miércoles, 27 de noviembre de 2013

Pasión y aprendizaje

22/Noviembre/2013
Confabulario
David Miklos

Hay, en la voz narrativa de Clarice Lispector, la develación de un misterio: la vida. Es decir: la vida en sí, plana y llana, después de la experiencia de vivir. La vida, pues, como un objeto casi material, monolítico, acabado, desprendido del sujeto que la llevó a cabo. Condición femenina aparte, el corpus prosísitico de la escritora ucraniana (y judía) vuelta brasileña es una enseñanza espectacular de cómo se teje la existencia, vacíos incluidos. Uno de sus libros quintaesenciales, tal vez el de más difícil acceso y, al mismo tiempo, el que más recompensas (es decir: experiencia) le deja al lector es La pasión según G. H., que este año se convirtió en el número uno de la Biblioteca Clarice Lispector publicada por Siruela, sello que se dio a la empresa de, finalmente, reunir su obra entera en una serie de ediciones definitivas en español. Basta con leer la advertencia, colocada antes que el epígrafe: “Este libro es como cualquier libro. Pero me sentiría contenta si lo leyesen únicamente personas de alma ya formada. Aquellas que saben que el acercamiento, a lo que quiera que sea, se hace de modo gradual y penoso, atravesando incluso lo contrario de aquello a lo que uno se aproxima. Aquellas personas que, sólo ellas, entenderán muy lentamente que este libro nada quita a nadie. A mí, por ejemplo, el personaje de G. H. me fue dando poco a poco una alegría difícil; mas alegría, al fin”. Publicado en portugués en 1964, el libro vio la luz en nuestra lengua en 1988 en el traslado que hizo Alberto Villalba, mismo que Siruela rescató con tino.

Novela de un existencialismo no solamente asumido sino procesado e incluso deshecho (para no decir desechado), La pasión según G. H. es una suerte de ampliación de la experiencia kafkiana reducida en su expresión más conocida: La transformación (o La metamorfosis, como mejor se le conoce). G. H., alter ego clariceano, es una mujer en apariencia impoluta, representada por su entorno: un departamento de clase alta, límpido, reluciente, vacuo. Llamada por el morbo o la inquietud al cuarto de su sirvienta, G. H. descubre otro espacio idéntico al suyo: sin mella. Allí, sin embargo, aparece una cucaracha, insecto infame y símbolo de la decadencia última de la humanidad. G. H. intenta exterminar al bicho, si bien apenas consigue herirlo. En un tour de force sin parangón y después de una larga perorata en la que nuestra protagonista se descubre liberada de su yo anterior y confrontada con su yo presente (“He vuelto a tener lo que nunca tuve: sólo dos piernas”), G. H. termina por aupar al insecto que tanto asco y temor le produjo para succionar el líquido blancuzco que de su herida, infligida por ella misma, mana. De trama exigua y reflexión permanente, La pasión según G. H. es un libro de azoro perpetuo, para no decir una constatación de existencia. O, recurriendo al título de otra novela de Lispector publicada un lustro después, un aprendizaje. Culminación o canto de cisne de la voz clariceana, el exabrupto y descubrimiento vivencial de G. H. resulta insuperable. Aun así, en la obra recién citada nuestra autora nos previene de nueva cuenta, otra vez antes de pergeñar los epígrafes que le sirven de obertura: “Este libro requirió una libertad tan grande que tuve miedo de darla. Está por encima de mí. Intenté escribirlo humildemente. Yo soy más fuerte que yo”. Si en La pasión según G. H. la voz de Lispector devela el misterio de la vida, en Aprendizaje o el libro de las pasiones (original de 1969 y publicado por Siruela en 1990; pronto se sumará a la Biblioteca que anima a esta nota) es una especie de renuncia al yo y una aceptación de existencia sólo gracias a nuestro prójimo, además de un abandono a lo divino (para no decir Dios). Historia de amor desesperante en el mejor de los sentidos, el Aprendizaje de Lispector es una obra cumbre menor, acaso una apostilla genial a la obra maestra que es G. H., que no puede ser sino la culminación temprana de un conjunto narrativo sin parangón (en su propia lengua aunque en su geografía originaria es António Lobo Antunes, otro escritor de la experiencia última, el autor más cercano a Clarice Lispector, aunque en ningún sentido su heredero: estamos hablando de islas desencontradas, aisladas en su naturaleza primigenia). No puede decirse más.

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