Laberinto
Víctor Manuel Mendiola
En Memorias y palabras
—libro con las cartas que Octavio Paz envió a Pere Gimferrer—, el
lector encuentra una revelación inesperada: la existencia de una novela.
En la misiva del 27 de enero de 1984, el autor de Piedra de sol
escribió en la posdata: “La novela sigue en el cajón. Espero el momento
propicio para hacer el signo de resurrección.” En la nota a pie de
página, Gimferrer añade a esa coletilla: “Se trata de una novela inédita
que Octavio redactó en los años 40. Me habló de ella diversas veces. Ni
descartó —como se ve— ni por tanto es descartable publicarla, en el
caso de que aparezca entre sus papeles.”
Aparte
de que en términos editoriales es inquietante y muy atractivo saber que
el poeta mexicano escribió una ficción narrativa y que ésta se
encuentra “en el cajón” a la espera de los lectores, la existencia de
este texto tiene múltiples significados —en el presente o en el pasado,
salga a la luz o no.
Paz no solo discutió las diferencias y afinidades entre el discurso poético y el prosaico —una parte significativa de El arco y la lira
es una reflexión a fondo sobre este asunto. Paz también ensayó la
construcción de piezas híbridas donde la poesía y la narración crean una
alianza insólita y poderosa: ¿Águila o sol? y El mono gramático.
Estos textos híbridos son dos obras esenciales de la literatura
mexicana. El primero es una colección de piezas cortas de diversa
índole: a veces poemas en prosa; otras veces cuentos —como en “El ramo
azul”—; otras, ásperas soflamas, entre la escatología y un erotismo
violento; y otras más, hermosas visiones apocalípticas. El segundo es un
libro de libros con una reflexión y una anécdota central que se
descompone en un relato —casi en una larga historia, “una pseudonovela”,
como dijo el propio Paz. Su importancia, su enormidad, es evidente,
pero no ha tenido la atención que merece.
El mono gramático,
como una buena parte de la poesía de Jorge Luis Borges, es un poema
narración en intertexto. El relato de Paz, al decirnos su aventura, se
apropia de la épica del Ramayana. En el cuento vemos al personaje del
poema: escribe en Cambridge y se mira a sí mismo caminando hacia Galta,
donde descubre al simio letrado Hanuman en un muro dentro de un palacio
en ruinas. Pero en el relato hay otro centro: la pasión amorosa a
Esplendor. La historia avanza y el pensamiento ahonda la fábula. La
novela se teje en la complejidad del drama y se desteje en las rupturas
del lenguaje. En su complejidad, El mono gramático
es una novela que devora al poema y al ensayo o un poema que lleva en
la sangre un pensamiento y una memoria. Es inevitable asociar este poema
en prosa con Blanco. Ambos textos
ocurren bajo la influencia de la filosofía oriental y de la India y
ambos practican la simultaneidad. Sin embargo, son diferentes. El mono gramático
vuelve a subordinar el lenguaje al drama esencial del hombre. No es
simplemente una variación de los signos en rotación. Este poema expresa,
como Piedra de sol, la existencia y el
amor visibles. No desemboca en la blancura, desemboca en todos los
colores del mundo. Esta pieza nos muestra el intrincado laberinto
textual de la biografía.
Octavio
Paz, como todo gran escritor, era un hábil ilusionista para mostrar y
ocultar las pasiones en su obra. Un signo de esta habilidad era la
constante corrección de lo ya publicado. La relectura de El mono gramático
es un encuentro —en la ambigüedad de la “pseudonovela”— con el mundo
del poeta. Para el lector, la “resurrección” del texto inédito aludido
en la carta a Gimferrer profundizaría, sin duda alguna, este encuentro
que El mono gramático nos recuerda y, quizá, nos anuncia.
________
1 Octavio Paz, Memorias y palabras, Seix Barral, México, 1999, p. 262.
2 Ídem.
3 Se podría añadir La hija de Rappaccini.
4 Octavio Paz, Misceláneas III, Entrevistas, FCE, Círculo de lectores, México, 2003, p. 693.
5 Ver el libro de Pedro Serrano, La construcción del poeta moderno, UNAM, México, 2011.
No hay comentarios:
Publicar un comentario