sábado, 20 de febrero de 2010

Investigador y reportero

20/2/2010
Suplemento Laberinto
Alicia Quiñones

El diseño editorial. La propuesta visual. Ése era el reto de Vicente Rojo (Barcelona, 1932), quien llegó a México en 1949. No pasó mucho tiempo —unos meses, quizá— para que comenzara a formar parte del equipo de México en la Cultura, donde inició su relación con Fernando Benítez, con quien llegaría a tener una estrecha amistad. Una relación en la que, pese a la rapidez con que se debía trabajar, nunca dejó de existir la exigencia de la imaginación.

Gracias al trabajo editorial que realizaron, se difundieron por primera vez en México pinturas de Tàpies y Saura, de Rauschenberg, Jasper Johns y de otros artistas pop, “lo que causó la irritación del imperturbable Jefe Pagés”, cuando el suplemento lo publicaban en Siempre!

“Mis recursos para la ilustración en blanco y negro eran los indispensables Posada y el Archivo Casasola, los muralistas, Leopoldo Méndez y otros grabadores del Taller de Gráfica Popular, y los fotógrafos Héctor García y Nacho López…”

¿Qué recuerdos y aprendizajes tiene Vicente Rojo a tantos años de distancia de su primera colaboración con Fernando Benítez?, de ello habla en esta entrevista.

¿Cómo comenzó su relación con Fernando Benítez?

Lo conocí en 1950, hace ahora exactamente sesenta años, cuando Miguel Prieto me llevó, como su asistente de diseño, al suplemento México en la Cultura que dirigía Benítez. A la muerte de Prieto, en 1956, Fernando me invitó a trabajar en su suplemento como director artístico. En 1960 se fundó Ediciones Era, y Fernando fue nuestro primer autor. Con este hecho abrimos otra vertiente en nuestra colaboración, misma que culminó con los cinco tomos de Los indios de México.

¿Cómo lo recuerda hoy?

Fueron cincuenta años de una entrañable relación de amistad y de trabajo que compartimos día a día. Fernando se convirtió para mí en un maestro excepcional del que recibí lecciones invaluables, pero sobre todo destacaría que fue a través de él que yo me apasioné por México. Es decir, que no pasa un día sin que yo lo tenga presente con enorme gratitud.

¿Cuáles eran las preocupaciones periodísticas y editoriales para Benítez al crear un producto editorial?

El principal interés que Fernando tenía en sus tareas consistía en lograr una meta de calidad. En eso nunca bajaba la guardia. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de hace casi medio siglo, momentos en que las condiciones de trabajo eran muy diferentes de las actuales y, en particular, para Fernando, como creador que fue de los suplementos culturales en la prensa mexicana. Para empezar, eran únicamente dos personas, Benítez y Prieto, quienes formaban un suplemento de doce o dieciséis páginas semanalmente, por lo que cada lunes había que realizar proezas con los originales que ocasionalmente se hubieran solicitado, o los que cada colaborador llevaba semana a semana.

¿Cómo era el proceso que tenían para resolver un número del suplemento México en la Cultura?

Voy a dar un ejemplo. De pronto sobre su mesa había un manuscrito de Alfonso Reyes, otro de Alejo Carpentier, uno más de Paul Westheim. Fernando los barajaba y, sin poder prever qué textos tendría sobre su escritorio, al entusiasta grito de, “¡Toda la carne en el asador!”, publicaba a Reyes, Carpentier y Westheim de una vez. Pero además quiero añadir que, así como apreciaba en todo su valor las grandes firmas, tenía una gran intuición para descubrir a jóvenes valores, fueran escritores, fotógrafos, pintores, críticos, poetas, cronistas, entrevistadores o traductores, y cuyos nombres, que no hace falta mencionar, son los que hoy en día constituyen las grandes firmas que persiguen los suplementos y las editoriales. Esta lista de nombres a los que Fernando les dio espacio en los suplementos es verdaderamente magistral.

¿Fue difícil trabajar con él?

Fue un gozo trabajar con él, lo mismo en México en la Cultura que en el suplemento que le dio continuación a éste, La Cultura en México. Fernando tenía un inagotable sentido del humor, y como director acometía todos los proyectos con una vigorosa alegría. Quizás haya que destacar que, en medio de todo esto, Fernando escribía sus libros, todos, auténticos estudios en los que trataba de desentrañar el misterio de los muchos Méxicos, siempre en el doble carácter de investigador y reportero, que era como a él le gustaba considerarse; siempre, además, partiendo de su profundo y para mí conmovedor amor por México y los mexicanos. Costaba mucho trabajo imaginar que convivieran en una misma persona el elegante Fernando Benítez, de trajes hechos a la medida, mancuernas y corbata, con el escritor capaz de trasladarse, a lomo de mulas y durante cuatro horas, por la sierra para descubrir la magia y el mito de, por ejemplo, Viricota.

Después de toda esta experiencia, ¿cuál es su visión del periodismo y las publicaciones culturales de hoy?

Puede parecer una exageración de mi parte, pero creo que, quienes colaboran en los medios culturales, lo sepan o no, lo acepten o no, parten del trabajo de Fernando Benítez.


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