Laberinto
Gonzalo Valdés Medellín
Hay un aspecto en la obra de Huberto Batis al que
casi nadie se acerca. Se habla del generoso y riguroso editor, que sin duda
fue, del maestro tremendo, siempre lúcido; del erotómano e incluso del
pornógrafo, pero nadie habla de su gran calidad como ensayista y aun como
narrador.
En el ensayo literario, Huberto Batis ha legado
libros memorables como Lo que Cuadernos del Viento nos dejó, Estética
de lo obsceno y otras exploraciones pornotópicas y Por sus comas
los conoceréis, donde el autor muestra sus muchos atributos y dotes
estilísticas y literarias, desde la misma manera de contar, como de enfocar
literariamente un hecho definido, o la manera de echar a andar la memoria, sin
que la ficción deje de hacer su aparición.
Dedicado a leer y corregir el trabajo de los otros,
a ser un editor de tiempo completo, de pies a cabeza, Huberto Batis poco se
preocupaba por difundir sus trabajos periodístico-ensayísticos, no obstante su
fértil temporada como crítico literario en diversos medios y sobre todo en el
primer sábado de unomásuno, a principios de los 80,
donde obsequió a sus lectores extraordinarios ensayos sobre muchísimos autores
mexicanos y extranjeros, entre los que recuerdo su acercamiento a Xavier
Villaurrutia, o su lectura acuciosa de Heinrich Böll, por solo mencionar
algunos. La vena de buen maestro impera en estos textos ensayísticos de Huberto
Batis y aprendemos, —pero también aprehendemos— del misterio y el milagro de la
literatura.
Y justamente una de las mejores críticas —o
crónicas, según se prefiera— que he leído en mi vida es la que Batis hizo de Bajo
el bosque blanco de Dylan Thomas, que dirigió el gran Juan José Gurrola
en la Casa del Lago de la UNAM y que está incluida en el corpus
de Lo que Cuadernos del Viento nos dejó, y la menciono porque la
narración de la atmósfera en la que se describe la puesta en escena, la
integración y delineación que hace de los personajes mismos y de los actores,
así como del diseño espacial del montaje gurroleano dan al lector una
extraordinaria foto en movimiento, casi como si de un video se tratase,
llegando al fondo humano de Bajo el bosque blanco de Dylan Thomas.
Pero es justamente en Lo que Cuadernos del
Viento nos dejó que Batis consigue su mayor apuesta estética con la
literatura fusionando la narrativa en primera persona, el diálogo, la
descripción de atmósferas, la crónica, la entrevista y la memoria con los
rigores del ensayo. ¿A qué me refiero con los rigores del ensayo? A que hay
momentos en el libro que requieren la justeza y precisión de la cita literaria,
la ubicuidad inequívoca del hecho histórico y social. Y Batis sin perder un
ápice de su emoción narrativa, lo hace, lo logra, forjando incluso secuencias
desgarradoras, de un gran dramatismo existencial, como la que refiere la caída
de Cuadernos del Viento, la revista que fundó con su coterráneo,
el también escritor, traductor y periodista jalisciense Carlos Valdés. (La foto
de Batis en el basurero no solo es una catarsis para el autor, sin duda lo es
para también para el lector que ha estado prendado de la narración desde un
principio, viviendo con Batis sus memoriales aventuras). El ensayo como emblema
de la vida misma, de la biografía o la autobiografía, es lo que Batis logra en
este libro donde otro tramo demoledor es el linchamiento homofóbico y moralino
de Juan Vicente Melo y su renuncia como director de la Casa del Lago, así como
la solidaridad de que el escritor y musicólogo se vio rodeado, gracias a la valentía
de gente como Huberto Batis que cerraron filas para defenderlo.
Años después Batis publica Por sus comas los
conoceréis, pero quizá porque median casi 25 años entre uno y otro
libro, en Por sus comas..., no se percibe ya ese nervio de
juventud en vilo, de escritor joven enfrentado al destino a cabronazos, que sí
hay, y expuesto con maestría y conmovedora temperancia en Lo que
Cuadernos del Viento nos dejó. Por sus comas… es más bien
un testimonio adusto, fábula con datos verídicos, pero también salpimentado de
mucha fantasía y buen humor por ese maestro del soliloquio que nos cautivaba en
la redacción de sábado de unomásuno cada viernes,
día en que entregábamos las colaboraciones y recibíamos los primeros ejemplares
de sábado.
Mucho habrá que estudiar, analizar y releer de estas
páginas autobiográficas, signadas por el aliento
ensayístico-novelístico-novelizador de Huberto Batis, así como de sus libros de
crítica, Análisis, interpretación y crítica de la literatura (1972),
Aquiles trágico (1983), Estética de lo obsceno y otras
exploraciones pornotópicas (1983), Amor por amor: Leopold y Wanda
Sacher-Masoch (2003), Crítica bajo presión: prosa mexicana
1964-1985 (2004), La flecha en el aire, La flecha en el
arco, La flecha en el blanco y La flecha extraviada
(2006).
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