sábado, 7 de enero de 2012

¿Quién puede reseñar?

7/Enero/2012
Laberinto
Heriberto Yépez

Después de mi anterior columna, más de uno me exigió responder la pregunta que lancé: ¿quién puede reseñar?

El propósito fundamental de la reseña es determinar los alcances de un libro. De ahí deriva la evidencia que ofrece, y si la reseña recomienda, pondera, corrige o complementa.

Decía Siqueiros: “No escuchemos el dictado crítico de nuestros poetas; bellísimos artículos distanciados por completo del valor real de nuestras obras”.

Y Siqueiros ya no supo del vello que creció sobre lo bello: el crítico tomó poder dentro del cacicazgo de la literatura mexicana en el siglo XX. La reseña-poema-en-prosa fue sustituida por la reseña-campaña-política.

Así que comenzaré diciendo quién no debe reseñar.

No debe reseñar quien quiera protagonizar. Una reseña es un servicio al lector inteligente, no un circo intraliterario y trampolín para la propia carrera. Hay que detener ese habitus de corrupción cultural.

No debe reseñar quien quiera amistades e intercambio de favores en el medio literario.

Entonces, ¿quién puede reseñar? Quien tenga las facultades para hacerlo. Del mismo modo que no todos pueden expedir recetas médicas o realizar peritajes, no todos pueden reseñar libros.

El reseñista debe ser un honesto lector experto, con uno de dos perfiles.

Debe ser un crítico —literario, académico o teórico— con trabajo analítico probado. Quien sólo hace reseñas no debe hacer reseñas. La reseña debe ser hecha por un autor de más de un libro unitario de análisis hondo de periodos, autores, conceptos u obras literarias.

De aquí siguen criterios éticos e incluso psicológicos. El reseñista debe ser un autor no sólo con un amplio conocimiento, sino una persona emocionalmente madura.

La tradición literaria ha exigido que los reseñistas sean escritores. (La tradición visual, por cierto, no ha podido exigir que sus críticos sean artistas.) Pero aunque preferible, no basta ser un creador para ser reseñista.

Frecuentemente la inseguridad y poco profesionalismo de los autores conduce a los vicios que hoy imperan en la crítica mexicana hecha por los reseñistas improvisados: la reseña como chambita, literatura plurinominal o photo op verbal.

Alguien podría decir, ¿a qué viene esta crítica a la crítica? Mi respuesta es: la grave crisis que ya vivimos y la crisis aún más grave que se avecina. El libro impreso está en la cuerda floja.

Parte de esa crisis ha sido ocasionada por la irresponsabilidad de los críticos, casi todos carentes de obra analítica previa o compromiso ético vigente.

Hay que poner —por dos razones— especial ahínco en las reseñas de esta época.

Podrían tratarse de las últimas reseñas de los últimos libros que lean los últimos hombres modernos.

Y podrían tratarse de los textos que serán modelo del nuevo género de comentario crítico que se aproxima en este milenio.

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