sábado, 27 de diciembre de 2014

El ensayista y narrador

27/Diciembre/2014
Laberinto
Gonzalo Valdés Medellín

Hay un aspecto en la obra de Huberto Batis al que casi nadie se acerca. Se habla del generoso y riguroso editor, que sin duda fue, del maestro tremendo, siempre lúcido; del erotómano e incluso del pornógrafo, pero nadie habla de su gran calidad como ensayista y aun como narrador.

En el ensayo literario, Huberto Batis ha legado libros memorables como Lo que Cuadernos del Viento nos dejó, Estética de lo obsceno y otras exploraciones pornotópicas y Por sus comas los conoceréis, donde el autor muestra sus muchos atributos y dotes estilísticas y literarias, desde la misma manera de contar, como de enfocar literariamente un hecho definido, o la manera de echar a andar la memoria, sin que la ficción deje de hacer su aparición.

Dedicado a leer y corregir el trabajo de los otros, a ser un editor de tiempo completo, de pies a cabeza, Huberto Batis poco se preocupaba por difundir sus trabajos periodístico-ensayísticos, no obstante su fértil temporada como crítico literario en diversos medios y sobre todo en el primer sábado de unomásuno, a principios de los 80, donde obsequió a sus lectores extraordinarios ensayos sobre muchísimos autores mexicanos y extranjeros, entre los que recuerdo su acercamiento a Xavier Villaurrutia, o su lectura acuciosa de Heinrich Böll, por solo mencionar algunos. La vena de buen maestro impera en estos textos ensayísticos de Huberto Batis y aprendemos, —pero también aprehendemos— del misterio y el milagro de la literatura.

Y justamente una de las mejores críticas —o crónicas, según se prefiera— que he leído en mi vida es la que Batis hizo de Bajo el bosque blanco de Dylan Thomas, que dirigió el gran Juan José Gurrola en la Casa del Lago de la UNAM y que está incluida en el corpus de Lo que Cuadernos del Viento nos dejó, y la menciono porque la narración de la atmósfera en la que se describe la puesta en escena, la integración y delineación que hace de los personajes mismos y de los actores, así como del diseño espacial del montaje gurroleano dan al lector una extraordinaria foto en movimiento, casi como si de un video se tratase, llegando al fondo humano de Bajo el bosque blanco de Dylan Thomas.

Pero es justamente en Lo que Cuadernos del Viento nos dejó que Batis consigue su mayor apuesta estética con la literatura fusionando la narrativa en primera persona, el diálogo, la descripción de atmósferas, la crónica, la entrevista y la memoria con los rigores del ensayo. ¿A qué me refiero con los rigores del ensayo? A que hay momentos en el libro que requieren la justeza y precisión de la cita literaria, la ubicuidad inequívoca del hecho histórico y social. Y Batis sin perder un ápice de su emoción narrativa, lo hace, lo logra, forjando incluso secuencias desgarradoras, de un gran dramatismo existencial, como la que refiere la caída de Cuadernos del Viento, la revista que fundó con su coterráneo, el también escritor, traductor y periodista jalisciense Carlos Valdés. (La foto de Batis en el basurero no solo es una catarsis para el autor, sin duda lo es para también para el lector que ha estado prendado de la narración desde un principio, viviendo con Batis sus memoriales aventuras). El ensayo como emblema de la vida misma, de la biografía o la autobiografía, es lo que Batis logra en este libro donde otro tramo demoledor es el linchamiento homofóbico y moralino de Juan Vicente Melo y su renuncia como director de la Casa del Lago, así como la solidaridad de que el escritor y musicólogo se vio rodeado, gracias a la valentía de gente como Huberto Batis que cerraron filas para defenderlo.

Años después Batis publica Por sus comas los conoceréis, pero quizá porque median casi 25 años entre uno y otro libro, en Por sus comas..., no se percibe ya ese nervio de juventud en vilo, de escritor joven enfrentado al destino a cabronazos, que sí hay, y expuesto con maestría y conmovedora temperancia en Lo que Cuadernos del Viento nos dejó. Por sus comas… es más bien un testimonio adusto, fábula con datos verídicos, pero también salpimentado de mucha fantasía y buen humor por ese maestro del soliloquio que nos cautivaba en la redacción de sábado de unomásuno cada viernes, día en que entregábamos las colaboraciones y recibíamos los primeros ejemplares de sábado.

Mucho habrá que estudiar, analizar y releer de estas páginas autobiográficas, signadas por el aliento ensayístico-novelístico-novelizador de Huberto Batis, así como de sus libros de crítica, Análisis, interpretación y crítica de la literatura (1972), Aquiles trágico (1983), Estética de lo obsceno y otras exploraciones pornotópicas (1983), Amor por amor: Leopold y Wanda Sacher-Masoch (2003), Crítica bajo presión: prosa mexicana 1964-1985 (2004), La flecha en el aire, La flecha en el arco, La flecha en el blanco y La flecha extraviada (2006).

Entre los ensayistas mexicanos del Siglo XX, sin duda Huberto Batis, joven de 80 años, está al lado de los mejores, y de los más innovadores.

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