran lógicas en México”.
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