El Universal
Son aquellos que bostezan ante el tema de Dios. No se interpelan ni tratan de explicar en lo mínimo su falta de creencia en un ser superior, pero tampoco cuestionan ni combaten los argumentos de quienes defienden que cada momento de su vida está regida por una divinidad.
Se los puede reconocer como los nuevos ateos, inmersos en una cultura global de modernidad donde la apertura, la tolerancia y la pluralidad son los valores enarbolados, pero en la que también existe una relativización absoluta... todo es revisable, por lo que entonces Dios puede o no existir, pero a ellos no les importa en absoluto.
“Aunque no existe un ateísmo homogéneo en México y parte de América Latina, el común puede ser la indiferencia ante el tema de Dios. El objetivo hoy no es, como el de grupos de los siglos XVIII y XIX, asesinar a Dios, sino relativizar las ideas religiosas”, explica Bernardo Barranco, estudioso de las religiones.
“Habrá quienes aún piensen que la religión es el opio del pueblo, por lo que plantearán la necesidad de extirparlo, pero otros considerarán que ya no es opio, sino como fumar tabaco, acto que se ejerce bajo la propia responsabilidad pero en privado”, dice Jorge Traslosheros, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.
Defensa de sus posturas
Es por ello que hoy algunos que se dicen ateos, se pueden encontrar en organizaciones de la sociedad civil que reivindican derechos que son vetados por la religión, tales como la libertad sexual y el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo en el tema del aborto.
“Se combaten las ideas que son relacionadas con la religión pero no se pretende extirpar a Dios de la sociedad, pues incluso puede haber organizaciones que señalen profesar principios cristianos pero que luchen por cierto derecho que desde su credo no es concebido”, dice Barranco.
Para las altas jerarquías religiosas no existen términos medios en seguir el plan divino del Creador y consideran tajantemente que se es o no se es ateo.
“Por qué (ellos) aseguran que no hay vida después de la muerte, si no han muerto para comprobarlo. Cuando no saben sólo hacen conjeturas a priori y deciden ser agnósticos”, dice el escritor indo-estadounidense Dinesh D’Souza.
Lo cierto es que todavía puede haber ateos que justifiquen de una manera filosófica su incredulidad.
Habrá unos que lo sean por sentirse defraudados por Dios; otros que no crean en la institución religiosa y los que digan no confiar en la divinidad que les “pinta” la iglesia, pero buscan la trascendencia o practicar lo espiritual. De ahí, múltiples diversidades de ateos.
“Aguas calmadas”
“A pesar de estar en un siglo sacrofóbico en el que existe un proyecto cultural de vivir como si Dios no existiera y donde el hombre sólo cumple sus deseos con una mentalidad utilitaria, hoy no hay un ateísmo tan feroz que provoque persecuciones como en décadas pasadas”, dice Traslosheros.
“No hay movimientos con furia que combatan la religión; antes había grupos organizados, algunos inspirados en Friedrich Nietzsche, que argumentaban que si Dios no ha muerto habría que matarlo. No tendría que haber un valor absoluto”, comenta Barranco.
Explica que la globalización ha permitido que haya una coexistencia multicultural donde haya un respeto y atención al otro obviando con ello el ateísmo y dando origen a los ateos indiferentes.
Es justo esta indiferencia y no los grupos organizados de ateos que aún sobrevivan, el principal enemigo de las iglesias, especialmente la católica, coinciden Barranco y Traslosheros.
Recuerdan que el ateísmo de los siglos XVIII y XIX era algo similar al comunismo o liberalismo, una postura ideológica política significaba una gremialidad. Dicen que tampoco hay más la tendencia de la creación de estados confesionales que asuman la ley de Dios como eje rector.
La indiferencia
El sociólogo francés Gilles Lipovetsky en la Era del Vacío, describiría lo que sucede en la actualidad: “En la sociedad postmoderna reina la indiferencia de masa, sentimiento de reiteración y estancamiento, autonomía privada, innovación superficial y el futuro no se considera o asimila; esta sociedad quiere vivir aquí y ahora”.
“No tiene ídolo ni tabú, estamos regidos por el vacío, un vacío que no comporta, ni tragedia ni apocalipsis. También puede notarse una nueva era de consumo que se extiende hasta la esfera de lo privado; el consumo de la propia existencia a través de la propagación de los mass media”, dice en su obra Lipovetsky.
Mención especial valen para los analistas, las condiciones como las de Palestina (musulmanes contra judíos); Balcanes (serbios ortodoxos contra croatas católicos y albaneses bosnios y musulmanes); Irlanda del Norte (protestantes contra católicos); Cachemira (musulmanes contra hindúes) y Sudán (musulmanes contra cristianos y animistas).
Estos hechos han despertado un debate necesario sobre las ideas heredadas con las que se organizan las creencias y el modo en que estas afectan a la estructura de las sociedades políticas. En este caso, la cuestión no es ya cómo llegar a construir una “sociedad atea”, sino cómo es posible que el dogmatismo religioso sobreviva sin destruir el mundo.
Pero en las sociedades occidentales, el papa Benedicto XVI ya habría advertido de esa relativización y la ausencia de Dios como valor absoluto, en su Encíclica titulada En la caridad, en la verdad.
“En el contexto social y cultural actual, en el que está difundida la tendencia a relativizar lo verdadero, la adhesión a los valores del cristianismo es indispensable para la construcción de una buena sociedad y un verdadero desarrollo humano”.
Para Traslosheros es peligroso este totalitarismo relativista en el que el ser humano atiende sus propios deseos y prescinde de un Dios. El antropólogo de religiones Elio Masferrer dice que no es lo mismo un ateo de 15 años que uno de 70, pues los contextos cambian. “Los utltra conservadores califican a los ateos como una especie de otra religión; devuelven la pedrada a los no creyentes al decirles que en el fondo todos somos religiosos”.
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