sábado, 9 de noviembre de 2013

Entrevista: Mauro Armiño, La traducción total

9/Noviembre/2013
Laberinto
Nieves Martín Díaz

Escritor, periodista, crítico teatral, Mauro Armiño ha desarrollado desde hace décadas una ingente labor como traductor. Además de haber recibido importantes premios por otras obras es, sin duda, el gran traductor de Marcel Proust al español. Así lo confirma su voluminosa edición de A la busca del tiempo perdido, en la que trabajó diez años, publicada por Valdemar en 2000. Próximos al centenario de la primera entrega de la obra, Por la parte de Swann, publicada por Proust en noviembre de 1913, revaloramos la importancia de su traducción.

Su edición de A la busca del tiempo perdido es la más reconocida en español, por su valía, investigación, creación, en suma, por la necesidad de un trabajo semejante con respecto a las publicaciones anteriores. 
Hacia 1995, cuando inicié la traducción de A la busca del tiempo perdido, las traducciones que circulaban en España habían traspasado ya esa barrera de los cincuenta años que deja obsoleta una parte, un sentido o un aliento, en la traducción de las grandes obras clásicas. Además, desde que se inició, en vida de Proust, la más conocida de ellas, la de Pedro Salinas, había corrido mucha agua bajo los puentes de la investigación proustiana, que dilucidaba el texto, la acción, los matices lingüísticos y los personajes.

Junto a su traducción, la edición contiene tres diccionarios para entender personajes, lugares y obras de arte, entre otras notas. Llegó a decir que “es imposible que un lector, por muy culto que sea, pueda leer a Proust sin un apartado de notas”. A la exigencia y profundidad de Proust, ¿se añadiría la de su traductor? 
La lectura de Proust mantiene exigencias agravadas por el paso de casi un siglo: ni los lectores franceses identifican ya las referencias históricas, literarias, artísticas o incluso personales inscritas en el texto. Con los tres Diccionarios quería ofrecer al lector la posibilidad de una lectura total, no solo de la novela, sino del contexto en que fue creada, pero sin pretender explicarla por el biografismo. Sirven para quien desee bucear en el mundo proustiano.
A pesar de su reconocimiento como traductor de Proust, se siguen utilizando los títulos de traducciones anteriores, En busca del tiempo perdido y Por el camino de Swann, ¿mereció la pena contradecir la inercia de estos títulos del pasado?
La “querella” no ha pasado a mayores; el primero, es una opción personal que el español no solo permite sino que se inscribe en la literatura más clásica; en el segundo, la discusión es imposible; Por el camino de Swann queda muy bonito, pero no tiene nada que ver con el original, Du coté de chez Swann (Por la parte de Swann), un localismo cuya elección el propio Proust explica.
¿Qué fue lo más difícil de traducir a Proust? Al menos al principio, antes de tenerlo dominado. La melaza de la construcción gramatical en que Proust sumerge el texto; el enredo del fraseo que, pese a la apariencia, no es ningún juego: tiene sentido en sí mismo.
En el centenario de la obra de Proust, de su primera entrega, Por la parte de Swan, ¿tenemos que considerarla la gran obra del siglo XX o sigue la disputa con Kafka y Joyce?
Esas disputas suelen servir para rellenar páginas supuestamente culturales de los periódicos, para dar alicientes a la fijación de cánones, variables poco más o menos cada década, y para alimentar la cháchara; es un juego que nada dice ni explica de la obra de ninguno de los tres. La literatura no es una carrera ciclista, no hay primeros ni segundos; un mismo lector puede no tener un orden entre ellos (y hay más nombres que unir a esos tres) o alterar sus preferencias varias veces a lo largo de su vida sin que por ello pierda su significación cada uno de esos escritores.

Baroja y Sartre no acabaron de apreciar a Proust, todo lo contrario. Lo mismo ocurre con autores actuales como Luis Alberto de Cuenca o César Antonio Molina. ¿Cómo explicarlo?
Como en todo, en esas posiciones hay intereses, ignorancias, insuficiencias, necedades; el mundo de Baroja y su escritura no tienen nada que ver con el de Proust, era muy difícil que hubiera empatía por su parte; y Sartre, mediatizado por sus ideas políticas, solo consideraba la obra de Proust en una dirección que, medio siglo más tarde, ha quedado en parte arrumbada. El autor de La náusea no vio la crítica del hundimiento de la aristocracia, del ascenso rampante de la burguesía que A la busca del tiempo perdido contiene, crítica que no alcanza ninguna de las novelas más sociales del momento. Eso le impidió ver el meollo del mundo de Proust y de su escritura.

A la vista de los últimos escritos de Proust, incluida su extensa correspondencia, ¿añadiría algo a su edición de A la busca del tiempo perdido, o es mejor esperar que pasen varias décadas hasta una nueva edición?
Mi edición de A la busca... empezó a publicarse hace ya casi quince años; y hay algunos datos, muy pocos, nuevos, que no son sustanciales para la lectura de la novela. Pero sí tengo en mente preparar una edición de bolsillo, releyendo la traducción y ajustando las notas a una lectura más directa para el lector.
La edición de Valdemar cuidó toda su labor como traductor e investigador, también todos los demás detalles, incluso el papel que se conserva en perfecto estado al correr de los años. 
Es algo de agradecer a la editorial en un momento en que los editores, para reducir costes, han bajado la calidad del papel hasta niveles impensables; en muchos libros, a los tres años el papel se ha vuelto negro y hasta cruje.
En 2013 sigue traduciendo a Proust: La confesión de una joven y otros cuentos de noche y crimen, su última obra publicada este año también con Valdemar, ¿aún le queda algo de Proust por traducir, algo que le sea imperioso trasladar al español?


Además de A la busca del tiempo perdido, he reunido todos los relatos de Proust con el título de La confesión de una joven y otros cuentos de noche y crimen; el primer libro que publicó, Los placeres y los díasy el llamémoslo así, borrador o primer intento de La recherche..., titulado Jean Santeuil. Queda, por supuesto, mucha obra de Proust por traducir; no digo ya la correspondencia completa, pero sí una buena antología, pero el género no anima a los editores. Publiqué una selección de sus poemas (la poesía de Proust tiene un interés muy relativo), en la revista Turia, y al poco tiempo aparecieron sus poemas completos traducidos por Santiago R. Santerbas (Ediciones Cátedra), con lo que ese campo ya está cubierto. Y a finales de año o principios de 2014 aparecerá mi edición, también anotada, de Sobre la lectura en la Editorial Fórcola. 

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