Laberinto
Heriberto Yépez
Estas semanas he sugerido que hay unidad entre
la forma en que los nuevos poetas, narradores y críticos mexicanos definen qué
debe entrar y ser rechazado en el nuevo canon.
Ya murieron las autoridades literarias: Paz, Fuentes, Monsiváis.
Nuevos poetas, críticos y narradores sueñan un puesto similar. Para lograrlo requieren re–producir las condiciones en que tal autoritarismo es posible: una “República de las Letras” numéricamente reducida, reconocible, centralizada vía alianzas y, sobre todo, exclusiones. Literatura élite.
En México hoy, tal República de las Letras —otras veces llamada Literatura mexicana o la “tradición”— no puede ya ser.
La diversidad cultural impide alzar un “canon” que represente todas las regiones, lenguas, grupos, clases, géneros y cada etcétera.
El centro y lo nacional son fantasmas. Pero los grupos dominantes usan el poder institucional y sombra del pasado para mantener la ilusión de una “literatura nacional” simulada por mezcla de penúltimas Autoridades Republicanas y una nueva “Generación” de “relevo” en poesía, narrativa y crítica.
Para conseguir la ilusión de la legitimidad de esa transmisión de poderes, hoy se hacen reseñas, listas, panoramas, colecciones, dossiers o antologías para persuadir a los lectores de ese nuevo mapa selecto.
Y se intensifica la labor de descalificación, desdén y ocultamiento de centenares de textos, autorías, tendencias, emergencias y márgenes, desde legados negados y poéticas indígenas vivas hasta tejidos migrantes y fuera del libro, pasando por incontables autorías que no pertenecen a los círculos sociales prestigiados.
Este es un momento crucial. Pero ni la academia ni la crítica literaria en México o Estados Unidos están preparados o interesados en promover una visión democrática de la escritura.
Son grupos conservadores, privilegiados. No arriesgarán.
La aplastante mayoría de nuevas literatas y literatos tampoco parecen dispuestos a retar la formación de canon. Quieren ser admitidos. Desafiar esos mecanismos, lo saben, asegura quedar fuera al corto, mediano o largo plazo. Los literatos no moverán mucho.
Solo una fuerza puede modificar esta situación: nuevos lectores.
Por nuevos lectores no me refiero a una nueva generación de consumidores de textos que acepte la nómina de nombres y libros del pasado, o sigan al mercado, la academia o la crítica.
Por nuevos lectores me refiero a quienes estén dispuestos a leer todo de nuevo, y leer lo que nunca ha sido leído. Leer lo que las listas no incluyen.
Leer como un acto cotidiano, multitudinario, leer sin canon, leer para saber que es imposible que unos cuantos nombres u obras representen a tantos tiempos, lenguas, pueblos, barrios, comunidades, ciudades, migraciones, tantas mexicanidades diferentes, mutiplicándose, interminables.
México es la imposibilidad de todo canon.
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