Laberinto
Heriberto Yépez
A
finales de septiembre participé en el Coloquio El Llano en llamas: 60 años, reflexiones multidisciplinarias
en la UNAM.
He aquí algunas impresiones, no sobre el Coloquio (que me gustó) sino sobre Rulfo hoy.
He aquí algunas impresiones, no sobre el Coloquio (que me gustó) sino sobre Rulfo hoy.
Comencemos: con felices excepciones, los mejores conocedores de Rulfo son académicos.
Si los literatos creen que escribir más bonito es suficiente, deben darse cuenta que hay académicos que han investigado y descubierto aspectos de Rulfo que narradores y críticos literarios han ignorado. Ojo, colegas.
En cuanto la academia, solo una minoría aborda seriamente a Rulfo. En journals o eventos, la mayoría refritea o sale al paso usando formatos. El 70% de las ponencias no son textos. Son trámites.
Urgencia: revisar las traducciones de Rulfo. Según especialistas, hay problemas en muchas traducciones.
En lo que respecta a la valoración en México, un obstáculo ha sido que Paz y su séquito trataron de aminorar la importancia de Rulfo por ser el mejor escritor mexicano en una época en que Paz envidiaba serlo.
Nótese cómo el grupo paceano —que consigue ser aprobado por todo presidente en turno— cada cierto tiempo intenta rebajar la genialidad de Rulfo; incluso con chismes y chistes cobardes, como los de Guillermo Sheridan en Letras Libres no hace mucho.
Un dato significativo es que Rulfo sigue siendo leído por miles de personas cada año en todo el mundo, de modo prácticamente imparable. Las dos obras maestras de Rulfo durarán siglos, junto a Don Quijote de Cervantes y Ficciones de Borges.
Otra tendencia que observo es que hay enojo porque no se puede hacer lo que uno quiera con el nombre de Rulfo. La Fundación Juan Rulfo ha querido cuidar su legado.
A grandes rasgos, dos tipos de grupos se oponen a la Fundación: quienes no pueden abusar o colgarse del nombre de Rulfo (para repartir premios, por ejemplo) y quienes, meramente, hablan mal de la Fundación porque otros los han hecho.
La Fundación cuida la obra de Rulfo en una época en que los escritores muertos son usados por gobiernos y toda clase de oportunistas.
Dentro de la obra y estudios rulfianos, un área (relativamente) novedosa es su obra fotográfica. Solo que hay ahí un riesgo. Su obra fotográfica no debe ser leída como complemento o ilustración de su obra narrativa.
Y, por otra parte, un análisis descuidado de la fotografía de Rulfo podría ocasionar que de ahora en adelante Rulfo, en general, sea considerado fotográficamente.
Otro riesgo: empacar a Rulfo en teoría tutti frutti. Y es que aun estudios sólidos suelen ser instrumentalistas. Por ejemplo, ver a Rulfo desde Homi K. Bhabha a estas alturas, paradójicamente, podría ser más colonizador que “post–colonial”.
He querido resumir rutas rulfianas hoy en marcha. Unas preocupantes; otras, celebrables.
A 60 años de su primer libro publicado, para el alumno de secundaria y para el mayor novelista de cada país del mundo, Juan Rulfo está cada vez más vivo.
Rulfo es aire en lo obscuro.
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