29/Diciembre/2012
El Universal
Yanet Aguilar Sosa
Jorge Edwards, el gran narrador chileno vivo que ha compartido su
ejercicio literario con su labor diplomática -tarea que aún ejerce
aunque con mucho menos ganas que en los primeros años- decidió que era
tiempo de compartir su historia, así que hace unas semanas llegó a
México la primera parte de sus memorias, que lleva el título de Los
círculos morados.
Nunca dudó en llamarla así, quería contar que esas eran las marcas que
el vino barato dejaba en las comisuras de sus labios cuando decidió ser
escritor y adentrarse en ese mundo de bohemia y rebeldía.
En la primera parte del proyecto que será de tres entregas, el escritor
nacido en Santiago de Chile en 1931, Premio Cervantes en 1999 y Nacional
de Literatura en 1994, narra su formación como escritor, su vida
burguesa, la incorporación a las letras, el afán por cumplir con la
familia y concluir la carrera de abogado, el encuentro impactante con
Pablo Neruda y con otros chilenos como Alejandro Jodorowsky y Enrique
Lihn, y luego su contacto con los surrealistas.
Edwards, embajador de Chile en Francia, dice a EL UNIVERSAL que Los círculos morados es una evocación muy íntima, un retrato literario de una vida y una época.
“¿Sabe porque se llama así?, yo descubrí primero la literatura en los
libros de la casa, en los libros del colegio, empecé a escribir;
descubrí a los grandes autores, pero los descubrí solo, a Rimbaud, a
Baudelaire, a San Juan de la Cruz, a García Lorca, a Neruda; yo no sabía
quién era Neruda, un día llegó un chico a la clase y preguntó:
‘¿ustedes saben quién es Pablo Neruda?’, y entonces él leyó el primer
poema de los Veinte poemas de amor... ‘Cuerpo de mujer, blancas colinas,
muslos blancos...’, era un poema tan erótico que todos quedamos
iluminados y nos fuimos a leer a Neruda.
“Después conocí a algunos de los poetas de Chile, íbamos a las tabernas,
muy sórdidas, en unos subterráneos, medio infernales y bebíamos vinos
malos, salíamos de ahí con un círculo de color lila alrededor de la boca
del vino malo, yo pensé siempre: este es el signo delator, ¿delator de
qué? De que uno se pasó de la casa burguesa a la poesía, a la escritura,
a la taberna infernal. Yo tenía mucho miedo de que mi madre me
sorprendiera con los círculos morados”.
Aquí relata cómo descubrió la literatura
Es el tema de la salida del orden en cierto modo y la aventura, hay
grandes poemas sobre el tema del orden y de la aventura en el arte, del
descubrimiento de la palabra, de la salida del orden para entrar en un
mundo de aventura intelectual e incluso espiritual.
¿Cuando decidió que era tiempo de contar las memorias?
Decidí que era tiempo hace tiempo, cuando tenía 15 años de edad y actué
conforme con esa idea, estudié Derecho para dejar contenta a la familia,
pero cuando recibí el título lo metí en un canasto y lo olvidé; ese
descubrimiento es muy antiguo; pero de repente descubrí que yo podía
escribir un libro que cuenta esa historia.
En el segundo voy a hablar de mi conocimiento y de mi experiencia y
relación con los grandes escritores latinoamericanos que vinieron
después, que conocí antes de que fueran tan famosos: Julio Cortázar, a
quien conocí en la casa de Mario Vargas Llosa; Carlos Fuentes, que era
un gran bailarín, era un gran trabajador pero al final del día le
gustaba mucho bailar, era muy simpático, después nuestras relaciones se
complicaron un poco pero tuvimos una estupenda reconciliación en París,
estuvo en mi casa, poco antes de morir. Yo pensaba “después de esta
reconciliación espero tener tiempo para conversar con él, para hablar de
todos estos años que han pasado que hemos estado con cierta distancia”,
pero se murió.
¿Por qué el distanciamiento?
Hubo cierta vacilación y cierta distancia por mi libro sobre Cuba, en ese tiempo era muy difícil ese libro, muy arriesgado.
¿Cómo evalúa esos primeros años?
Los evoco como años irrepetibles, luminosos. Cuando empecé a escribir
tenía un pariente escritor que ya era bastante conocido, después sacó el
Premio Nacional de Literatura; se llamaba Joaquín Edwards Bello, primo
hermano de mi padre. Él estaba alejado de la familia, justamente se
había alejado para escribir, en la familia se hablaba de él como “el
inútil de Joaquín”, entonces cuando yo me metí en el mundo de escritor,
me metí en la inutilidad, del riesgo vital, pero así lo hice.
Tenía una vieja tía que era muy baja de estatura y muy narigona, era tía
abuela, muy simpática; me mostraba las tapas del libro de Joaquín, pero
lo hacía casi a escondidas y me decía “tu sabías que tienes un tío
escritor”. Yo me reía. Después lo conocí y escribí una novela sobre él
porque era un personaje muy misterioso para mí; era un personaje de la
familia que nunca estaba, estaba muy lejos o de viaje o en un barrio de
Santiago que ya no era bien visto.
¿Nunca lo llamaron “el inútil de Jorge”?
Cuando comenzaba a escribir yo fui calificado por mucha gente; era un
buen alumno en el colegio, era rápido, sacaba las mejores notas, creían
que yo iba a ser un gran abogado, que me iba a enriquecer y cuando
empecé a aparecer como escritor la gente empezó a decir, “el niño de
Sergio -mi papá se llamaba Sergio- que prometía tanto y se puso tonto”.
¿Nunca se ha arrepentido de dedicarse a la literatura?
No, al contrario, mi padre vivió hasta muy viejo y al final estaba un
poco orgulloso de mí, lo disimulaba, cuando fui a la ceremonia de
admisión a la Academia de la Lengua Chilena, mi padre a la vuelta me
dijo una cosa que me pareció muy cómica, quizás él no se dio cuenta de
lo cómica que era, pero me dijo: “fuiste el mejor”. Ya había una
reconocimiento paternal allí.
¿Ya trabaja el segundo volumen?
No, porque estoy terminando una novela, cuando la termine me meto en el
segundo volumen, me meto fuera de la embajada, eso lo juro porque el
segundo volumen como va a ser un volumen con muchos personajes
literarios que conocí, algunos de ellos vivos, quiero hacerlo acompañado
de una relectura muy extensa de todos esos personajes, de todas esas
novelas, a Neruda no necesito releerlo, pero quiero releer a Alejo
Carpentier, hasta llegar al día de hoy. Así que tengo mucho trabajo por
delante. Eso es lo bueno de ser un viejo escritor, que los escritores no
se jubilan. Claro si se ponen tontos los jubilan los lectores, ellos no
se dan cuenta.
¿En el segundo tomo de sus memorias aparecen escritores mexicanos?
Claro, por lo menos aparecen dos, Carlos Fuentes y Octavio Paz, y
algunos más como José Emilio Pacheco. Carlos Fuentes me dijo: “No vas a
escribir el segundo tomo porque hay mucha gente viva”. Yo le dije: “No,
yo sé presentar una cosa sin ofender”. Y eso es cierto. Así que voy a
escribir tres.
Aquí está su familia, ¿en el segundo, los amigos?
Está la familia, la casa, la madre, el padre, los hermanos, las hermanas
chicas. La historia musical porque yo era un chico melómano que
pertenecía a las asociaciones musicales y ahí sale un personaje muy
divertido de ese tiempo, que es el personaje principal de la novela que
viene ahora que se llama El descubrimiento de la pintura, es una novela
corta que escribí como una derivación de una historia que aparece en las
memorias; las memorias me han dado elementos, puedo escribir memorias y
a partir de una historia que aparece, escribir una novela corta,
escribir un cuento.
A mí me divierte mucho escribir, no estoy de acuerdo en absoluto con
Phillip Roth, quien dijo el otro día que abandonaba la literatura; es
una tontería; hay muchos escritores que han escrito hasta el día de su
muerte; Marcel Proust escribió la muerte de un personaje suyo observando
su propia enfermedad, en los días finales. Yo soy de esos.
Sin embargo, volvió a la diplomacia
Voy a salir apenas pueda, me quita mucho tiempo, no estoy para
memorándums, papeles, para recibir una visita que no me interesa, que no
me dice nada, nos decimos lugares comunes, hay que ser un maestro de
los lugares comunes.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario