Jornada Semanal
Marco Antonio Campos
Una de las muchas maravillas que José Emilio Pacheco, The Great Translator, ha traído de otras lenguas al español, es la versión de veintiocho haikús de Matsuo Basho (Como el viento que pasa),
que publicó la Editorial Era. Lo más admirablemente asombroso es cómo,
en brevísimas piezas, hallamos de continuo alta poesía, y cómo esto es
mucho más plausible si tomamos en cuenta que las leemos en una lengua
ajena a la que se escribió.
Los haikús de Basho parecen escritos con un lápiz de punta finísima donde cada palabra nos cuenta.
Todo está dicho por el poeta con una voz acompasada, con una voz que
nunca alza el tono, ni siquiera cuando menciona la palabra grito. En
los haikús de Basho la sorpresa en el último verso es elemento
esencial.
Dentro de la poesía de Basho encontramos temas
queribles a Pacheco: lo fugaz y lo fugitivo, lo que no pudo ser ni nunca
será, lo terrible detrás de aquello que es en apariencia inocente y
puro, la conciencia de que venimos del polvo y en la muerte
continuaremos siéndolo, instantes paisajísticos que quedan fijos en la
hoja.
No hay prácticamente uno solo de los haikús que
no tenga al menos una doble lectura. Algunos me son inolvidables, como
este que da la conciencia de la vejez mientras los elementos
permanecen: “En mi vida es ya invierno./ La luna/ sigue intacta.” O
este, que terriblemente notifica la muerte próxima: “En el campo los
huesos/ ya sin rostro./ Hiere el viento mi cara.” O este, que nos da el
sentimiento tanto de la soledad del poeta como la de la naturaleza: “La
soledad:/ le queda al árbol/ sólo una hoja.” O aún este, que no
menciona la muerte pero nos da aquello en lo que Basho se convertirá
-nos convertiremos- después de la muerte: “Ante una tumba pienso:/ mi
grito será un día/ como el viento que pasa.” Quizá no esté de más
reiterar que del último verso Pacheco toma el título del pequeño libro.
En los haikús de Basho suelen unirse pensamiento y
emoción, y su lectura nos produce un goce puro y un melancólico sosiego.
Al leerlos en las versiones del mexicano Pacheco sentimos que el
japonés Basho es nuestro contemporáneo y que los haikús escritos hace
más de tres siglos parece que se hicieron en nuestra lengua ayer o hace
unas horas.
La plaquette, fuera de comercio, se
imprimió en el Taller Martín Pescador y consta de 65 ejemplares. José
Emilio tuvo la amable deferencia de regalarme la número
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