lunes, 14 de diciembre de 2009

Policía

2009-12-14
El Universal
Guillermo Fadanelli

La autoridad. Es cuerdo desconfiar de ella desde un principio. Ya después veremos si nos hemos o no equivocado, y es probable que en nuestras dudas acertemos casi todas las veces. En su segundo manifiesto, André Bretón dice que el acto surrealista más simple consiste en salir a la calle armado de dos pistolas y disparar contra la multitud. Y añade que quien no haya tenido el impulso de rebelarse contra los sistemas que envilecen la sociedad merece formar parte de la multitud contra quien se dispara. He traído a cuentas este pasaje a causa de que en México el odio hacia la policía por parte de la población se hace cada vez más patente. Y cuando he leído este pasaje en el manifiesto he pensado de inmediato en la policía. En los más distintos ámbitos humanos (a excepción acaso del arte) a quien dice ser lo que no es lo miramos como a un embustero. El que defrauda es el que promete y después no cumple las promesas. Hasta aquí es sencillo estar de acuerdo. La cuestión esencial se encuentra, sin embargo, en el tamaño de los embustes. Y los más grandes suelen ser los que ponen en peligro la vida.

Un loco o un surrealista armarían a sus enemigos porque haciéndolo aseguran su supervivencia (esta supervivencia consiste en que los sigamos considerando locos o surrealistas). Pero los seres comunes no debemos armar de buena voluntad a los criminales porque entonces —además de que seríamos considerados idiotas— pondríamos en peligro nuestra vida. Y no obstante lo anterior, eso es justamente lo que hacemos: entregamos de buena voluntad las armas a los criminales que supuestamente van a defendernos. Lo describo de modo sutil, pero en realidad creo que un policía que traiciona su papel es bastante peor que los criminales comunes. Al menos los criminales no se representan más que a sí mismos. Son actores que cumplen su papel en la obra de manera puntual. Unos más discretos que otros, pero en esencia hacen lo que se espera de ellos.

En cambio, el policía que se escabulle de su responsabilidad (tanto práctica como simbólica) pone a su comunidad contra el muro pues siembra la confusión, dicho en el sentido más agrario de la palabra "sembrar": dejar la semilla en la tierra para que se desarrolle. Es claro que el policía se vale de esta confusión para lucrar, como lo haría cualquier hampón común, pero su caso es más grave porque su acción conduce a su sociedad a la locura. Si no puedo someter al criminal e impedir que siga causando desmanes, por lo menos puedo pedirle que continúe siendo un criminal y que haga evidente así a cuál bando pertenece. Si se niega a confesar a quién sirve (como hacen casi todos los policías de todas las dependencias) no nos deja más remedio que desear su desaparición (su muerte) o perder la cordura. Es por ello que no me extraña el aumento de los linchamientos públicos ni el odio profundo que en México se profesa a la policía como sistema simbólico. El linchamiento, acto que pasa por encima de todas las leyes es una expresión de la locura ciudadana. Esta locura ha sido a su vez provocada por la traición de la policía en todos sus estratos: vaya círculo vicioso.

Haciendo sumas las penas destinadas a policías que no son policías tendrían que ser más graves que las purgadas por delincuentes comunes. No es ésta una propuesta de mi parte porque no existen instituciones a las que dirigir dicha petición. Es sólo un cálculo. ¿Pero qué estoy haciendo? Jamás me imaginé exigiendo de manera literal penas o castigos para nadie. Probablemente me he vuelto loco a causa de la barbarie en que vivimos y de la confusión de los símbolos. Me han llevado a ser lo que no era. Si alguien desea comprobar mi ausencia de razón y recluirme en un manicomio sólo bastará mostrar este artículo donde le pido coherencia a la autoridad y me quejo de que los policías no sean policías de verdad. Si lo hacen —si me recluyen— no me causarán ningún daño porque estoy seguro de que en cualquier mazmorra de hospital estaré más seguro que fuera de ella. Probablemente en cautiverio podré escribir varias apostillas al apolillado manifiesto surrealista.


No hay comentarios: