sábado, 9 de febrero de 2013

Lecciones de un humanista

9/Febrero/2013
Laberinto
Claudia Hernández de Valle–Arizpe


La Antología general de Rubén Bonifaz Nuño, publicada en México por la UNAM y Gato Negro Ediciones en noviembre de 2009, pero presentada apenas hace un año en la FIL de Minería, es una de las publicaciones más recientes de la obra del poeta, acertada y deleitable, comenzando por su diseño editorial. Se trata de cuatro libros que vienen dentro de una caja que parece guardarlos como un tesoro.
¿Por dónde empezar? ¿Cómo leer esta antología del humanista veracruzano, nacido en Córdoba en 1923, y fallecido el pasado 31 de enero en la Ciudad de México? El orden de los factores no altera el resultado fincado en el asombro, sin embargo, iniciar con la lectura de los ensayos, seguida por la de las versiones y luego por la poesía, puede resultar muy interesante debido a los vasos comunicantes que el lector establecerá. Leer primero el “Discurso de ingreso a la Academia Mexicana” (1963), la “Conferencia de ingreso al Colegio Nacional” (1972) —dos documentos imprescindibles para entender sus ideas y preocupaciones sociales y estéticas— así como la ya célebre entrevista concedida a Marco Antonio Campos con la que cierra este volumen de ensayos, aportará gratificaciones especiales. ¿Cuáles? Por ejemplo, la de constatar que las convicciones de RBN sobre el arte de los antiguos mexicanos —polémicas e innovadoras por demás— o su estudio sobre la muerte, la guerra y la amistad en las culturas latina y náhuatl afloren de otra manera en los poemas, pero iguales en su esencia, en su importancia enorme para entender mejor quiénes somos los mexicanos, de dónde venimos, y ¿por qué no?, hacia dónde vamos. Lo de los vasos comunicantes aplica también a las confesiones del poeta sobre su preferencia por un metro determinado; al cuándo y de qué manera escribió un libro, a los fantasmas que son reales porque cree en ellos, o a su idea del amor como “la única manera de acercarse al misterio”. En la entrevista con Campos confiesa lo que piensa de la mujer, nombra a los poetas que más lo han influido, subraya su amor por la ciudad, pondera la memoria, y con todo ese material en el que se nos revela Rubén Bonifaz, el hombre, nosotros, sus lectores, nos enfrentarnos a su obra poética menos despojados y con la posibilidad de transitar por varios niveles de lectura: saber que esa piedra y esa energía que se renueva siempre es la mal llamada Coatlicue; que la memoria no es sólo memoria sino “y la memoria/ tenaz dentro de ti, como una fuente/ con el destino de sonar a oscuras”. (Tres poemas de antes). Que la mazorca, la muchedumbre de algo, el grupo, en los poemas de la amistad se inscriben, sobre todo, en la tradición prehispánica.
Leer antes que la poesía, en el volumen Versiones, los fragmentos de obras de autores griegos y latinos traducidos por RBN, permite identificar después en, por ejemplo, Albur de amor, algunos símbolos de la Antigua Grecia y de la Grecia clásica; el cultivo de un ritmo que busca reproducir una sonoridad particular, o la valoración de la mujer en la Antigua Roma, siempre en conjunción, eso sí, con el mundo prehispánico, la religión católica, la alquimia, el México del siglo XX y la música popular, amalgama que evidencia su extraordinaria vocación sincrética.
Además, leer dichas traducciones supone asomarse a una gran diversidad de temas y estilos; pasar de la misoginia en el Monólogo de Hipólito de Eurípides, a las posibles causas de rayos y truenos que enumera con gracia Lucrecio; descender de la mano de Virgilio al infierno, a algunos de los versos más obscenos de Horacio o a los consejos que Ovidio da a mujeres y hombres en El arte de amar y que tienen una sorprendente vigencia. Los leemos, asimismo, conscientes de que el poeta, al cultivar la traducción más apegada a la forma original, trabajó con iguales dosis de pasión, cautela y rigor.
La Antología general es el resultado magnífico del trabajo de jóvenes editores y diseñadores. Son jóvenes también quienes hicieron la selección de textos: Sol Aréchiga, Yael Weiss, Pável Granados, César Arenas y Víctor Mantilla. Vale la pena hacer hincapié en lo de la juventud, porque resulta estimulante y digno de celebrarse que Rubén Bonifaz Nuño sea leído cada vez más por lo jóvenes. No puede pasar desapercibido el hecho de que éstos muestren un vivo interés por una obra que es atemporal y ejemplar. El poeta supo conciliar como nadie lo aparentemente distante o hasta irreconciliable de tradiciones que nos han enseñado a ver separadas, ajenas unas de otras, y nos mostró que la interpretación de los textos, a partir del conocimiento, ofrece recompensas insospechadas. Humanista, Bonifaz nos recuerda, entre otras muchas cosas, que la paciencia es virtud, que la sabiduría es producto del estudio de toda una vida, que la gracia de lo pequeño impone tanto como lo monumental, y que la capacidad de observar no radica solamente en los ojos.

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