Laberinto
Heriberto Yépez
La literatura mexicana ya no puede comprenderse sin un nuevo fenómeno: las llamadas editoriales independientes.
Editoriales independientes, a veces, de los lectores: esa democracia y esa tiranía.
Estas editoriales, al contrario de las transnacionales, publican libros independientemente de si tendrán suficientes lectores–compradores. Hacen colecciones de obras raras o de autores emergentes, libros no comerciales. Libros para pocos.
Ese lujo no lo pueden pagar los propios editores de libros para los happy few, porque, aunque sus valores son de élite o minoría, incluso los escritores mexicanos más exquisitos viven en el subempleo.
Para la mayoría de estas editoriales ser independientes de los lectores significa ser dependientes de subsidios gubernamentales.
Si les preguntamos, no dirán que son independientes de los “lectores” sino del “mercado”. Dicho abstractamente no se escucha mal. Incluso se escucha moral.
Llamarlas editoriales independientes es inexacto o involuntariamente cómico. Prefiero llamarlas editoriales pequeñas.
Estas editoriales están cambiando el panorama literario. Las grandes editoriales perdieron, en la última década, mucho de su poder para definir la literatura mexicana.
Son tan bonitos y selectos los libros de las editoriales pequeñas que los nuevos escritores mexicanos las prefieren. Entre ellos son ya más prestigiosas que las editoriales transnacionales.
Generalmente las manejan escritores del centro de la República. Son pocas las editoriales fuera de Ciudad de México, donde es más caro imprimir algunas obras que luego faciliten pedir subsidio.
A veces en otros países, las editoriales pequeñas son grupúsculos antisistema. En México, la gran mayoría carece de micropolítica alternativa. Simplemente son editoriales de escritores que editan libros de su gusto.
A pesar de que casi todas usan fondos públicos, estas editoriales no abren convocatoria pública. Publican lo que sus editores deciden personalizadamente y los jurados de las convocatorias gubernamentales aprueban en paquete.
Para entender la literatura mexicana hoy se necesita conocer la historia reciente de las editoriales pequeñas. Su lugar es extraño.
Por ejemplo, las revistas principales casi no reseñan estos libros —a excepción de los de contactos cercanos o enemigos a desprestigiar— porque no circulan bien. Seguirles la pista haría que estas revistas perdieran su lazo con el lector común.
Si alguien confía en la imagen de la literatura mexicana construida por las revistas quedaría tan extraviado como si confiara en las librerías, donde casi no se venden estos libros.
El costo de distribuir bien las sacaría inmediatamente del mercado (al que no casi no han entrado).
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