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lunes, 1 de febrero de 2010

Análisis: Ideas muertas

1 de Febrero de 2010
Periódico Noroeste
Denise Dresser

Atrapados. Rezagados. Atorados. Palabras de 2009 que capturan el sentir colectivo y el ánimo nacional.

Palabras que revelan a un país incapaz de responder a los retos que tiene enfrente desde hace años.

Un entorno global cada vez más competitivo y una revolución tecnológica de la cual México se niega a formar parte.

Una vasta transformación económica más allá de nuestras fronteras, que está creando nuevos ganadores y nuevos perdedores.

Una lista de líderes políticos y empresariales que han hecho poco por prepararnos para la nueva década.

Y finalmente, la razón principal detrás de la inacción enraizada en nuestra cultura política y en nuestra estructura económica: la pleitesía permanente de tantos mexicanos a las "Ideas Muertas".

Ideas acumuladas que se han vuelto razón del rezago y explicación de la parálisis. Sentimientos de la nación que han contribuido a frenar su avance, como argumentan Jorge Castañeda y Héctor Aguilar Camín en el ensayo "Un futuro para México" publicado en la revista Nexos.

Los acuerdos tácitos, compartidos por empresarios y funcionarios, estudiantes y comerciantes, periodistas y analistas, sindicatos y sus líderes, dirigentes de partidos políticos y quienes votan por ellos.

La predisposición instintiva a pensar que ciertos preceptos rigen la vida pública del País y deben seguir haciéndolo.

Y aunque esa visión compartida no es del todo monolítica, los individuos que ocupan las principales posiciones de poder en México suscriben sus premisas centrales:

1. El petróleo sólo puede ser extraido, distribuido y administrado por el Estado.

2. La inversión extranjera debe ser vista y tratada con enorme suspicacia.

3. Los monopolios públicos son necesarios para preservar los bienes de la Nación y los monopolios privados son necesarios para crear "campeones nacionales".

4. La extracción de rentas a los ciudadanos/consumidores es una práctica normal y aceptable.

5. El reto de la educación en México es ampliar la cobertura.

6. La ley existe para ser negociada y el Estado de Derecho es siempre negociable.

7. México no está preparado culturalmente para la reelección legislativa, las candidaturas ciudadanas, y otros instrumentos de las democracias funcionales.

8. Las decisiones importantes sobre el destino del país deben quedar en manos de las élites corporativas.

Estos axiomas han formado parte de nuestra conciencia colectiva y de nuestro debate público durante decenios; son como una segunda piel.

Determinan cuales son las rutas aceptables, las políticas públicas necesarias, las posibilidades que nos permitimos imaginar.

Y de allí la paradoja: las ideas que guian el futuro de México fueron creadas para una realidad que ya no existe; las ideas que contribuyeron a forjar la patria hoy son responsables de su deterioro.

Desde los pasillos del Congreso hasta la torre de Pemex; desde las oficinas de Telmex hasta la Secretaría de Comunicaciones y Transportes; desde la sede del PRD hasta dentro de la cabeza de Enrique Peña Nieto, los mexicanos son presa de ideas no sólo cuestionables o equivocadas.

Más grave aún: son ideas que corren en una ruta de colisión en contra de tendencias económicas y sociales irreversibles a nivel global. Son ideas muertas que están lastimando al país que las concibió.

Son ideas atávicas que motivan el comportamiento contraproducente de sus principales portadores, como los líderes priistas que defienden el monopolio de Pemex aunque sea ineficiente y rapaz.

O los líderes perredistas que defienden el monopolio de Telmex, porque por lo menos está en manos de un mexicano.

O los líderes panistas que defienden la posición privilegiada del SNTE por la alianza electoral/política que han establecido con la mujer a su mando.

O los líderes empresariales que resisten la competencia en su sector aunque la posición predominante que tienen allí merme la competitividad.

O los líderes partidistas que rechazan la reeleción legislativa aunque es un instrumento indispensable para obligar a la rendición de cuentas.

O los intelectuales que cuestionan las candidaturas ciudadanas aunque contribuyan a abrir un juego político controlado por partidos escleróticos.

O los analistas que achacan el retraso de México a un problema de cultura, cuando el éxito de los mexicanos en otras latitudes, como el de los inmigrantes en Estados Unidos, claramente evidencia un problema institucional.

Las prevalencia de tantas ideas moribundas se debe a una combinación de factores. El cinismo. La indiferencia. La protección de intereses, negocios, concesiones y franquicias multimillonarias.

Pero junto con estas explicaciones yace un problema más pernicioso: la gran inercia intelectual que caracteriza al País en la actualidad.

Nos hemos acostumbrado a que "así es México": así de atrasado, así de polarizado, así de corrupto, así de pasivo, así de incambiable.

Nuestra incapacidad para pensar de maneras creativas y audaces nos vuelve víctimas de lo que el escritor Matt Miller llama "La Tiranía de las Ideas Muertas". Nos obliga a vivir en la dictadura de los paradigmas pasados. Nos convierte en un país de masoquistas, como sugiriera recientemente Mario Vargas Llosa.

Como México no logra pensar distinto, no logra adaptarse a las nuevas circunstancias.

No logra responder adecuadamente a las siguientes preguntas: cómo promover el crecimiento económico acelerado?

¿Cómo construir un país de clases medias? ¿Cómo arreglar una democracia descompuesta para que represente ciudadanos en vez de proteger intereses? Contestar estas preguntas de mejor manera requerirá sacrificar algunas vacas sagradas, desechar muchas ortodoxias, reconocer nuestras ideas muertas y enterrarlas de una buena vez, antes de que hagan más daño.

Porque como dice el proverbio, la muerte cancela todo menos la verdad y México necesita, en 2010, desarrollar nuevas ideas para el país que puede ser.

lunes, 11 de enero de 2010

¿Problema mental?

Lunes 11 de Enero de 2010
Periódico Noroeste
Denise Dresser

Independencia. Revolución. Conmemoración. 1810. 1910. 2010. La historia de bronce festejada cuando debería ser cuestionada; la historia oficial cincelada cuando debería ser escrita de nuevo.

Porque han sido 200 años de héroes falsos y mentiras propagadas y dictaduras perfectas y democracias que están lejos de serlo.

Doscientos años de aspirar a la modernidad sin poder alcanzarla a plenitud y para todos.

Veinte décadas de justificar el Estado paternalista y el predominio del PRI, la estabilidad corporativa y el País de privilegios que creó.

Buen momento, entonces, para examinar la herencia, los mitos compartidos, las ficciones fundacionales, el bagaje con el cual cargamos.

Gran oportunidad para emprender un proceso de instrospección crítica sobre nuestra identidad nacional, para cobrar conciencia de lo que hemos hecho consistentemente mal.

Para entender por qué no hemos construido un país más libre, más próspero, más justo durante los últimos dos siglos.

Abundan las explicaciones. La Conquista, la Colonia, la ausencia de una tradición liberal, el Porfiriato, la vecindad con Estados Unidos, la desigualdad recalcitrante, el nacionalismo revolucionario, los ciclos históricos marcados por proclamas, seguidas de alzamientos y la instauración de líderes autoritarios que prometen salvar al País del caos y de sí mismo.

Muchos piensan que México no avanza por su pasado fracturado, por su historia insuperada, por sus creencias ancestrales, por sus costumbres anti-democráticas. Muchos esgrimen el argumento cultural como explicación del atraso nacional.

"Es un problema mental", afirman unos.

"Es una cuestión de valores", insisten otros. "Es un asunto de cultura", sugieren unos. "Así somos los mexicanos", proclaman unos.

Según esta visión cada vez más compartida, el subdesarrollo de México es producto de hábitos mentales premodernos, códigos culturales atávicos, formas de pensar y de actuar que condenan al país al estancamiento irrevocable.

Es cierto que muchos mexicanos creen apasionadamente en los componentes centrales del "nacionalismo revolucionario".

Es cierto que muchos mexicanos han internalizado las ideas muertas del pasado, y por ello les resulta difícil forjar el futuro.

Es cierto que muchos mexicanos han sucumbido al romance con la supuesta excepcionalidad histórica de México, y por ello se resisten a apoyar medidas instrumentadas con éxito en otros países.

Aquí, los hábitos iliberales del corazón son como un tatuaje. Aquí, ideas como el Estado de Derecho, la separación de poderes, la tolerancia, la protección de las libertades básicas de expresión, asamblea, religión y propiedad, no forman parte del andamiaje cultural post-revolucionario.

Y por ello tenemos elecciones competitivas que producen gobiernos ineficientes, corruptos, solipsistas, irresponsables, subordinados a los poderes fácticos, e incapaces de entender o promover el interés público.

En términos políticos, México es una democracia electoral; culturalmente sigue siendo un país iliberal.

Nadie duda que esto es así. Pero el problema de las explicaciones culturales es que conducen a callejones sin salida.

Si partimos de la premisa "así es México", la Nación no tiene futuro, ni solución, ni posibilidad, ni salvación.

Si el clientelismo y la corrupción y el patrimonialismo y la confrontación son producto de a una cultura bicentenaria, no queda claro cómo reformarla ni reformarnos.

Peor aún, el uso de la cultura como herramienta analítica o como justificación política, obscurece las causas estructurales detrás del atraso.

La cultura heredada, promovida, aprendida por los mexicanos a partir de la Revolución es una invención interesada, un cálculo deliberado; es aquello que los políticos y los ideólogos del régimen decidieron enseñarnos en la escuela pública. Las costumbres iliberales y las creencias reaccionarias que dibujan el mapa mental de tantos mexicanos fueron colocadas allí porque eran útiles. El poder político de México vivió, y vive aún, de alimentarlas.

Pensar que el problema de México es mental desvía la atención de donde debería estar centrada: en ese artificio contractual que es el corporativismo post-revolucionario y el "capitalismo de cuates" que engendró.

En la permanente redistribución de la riqueza en favor de los grupos beneficiarios del statu quo que este acuerdo ha entrañado.

En las prácticas de rentismo acendrado que este pacto ha perpetuado. En la apabullante concentración de la riqueza que este modelo ha permitido.

En la economía oligopolizada que este arreglo ha producido. Esas son las raíces de tantas mentiras piadosas que la clase política elaboró y sigue diseminando; esas son las razones detrás de códigos culturas que las élites han usado para controlar a la población.

El verdadero problema del País no es cultural sino estructural; no es una cuestión de valores sino de intereses.

A México no le hace falta ir al psiquiatra para resolver un problema mental; más bien necesita combatir una estructura de privilegios que ni la Independencia ni la Revolución lograron encarar.

lunes, 4 de enero de 2010

Ideas muertas

4 de Enero de 2010
periódico Noroeste
Denise Dresser

Atrapados. Rezagados. Atorados. Palabras de 2009 que capturan el sentir colectivo y el ánimo nacional.

Palabras que revelan a un país incapaz de responder a los retos que tiene enfrente desde hace años.

Un entorno global cada vez más competitivo y una revolución tecnológica de la cual México se niega a formar parte.

Una vasta transformación económica más allá de nuestras fronteras, que está creando nuevos ganadores y nuevos perdedores.

Una lista de líderes políticos y empresariales que han hecho poco por prepararnos para la nueva década.

Y finalmente, la razón principal detrás de la inacción enraizada en nuestra cultura política y en nuestra estructura económica: la pleitesía permanente de tantos mexicanos a las "Ideas Muertas".

Ideas acumuladas que se han vuelto razón del rezago y explicación de la parálisis. Sentimientos de la nación que han contribuido a frenar su avance, como argumentan Jorge Castañeda y Héctor Aguilar Camín en el ensayo "Un futuro para México" publicado en la revista Nexos.

Los acuerdos tácitos, compartidos por empresarios y funcionarios, estudiantes y comerciantes, periodistas y analistas, sindicatos y sus líderes, dirigentes de partidos políticos y quienes votan por ellos.

La predisposición instintiva a pensar que ciertos preceptos rigen la vida pública del País y deben seguir haciéndolo.

Y aunque esa visión compartida no es del todo monolítica, los individuos que ocupan las principales posiciones de poder en México suscriben sus premisas centrales:

1. El petróleo sólo puede ser extraido, distribuido y administrado por el Estado.

2. La inversión extranjera debe ser vista y tratada con enorme suspicacia.

3. Los monopolios públicos son necesarios para preservar los bienes de la Nación y los monopolios privados son necesarios para crear "campeones nacionales".

4. La extracción de rentas a los ciudadanos/consumidores es una práctica normal y aceptable.

5. El reto de la educación en México es ampliar la cobertura.

6. La ley existe para ser negociada y el Estado de Derecho es siempre negociable.

7. México no está preparado culturalmente para la reelección legislativa, las candidaturas ciudadanas, y otros instrumentos de las democracias funcionales.

8. Las decisiones importantes sobre el destino del país deben quedar en manos de las élites corporativas.

Estos axiomas han formado parte de nuestra conciencia colectiva y de nuestro debate público durante decenios; son como una segunda piel.

Determinan cuales son las rutas aceptables, las políticas públicas necesarias, las posibilidades que nos permitimos imaginar.

Y de allí la paradoja: las ideas que guian el futuro de México fueron creadas para una realidad que ya no existe; las ideas que contribuyeron a forjar la patria hoy son responsables de su deterioro.

Desde los pasillos del Congreso hasta la torre de Pemex; desde las oficinas de Telmex hasta la Secretaría de Comunicaciones y Transportes; desde la sede del PRD hasta dentro de la cabeza de Enrique Peña Nieto, los mexicanos son presa de ideas no sólo cuestionables o equivocadas.

Más grave aún: son ideas que corren en una ruta de colisión en contra de tendencias económicas y sociales irreversibles a nivel global. Son ideas muertas que están lastimando al país que las concibió.

Son ideas atávicas que motivan el comportamiento contraproducente de sus principales portadores, como los líderes priistas que defienden el monopolio de Pemex aunque sea ineficiente y rapaz.

O los líderes perredistas que defienden el monopolio de Telmex, porque por lo menos está en manos de un mexicano.

O los líderes panistas que defienden la posición privilegiada del SNTE por la alianza electoral/política que han establecido con la mujer a su mando.

O los líderes empresariales que resisten la competencia en su sector aunque la posición predominante que tienen allí merme la competitividad.

O los líderes partidistas que rechazan la reeleción legislativa aunque es un instrumento indispensable para obligar a la rendición de cuentas.

O los intelectuales que cuestionan las candidaturas ciudadanas aunque contribuyan a abrir un juego político controlado por partidos escleróticos.

O los analistas que achacan el retraso de México a un problema de cultura, cuando el éxito de los mexicanos en otras latitudes, como el de los inmigrantes en Estados Unidos, claramente evidencia un problema institucional.

Las prevalencia de tantas ideas moribundas se debe a una combinación de factores. El cinismo. La indiferencia. La protección de intereses, negocios, concesiones y franquicias multimillonarias.

Pero junto con estas explicaciones yace un problema más pernicioso: la gran inercia intelectual que caracteriza al País en la actualidad.

Nos hemos acostumbrado a que "así es México": así de atrasado, así de polarizado, así de corrupto, así de pasivo, así de incambiable.

Nuestra incapacidad para pensar de maneras creativas y audaces nos vuelve víctimas de lo que el escritor Matt Miller llama "La Tiranía de las Ideas Muertas". Nos obliga a vivir en la dictadura de los paradigmas pasados. Nos convierte en un país de masoquistas, como sugiriera recientemente Mario Vargas Llosa.

Como México no logra pensar distinto, no logra adaptarse a las nuevas circunstancias.

No logra responder adecuadamente a las siguientes preguntas: cómo promover el crecimiento económico acelerado?

¿Cómo construir un país de clases medias? ¿Cómo arreglar una democracia descompuesta para que represente ciudadanos en vez de proteger intereses? Contestar estas preguntas de mejor manera requerirá sacrificar algunas vacas sagradas, desechar muchas ortodoxias, reconocer nuestras ideas muertas y enterrarlas de una buena vez, antes de que hagan más daño.

Porque como dice el proverbio, la muerte cancela todo menos la verdad y México necesita, en 2010, desarrollar nuevas ideas para el país que puede ser.


lunes, 7 de diciembre de 2009

Análisis: ¿Reelegir a estos?

Lunes 7 de Diciembre de 2009
Noroeste
Denise Dresser

En México comienza a debatirse un tema tabú: la reelección de legisladores y presidentes municipales.

En aras de contribuir a la reflexión sobre el tema he agrupado los principales argumentos en contra, y ante ellos presento mis contra-argumentos a favor.

Argumento 1: "Para qué reelegir a los legisladores si son realmente pocos los comprometidos con el pueblo que los eligió?"

Esa falta de compromiso es producto natural del modelo actual. La ausencia de reelección produce diputados cuyo destino depende más de los dirigentes de sus partidos que del voto popular.

La falta de reelección engendra congresistas que carecen de incentivos para escuchar a sus supuestos representados.

México rota élites pero no representa ciudadanos. México asegura la competencia entre partidos pero no los obliga a rendir cuentas.

Y ello sólo se obtiene con la reelección, una medida que no es suficiente en sí misma para remediar todos los males de la democracia mexicana, pero es una condición necesaria para comenzar a encararlos.

Argumento 2: "Los congresistas mexicanos son soldados de los partidos políticos, no representantes populares".

Sin reelección, los legisladores continuarán actuando sin atender a sus representados, sin calibrar las consecuencias de sus actos, sin medir el volumen de sus gastos, sin recibir sanción por sus abusos.

El Congreso, tal y como funciona hoy, no representa los intereses de los mexicanos, sino los intereses de las cúpulas partidistas o los poderes fácticos precisamente porque no hay reelección.

La reelección ataría a los legisladores a las agendas ciudadanas. La reelección, con límites establecidos, serviría como un mecanismo democrático de supervisión.

Argumento 3: "El Congreso no asume un papel constructivo; reelegirlo sería perpetuar la ineficiencia".

La consigna del pasado, "Sufragio Efectivo, No Reelección", ha producido un panorama perverso en el cual el sufragio lleva a un diputado al Congreso pero no puede después vigilar lo que hace allí.

Al no haber reelección, no existe la posibilidad de profesionalización. Al no haber reelección, los amateurs dominan la discusión.

Al no haber reelección, quienes llegan al Congreso no lo hacen para quedarse, para crecer, para aprender. Llegan como bonsáis y se van del mismo tamaño.

Argumento 4: "Nos regresaría a tiempos porfiristas. La Revolución mexicana se libró bajo el principio de ´Sufragio Efectivo, No Reelección´".

Hay demasiados mexicanos indoctrinados con sus libros de texto gratuito, a los cuales generación tras generación, se les ha enseñado a creer que la Revolución se libró bajo el principio de "No Reelección".

Pero era la no reelección de Porfirio Díaz. La Constitución de 1917 permitía la reelección, pero el PRI después la eliminó precisamente para instaurar el sistema que tenemos hoy a pesar de la alternancia.

Un andamiaje creado para permitir la rotación de élites impunes. Para preservar las parcelas de poder de las élites.

Para recompensar la lealtad. Y poco a poco se ha convertido en una kleptocracia rotativa que la democracia ha hecho poco para desmantelar.

Como nadie tiene que pelear para reelegirse, nadie tiene que tener las manos limpias.

Argumento 5: "Al no haber reelección nos aseguramos de que sólo se queden en el puesto, y roben en él, tres o seis años".

En México no hay reelección pero sí hay trampolín. Cada tres años entran diputados y salen otros; cada seis años, entran senadores y salen otros.

Aterrizan en el presupuesto público, viven de las partidas de los partidos, hacen como que legislan y después se van.

Saltan de la Cámara de Diputados al Senado y de allí a una presidencia municipal o a una diputación local, para regresar eventualmente al Congreso.

Hacen todo eso sin haber rendido cuentas jamás porque no existe un mecanismo para castigarlos si no cumplen.

Argumento 6: "Más que la rendición de cuentas, la reelección sería la rendición ante las cuotas de representación".

Con demasiada frecuencia la democracia mexicana termina capturada por poderes fácticos porque no cuenta con el contrapeso de la ciudadanía.

Como la supervivencia política de un diputado no depende de la reelección en la urnas sino de la disciplina partidista y la buena relación con Televisa y TV Azteca, los partidos acaban embolsados.

Este comportamiento condenable existe y persiste pero no porque la clase política mexicana tenga una propensión genética a la corrupción, descubierta al descifrar el genoma mexicano.

El problema no es cultural sino institucional; los políticos en México se comportan así porque pueden.

Porque no hay suficientes mecanismos institucionales para acotar el poder de los partidos, o sus dueños, y aumentar el poder de quienes, con su voto, los eligieron.

Argumento 7: "La reelección de alcaldes sería una invitació.

Esos desvíos ya ocurren y sin sanción. Todos gastan y nadie vigila. Hay pocos puestos mejores sobre el planeta que el de un político mexicano, ya sea diputado, senador o presidente municipal.

No tiene que trabajar para cobrar su sueldo, ni tiene que rendir cuentas para conservarlo.

No tiene que explicar el sentido de su voto en el Congreso, ni tiene que estar presente para otorgarlo.

No tiene que responder a las necesidades del electorado, ni establecer una relación con él.

Puede ser abogado privado y político, boxeador y político, playboy y político, personaje de Big Brother y político, incompetente y político.

Saltará a otro puesto al final de su periodo, independientemente de lo que haga allí.

Argumento 8: "Nuestra democracia no es lo suficientemente buena para adoptar la reeleción; no estamos listos".

Esta lógica perpetúa el excepcionalismo contraproducente del "Como México no hay dos".

Para qué emular a los demás? Para qué aspirar a ser mejores? Para qué renunciar al orgullo de la extravaganza?

Para qué ser como esos países que les dan derechos a sus ciudadanos y les rinden cuentas?

Para qué ser como esos gobiernos que generan el crecimiento económico y combaten la corrupción y promueven el interés público? Si México es tan excepcional gracias a la no reelección.

Argumento 9: "La reelección es un argumento ´políticamente correcto´ y México no tiene por qué apoyarlo": en efecto, la reelección es un instrumento ´políticamente correcto´" que ha durado más de 200 años; una moda de las democracias parlamentarias que decidieron empoderar a sus ciudadanos y erigir instituciones que los representaran; una moda con razón de ser, tan universal como la ropa interior y los zapatos.

Una moda que 187 países, con la excepción de México y Costa Rica, han adoptado. Un derecho esencial que el sistema político priísta le quitó a los mexicanos y ahora creen que no lo necesitan.

Argumento 10: "Con la reelección el narcotráfico y los poderes fácticos se infiltraría en las elecciones".

Ese no es un argumento suficiente para desacreditar la reelección. Si lo fuera, la reelección no existiría en ninguna parte y existe en todas excepto aquí.

Junto con ella habría que instituir mecanismos para controlar el influjo del dinero en las campañas, tal y como lo hacen otros países.

Junto con ella habría que crear reglas para que no vuelva a repetirse lo que México ya padeció: los amigos de Fox y el Pemexgate y la "Ley Televisa" y tantos otros ejemplos de compra y captura e infiltración.

Hoy los poderosos ya han capturado a los políticos; hoy el dinero privado ya compra funcionarios públicos.

Y eso ocurre sin la reelección legislativa, lo cual coloca al país en el peor de los mundos: una clase política al servicio de intereses económico poderosos y sin rendición de cuentas.

Argumento 11: "No se debe promover la reelección porque la población se opone a ella".

Pero a veces es imperativo mostrar un poco de liderazgo. Tomar decisiones impopulares por el bien de la democracia.

Hacer lo que han hecho otros líderes en contra de la opinión pública prevaleciente en sus países: abolir la esclavitud, otorgarle el sufragio a las mujeres, reconocer los derechos civiles de los africanoamericanos, eliminar el apartheid. Gobernar para la historia y no para el partido.

Argumento 12: "La reelección no resolvería los múltiples problemas de la democracia mexicana".

Es cierto, la reelección legislativa no resuelve el conflicto entre el Legislativo y el Ejecutivo; no resuelve la falta de acuerdos.

Tampoco cura el acné o previene la caída del cabello. La reelección no es una panacea para todos los males ni busca serlo.

Es un instrumento diseñado para acotar el poder de los partidos y aumentar el poder de los ciudadanos.

Es un mecanismo que les permite castigar a los legisladores que aumentan los impuestos, a quienes le otorgan exenciones fiscales a Televisa, a quienes eliminan candados a la fiscalización del gasto, a quienes ejercen el poder de manera impune.

Quienes se oponen a la reelección legislativa quieren desviar la atención de un problema central.

El poder en México está concentrado en un manojo de partidos corruptos. El poder está en manos de un grupo de políticos que se rehúsan a ser juzgados.

Los partidos corruptos y los políticos opacos producen malos gobiernos. Los malos gobiernos no proveen bienes públicos para su población.

No producen empleo ni garantizan la seguridad ni respetan los derechos civiles. Por ello México no cambia aunque sus habitantes quieran que lo haga.

Y no cambiará mientras su clase política siga imponiendo la voluntad de algunos sobre el destino de muchos. Mientras haya tantos que no quieren someterse al escrutinio de los electores, que no quieren enfrentarse a quienes votaron por ellos, que no quieren regresar a sus distritos para explicar lo que hicieron con su tiempo y con el dinero de los contribuyentes.

Porque viven muy bien así. Porque cobran muy bien así. Porque saltan de un puesto a otro muy bien así.

Porque controlan al país muy bien así. Porque mantienen maniatados a sus habitantes muy bien así.

Esa seguirá siendo la situación mientras el sistema político funcione para rotar a cuadros partidistas en vez de representar a ciudadanos.

Mientras los partidos rechacen la reelección legislativa porque no quieren perder el control ni compartir el poder.

Mientras los legisladores se rehúsen a ser juzgados. Mientras los "representantes populares" prefieran quedar bien con Manlio Fabio Beltrones o con Beatriz Paredes o con Elba Esther Gordillo o con Televisa o con Carlos Slim o con Enrique Peña Nieto antes que quedar bien con quienes los eligieron.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Contragolpe

Lunes 30 de Noviembre de 2009
Noroeste
Denise Dresser

Se ve, se siente, se percibe, se padece. La reacción. La resaca. El acoso a las mujeres de México, en ya 17 estados del País que han decidido, criminalizan el aborto.

Y se dice que esta regresión es producto de una embestida contra el Estado laico, y del oportunismo político del PRI, y de los pactos de Beatriz Paredes con la jerarquía eclesiástica.

Pero a pesar de que estas explicaciones tienen una parte de razón, obscurecen una verdad más profunda y más perversa.

En los últimos años las mujeres de este País han presenciado un poderoso contragolpe a sus derechos; han sido víctimas de un esfuerzo para retractar el manojo de victorias ganadas y avances logrados.

Obtienen el derecho a decidir sobre sus propios cuerpos en el Distrito Federal, y en otras latitudes se les castiga por ello.

Al intento de independencia le sigue el macanazo; el empoderamiento va acompañado del encarcelamiento.

El contragolpe no se da porque las mujeres hayan obtenido el pleno respeto a sus derechos, sino porque insisten en esa posibilidad.

Y no proviene tan sólo de la colusión de los líderes políticos del PAN y del PRI con la jerarquía católica.

Se ve reflejado en el silencio cómplice del Congreso, en el silencio ominoso de la mayor parte de los medios masivos de comunicación, en la posición paternalista de gobernadores que quieren confinar a las mujeres a hospitales psiquiátricos para protegerlas de sí mismas.

Detrás de cada ley restrictiva, de cada condena impuesta, de cada derecho cercenado hay un un esfuerzo concertado para regresar a las mujeres a un lugar "aceptable", ya sea la cocina o la cama o el cabús o el asiento de atrás.

Por eso se les discrimina, se les acuchilla, se les apedrea, se les apuñala, se les asfixia, se les estrangula.

Por eso un número creciente de estados prohíbe el aborto aún en casos de incesto o violación o riesgos de salud para la madre.

Porque las mujeres han empezado a ocupar espacios prohibidos, a reclamar derechos ignorados, a exigir la equidad, a salirse del rebaño.

Y a los hombres no les gusta. A los patriarcas les molesta el cambio del balance en el poder de las relaciones hombre-mujer.

El subtexto escondido del movimiento antiabortista es uno de miedo, de ansiedad. Los diputados y los sacerdotes y los esposos claman por los fetos "asesinados", pero su dolor verdadero proviene de otro lugar.

De la dislocación social y económica que sufren cuando las mujeres comienzan a independizarse, a trabajar, a ganar control de sus espacios y de sus vidas.

Del poder que desata en una mujer la posibilidad de terminar con un embarazo no deseado de manera legal y segura.

De la revolución en el comportamiento femenino que trae consigo la despenalización.

Frenar el aborto se vuelve una forma de frenar a las mujeres que aspiran a la equidad. Impedir el derecho a decidir se vuelve una manera de impedir el derecho a ser.

Para poder trabajar, para poder educarse, para poder aspirar a más, una mujer necesita contar con la capacidad de determinar si y cuando quiere tener hijos. Quienes buscan arrebatarle esa capacidad quieren ponerla en su lugar.

Un lugar de segunda categoría. Un lugar pasivo. Un lugar para callar, obedecer, sacrificar, servir la comida, esquivar el golpe.

Un lugar tradicional para que legisladores y los jueces y los curas y los gobernadores y los machos y los mochos puedan dormir tranquilos.

Las mujeres de 17 estados en una República que se dice laica, convertidas en úteros inanimados donde flota el feto al cual se le debe proteger más que a quien lo carga dentro.

Las mujeres de 17 estados en un país que se dice democrático, obligadas a recurrir a agujas de tejer y clínicas clandestinas y condiciones insalubres, en busca de algo que el Estado no debería penalizar sino garantizar.

El derecho a tomar decisiones propias sobre su cuerpo y sobre su sexualidad, sin la imposición de un esposo.

Un padre. Un hermano. Un novio. Un sacerdote. Hombres tan asustados por el reconocimiento de ese derecho en el DF, que ahora buscan negarlo en cualquier otra parte.

La única manera de combatir el contragolpe será a través de la organización. La única forma de resistirlo será mediante la movilización.

No importa cuanto tiempo tome, ni cuantas batallas se pierdan en el camino, ésta se ganará.

Marchando, confrontando, transformando los términos del debate público, marcando la agenda e influenciando su evolución.

Las mujeres de México a veces parecen ignorar el peso de su presencia formidable o no saben cómo usarla.

Pero pueden y deben actuar. Porque tienen derecho a derribar las paredes de su celda, a hacer historia.

Porque la demografía y las condiciones del mercado laboral y el imperativo de construir un futuro mejor para sus hijas y los artículos 1 y 4 de la Constitución están de su lado.

No importa cuantos pactos políticos suscriba Beatriz Paredes, o cuántas sanciones imponga la Iglesia católica, o cuántas reformas punitivas seas aprobadas por los congresos locales, nadie puede arrebatarle a las mujeres de México la justicia esencial de su causa. De nuestra causa.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Análisis: Pacto para ´No´

16 de Noviembre de 2009
Noroeste
Denise Dresser

Una democracia que no logra construir acuerdos. Un sistema político donde los partidos no tiene incentivos para la colaboración.

Las reformas que México necesita no ocurren por la falta de consensos, es lo que se repite como mantra. Hace falta un gran acuerdo nacional, es lo que repite en foro tras foro.

Hace falta un pacto como el de la Mocloa, es lo que se propone en reunión tras reunión.

Ese suele ser el diagnóstico común sobre lo que nos aqueja y lleva a la discusión sobre propuestas encaminadas a construir mayorías legislativas u otras medidas con el objetivo de crear un Gobierno "fuerte".

Pero ante ese diagnóstico y esas recomendaciones me parece que estamos centrando la atención en el problema equivocado.

México no está postrado debido a la falta de acuerdos o la inexistencia del consenso o la ausencia de mayorías.

En México sí hay un acuerdo tácito entre políticos, empresarios, sindicatos, gobernadores y otros beneficiarios del statu quo. Pero es un acuerdo para no cambiar.

Es un pacto para el "no". Para que no haya reformas profundas que afecten intereses históricamente protegidos.

Para que no sea posible disminuir las tajadas del pastel que muchos sectores reciben, en aras de permitir la creación de un pastel más grande para todos.

Basta con examinar as iniciativas presentadas, las reformas votadas, los nombramientos avalados, y las partidas asignadas para constatarlo.

El paquete fiscal, aprobado por mayoría legislativa, no cambia las reglas del juego; tan solo va tras el contribuyente cautivo.

El nombramiento del nuevo titular de la CNDH, aprobado por mayoría, no busca crear contrapesos, sino asegurar que no existan.

La exención de impuestos a nuevos jugadores en telefonía celular, aprobada por mayoría, no busca fomentar la competencia sino hacerle otro favor a Televisa.

La Ley de Egresos, aprobada por mayoría, no busca reorientar el gasto público para desatar el crecimiento económico, sino mantener su uso para fines políticos.

En México todos los días se forman mayorías en el Congreso. Pero son mayorías que logran preservar en lugar de transformar.

Mayorías entre diputados y senadores, forjadas por intereses que quieren seguir protegiendo, incluyendo los suyos.

Por los poderes fácticos a los cuales hay que obedecer. Por los derechos adquiridos que dicen es políticamente suicida combatir.

Por los privilegios sindicales que, con la excepción del SME, el Poder Ejecutivo no está dispuesto a confrontar. Por la presión de cúpulas empresariales que le exigen al Gobierno que actúe, pero les parece inaceptable que lo haga en su contra, como en el tema de la consolidación fiscal o la promoción de la competencia.

Muchos demandan reformas, pero para los bueyes del vecino. Más aún, cuando esas reformas ocurren en su sector, se aprestan a vetarlas.

El País se ha vuelto presa de un pacto fundacional que es muy difícil modificar, porque quienes deberían remodelarlo viven muy bien así.

Los partidos con su presupuesto blindado de 3 mil 012 millones de pesos. Los empresarios con sus altas barreras de entrada a la competencia y sus reguladores capturados y sus diputados comprados y sus amparos y sus ejércitos de contadores para eludir impuestos en el marco de la ley.

Los gobernadores con sus transferencias federales y la capacidad que tienen para gastarlas como se les de la gana.

El PAN temeroso a tocar intereses por temor a que busquen refugio con el PRI. Allí está, visible todos los días: el Pactum Nullus Mutatio.

El pacto rentista, el pacto extractor, el pacto conforme al cual es posible apropiarse de la riqueza de los otros, de los ciudadanos.

Y las élites de este País llevan décadas enriqueciéndose legalmente a través de aquello que los economistas llaman el "rentismo".

El rentismo gubernamental-empresarial-sindical- partidista construido a base de transacciones económicas benéficas para numerosos grupos de interés pero nocivas para millones de consumidores.

El rentismo depredador basado en contratos otorgados a familiares de funcionarios públicos. La protección a monopolios y la claudicación regulatoria.

El control de concesiones públicas por parte de oligarcas disfrazados de "campeones nacionales".

El pago asegurado a trabajadores del sector público al margen de la productividad. El uso del poder de chantaje para capturar al Congreso y frenar las reformas; subvertir a la democracia y obstaculizar el desarrollo de los mercados; perpetuar el poder de las élites y seguir exprimiendo a los ciudadanos.

El problema de México no es la falta de acuerdos, sino la prolongación de un pacto inequitativo que lleva a la concentración de la riqueza en pocas manos; un pacto ineficiente porque inhibe el crecimiento económico acelerado; un pacto autosustentable porque sus beneficiarios no lo quieren alterar; un pacto corporativo que Felipe Calderón, a veces, critica pero cuyo Gobierno no logra reescribir apelando a los ciudadanos.

Y así como durante siglos hubo un consenso en torno a que la tierra era plana, en el País prevalece un consenso para no cambiar.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Análisis: México amurallado

9/11/09
Períodico Noroeste
Denise Dresser

En México no hay una reacción suficientemente vigorosa por parte de los ciudadanos, precisamente por la baja calidad del sistema educativo; estamos tan mal educados que no sabemos lo importante que es la educación
México contra la pared. México atrapado por el muro infranqueable que la educación indefendible erige en torno a millones de mexicanos, víctimas de un sistema educativo que no le permite a México competir y hablar y relacionarse con el mundo.

Víctimas de una escuela pública que crea jóvenes apáticos, entrenados para obedecer en vez de actuar.

Educados para memorizar en vez de cuestionar. Entrenados para aceptar los problemas en vez de preguntarse cómo resolverlos.

Educados para hincarse delante de la autoridad en vez de llamarla a rendir cuentas. Y, ante la catástrofe conocida, lo que más sorprende es la complacencia, la resignación, la justificación gubernamental y la tolerancia social.

Nuestra constante convivencia con la mediocridad, año tras año, indicador tras indicador, resultado desconsolador, tras resultado desconsolador.

Si la educación es tan importante como todos dicen, ¿dónde está el clamor? ¿Cómo entender que tantos marchen para defender a un líder sindical privilegiado?, pero nadie movilice a la sociedad para protestar contra una educación deficitaria.

En México no hay una reacción suficientemente vigorosa por parte de los ciudadanos, precisamente por la baja calidad del sistema educativo; estamos tan mal educados que no sabemos lo importante que es la educación.

Por ello se aprecia que la organización civil Mexicanos Primero elabore un reporte cargado de urgencia; una radiografía que debería ser una sacudida y un llamado a la acción; una convocatoria a patear y a derribar la pared; una intromisión inteligente u atinada en lo que siempre ha sido nuestro, de todos: el derecho a la educación.

Derecho cercenado por una historia de progresivo deterioro, por la inclusión tardía, por la reprobación, por la deserción; produciendo una generación herida, en la cual más de la mitad de los jóvenes mexicanos están por completo fuera de la escuela. Produciendo un país incapaz de construir trampolines para la movilidad social que permitan saltar de la tortillería al diseño del software.

Donde la escolaridad promedio es de tan sólo 8.7 años, lo cual equivale tal sólo a un segundo de secundaria y se vuelve razón fundacional de nuestro desarrollo trunco. Donde 56 por ciento de los mexicanos evaluados por la prueba PISA, la mejor métrica internacional, se ubican entre los niveles 0 y 1, es decir, sin las habilidades minimas para afrontar las demandas de una economía que se enfrenta a un mundo globalizado.

Cifras de una catástrofe; datos de un desastre; números que subrayan aquello que el escritor James Baldwin advirtió: los países no son destruidos por la maldad, sino por la debilidad, por la flojera.

O por la complicidad en la construcción de ese paraje feudal que es el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.

Paraje amurallado por el tipo de liderazgo que Elba Esther Gordillo tiene y cómo lo ejerce desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, prometiéndole apoyo al Presidente en turno para que no tenga problemas con el Sindicato.

Para que no haya pleitos ni movilizaciones, ni confrontaciones como las que hubo en Oaxaca o en Morelos.

Gobierno tras Gobierno, de la mano del SNTE, han concedido a la educación pública como una estrategia de pacificación, mas que como un vehículo de empoderamiento.

¿Quiénes pagan el costo de la complicidad constante entre el Gobierno y "La Maestra"?

Seis de cada 10 alumnos que no concluyen secundaria con conocimientos básicos de matemática; cuatro de cada 10 que tampoco los obtiene en español.

Y peor aún, millones de niños mexicanos coloreando figuras de héroes mexicanos muertos, memorizando historias de victimización, rindiéndole tributo al pasado antes de pensar en el futuro.

Sobrevivientes de una educación construida a base de mitos que busco producir una identidad nacional, y vaya que lo ha logrado: México, el país que produce personas orgullosamente nacionalistas, pero educativamente atrasadas.

México, el país donde en la escuela pública se aprende poco de ciencia, pero se aprende mucho de sometimiento; se aprende poco de tecnología, pero se aprende mucho de simulación; se aprende poco de álgebra, pero se aprende mucho de cumplimientos mediocres, negociaciones injustas y beneficios extralegales.

México, el país donde, en la escuela pública, no se desata el sentido crítico o la autonomía ética o el empeño en el cambio social, sino una arraigada propensión a la conformidad.

México, sólo prosperará, cuando su gente esté educada, y muy bien educada. Y eso entrañaría, para empezar, reconocerlo y actuar en consecuencia, como exige el reporte de Mexicanos Primero.

Urge derribar la pared mediante un cambio de actitud, un cambio en los maestros y un cambio en las reglas.

Urge un conocimiento básico de la deplorable situación de la educación actual para reformarla, porque de momento tenemos lo que nos ofrece y con eso nos conformamos.

Urge mejorar a los maestros, porque ningún cambio puede hacerse sin o contra ellos, pero tampoco ningún cambio significativo puede dejar sin modificar profundamente la estructura institucional vigente, creada para un modelo autoritario y vertical, corporativo y opaco.

Urge cambiar las reglas para que la educación no sea vista como un instrumento de ingeniería social del régimen o de reclutamiento electoral del gobierno, sino un trampolín para la prosperidad de los mexicanos.

Para modernizar a México habrá que modernizar a los maestros y quien los mueve. Habrá que empezar por el Gobierno y sus cálculos políticos.

Habra que imbuirle a la actuación del Secretario Alonso Lujambio, el sentido de urgencia, y el fuego en la panza, que todavía le falta demostrar.

Habrá que insistirle a Felipe Calderón que "La Maestra" puede ser aliada, pero habrá que obligarla a actuar y a pactar de otra manera, con otros objetivos.

Porque si la respuesta de las autoridades sigue siendo la tibieza o la simulación, condenarán a México a ser un país cada vez más rezagado, cada vez más rebasado, cada vez más aletargado, cada vez más pobre.

Porque si no se instituye un padrón único de maestros, si no se transforma la educación normalista, si no se crean sistemas de formación continua de profesores, si o se implanta la certificación periódica y obligatoria para los docentes, si no se involucra la sociedad civil en una revolución educativa, México continuará siendo un país parapetado detrás de las excusas y el miedo y la tibieza y la renuencia de tantos a pagar costos políticos.

Porque si el gobierno le permite a Elba Esther Gordillo obtener recursos y puestos y posiciones sin comprometerse a fondo con ese primer paso que es la "alianza por la calidad de la educación", Alonso Lujambio terminará siendo otro Secretario de Educación Pública que prefiere añadir ladrillos, en lugar de dar la batalla por su destrucción en nombre de los niños de México.

Y Felipe calderón acabará convertido en otro Presidente que prefiere apuntalar el muro en vez de desmantelarlo.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Agente de cambio

2 de octubre 2009
Noroeste
Denise Dresser

Tiempos de impuestos crecientes y políticos disminuidos. Tiempos de problemas cada vez más grandes y soluciones cada vez menos asibles.

Tiempos confusos, cabizbajos, grisáceos, en los cuales no se sabe a ciencia cierta a dónde mirar o en quién confiar.

Pero aún así hay algo en lo cual creo con absoluta certeza, y es aquello que la antropóloga Margaret Mead escribió con tanta elocuencia: "Nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos pensantes y comprometidos puede cambiar al mundo.

Por ello apoyo, y convoco a apoyar, la candidatura de Emilio Álvarez Icaza para presidir la CNDH.

Porque entiende que la labor de un Ombudsman es mantener vivas las aspiraciones de verdad y justicia en un sistema que, con demasiada frecuencia, las desdeña. Sabe que le corresponde pararse del lado de la víctima. Asumirse como alguien capaz de representar a las personas y a las causas que muchos preferirían ignorar. Defender los derechos de quienes ni siquiera saben que los tienen.

Durante su presidencia, la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal alzó la vara de medición, contribuyó a crear un contexto de exigencia, se volvió autora de un lenguaje que buscó siempre decirle la verdad al poder, recomendación tras recomendación.

En el caso Eumex. En el caso del plantón post-electoral sobre Reforma. En el caso de los reclusorios.

En el caso del New´s Divine. En el caso del derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos. En el caso del diagnóstico sobre los derechos humanos en el Distrito Federal.

Ahora bien, ser un buen Ombudsman en México no es una tarea fácil porque implica indagar, investigar, evidenciar, señalar violaciones a los derechos humanos, provengan de donde provengan.

En el caso de Emilio Álvarez Icaza ha implicado vivir con los vituperios de quienes, desde la izquierda, se sintieron traicionados por la recomendación del plantón.

Ha implicado resistir las acusaciones de quienes, desde la derecha, se sintieron traicionados por la postura de la CDHDF en el caso de la despenalización del aborto.

Ha implicado ser el blanco de las críticas de quienes aún les falta comprender que es más importante defender derechos fundamentales que ser panista.

Que es más importante defender la legalidad que ser perredista. Que es más importante proteger ciudadanos que proteger cotos partidistas.

Que es más importante impulsar una visión de Estado que una creencia personal o una ideología política.

Por esa congruencia en caso tras caso me parece que hay un gran valor en la labor de Emilio Álvarez Icaza.

Hay algo intelectual y moralmente aplaudible en encabezar la lucha por la protección de los desprotegidos.

Y por ello se vuelve imperativo apoyar para un puesto a nivel nacional a quien ha hecho lo que Emilio en el Distrito Federal.

Defender a los débiles. Darle voz a los vulnerables. Retar a la autoridad imperfecta u opresiva.

Denunciar la manipulación política de la pena de muerte, la situación de los reclusorios, la podredumbre de las policías, los desafíos al Estado laico, la institucionalización de la impunidad.

En un País en el cual tantos conceden, claudican y recortan sus conciencias para ajustarlas al tamaño del puesto que aspiran a llenar, Emilio Álvarez Icaza ocupa una posición inusual: es una figura emblemática de la inteligencia libre. Sin ataduras. Sin sometimientos. Sin lealtades políticas o afiliaciones partidistas. Precisamente porque es libre, provoca tanta incomodidad entre quienes querrían una CNDH sumisa, domesticada.

Precisamente porque es libre, engendra tanto escozor entre quienes preferirían un Ombudsman dispuesto a promover intereses partidistas por encima de derechos humanos.

Precisamente porque es libre, produce tanta preocupación entre quienes desearían una CNDH abocada a emprender cruzadas religiosas por encima de causas ciudadanas.

Paradójicamente es criticado por aquello que lo vuelve idóneo para el puesto. El activismo. La independencia feroz.

El catolicismo responsable con el cual coloca la primacía de la ley sobre las preferencias personales. La decencia esencial.

Por eso me pronuncio hoy, parada al lado de tantos ciudadanos más, en apoyo a alguien bautizado como "defensor del pueblo" porque ha sabido caminar a su lado. Por eso exhortamos a que los senadores alcen la cabeza y la mano del pequeño estadista que ojalá lleven dentro.

Por eso pedimos que el Senado de la República devuelva el sentido fundacional a los órganos autónomos y reconozca el perfil de alguien que, como Emilio Alvarez Icaza, debe encabezarlos.

Alguien que en tiempos de inercias arraigadas ha demostrado ser un agente de cambio.

Alguien que se ha negado a ser espectador de la injusticia o la arbitrariedad. Alguien cuyo arribo a la CNDH se volvería un antídoto al cinismo y al desasosiego.

Alguien cuya actuación allí se convertiría en una forma de abastecer la esperanza en el País posible.

El País que todavía brinda oportunidades para creer en vez de razones para claudicar. El País que queremos.

lunes, 19 de octubre de 2009

Análisis: Huevos revueltos

19/10/09
Periódico Noroeste
Denise Dresser

La frase recurrente. El aplauso contundente. La locución vulgar pero que captura el sentir de muchos mexicanos en estos días sobre Felipe Calderón: "tiene huevos". Se escucha en los cafés, se oye en la calle, se lee en los blogs, se repite en las sobremesas.

El reconocimiento a un Presidente que reemplaza la cautela con el coraje, que sacude el doblegamiento con la decisión, que sustituye la administración de la inercia con una medida, como la liquidación de Luz y Fuerza del Centro, capaz de remontarla.

Sin duda el Presidente ha demostrado en días recientes la intención de combatir privilegios, confrontar cotos y desmantelar cuellos de botella que han retrasado la modernización de México.

Ahora le falta hacerlo consistentemente. Ahora necesita enseñar que los cojones tan celebrados están bien puestos, y que los usará para enfrentar intereses atrincherados dondequiera que estén: tanto en la izquierda como en la derecha; tanto en el mundo sindical como en el ámbito empresarial.

Porque si no lo hace, la confrontación con el Sindicato Mexicano de Electricistas terminará por ser una demostración de fuerza, más que un acto de buen Gobierno. Y hay una diferencia. Sí, hay una diferencia entre decisiones oportunistas que se toman para cambiar la correlación de fuerzas en favor del Gobierno, y decisiones estratégicas que se toman para cambiar el balance de poder en favor de la ciudadanía.

Hay una diferencia entre revivir el "Quinazo", e inaugurar un nuevo tipo de relación entre los sindicatos públicos, el Gobierno y la sociedad.

Hay una diferencia entre empujar medidas que fortalecen momentáneamente la popularidad presidencial, y empujar acciones que fomentan de manera coherente el crecimiento económico.

Hasta el momento, Felipe Calderón ha optado por lo primero, pero no ha sido capaz de transmitir lo segundo.

Ha mostrado, como se dice coloquialmente, "tener huevos", pero todavía son huevos revueltos o en algunos casos, tibios.

El Presidente ha desplegado valor para cerrar una empresa ineficaz, pero no el suficiente como para impedir su simple absorción por parte de otro monopolio público con pocos incentivos para ofrecer un servicio mejor y más barato.

El Presidente ha tenido arrojo para confrontar a un sindicato que su Gobierno apapachó, pero no el suficiente como para explicar cual será su posición ante otros sindicatos con prebendas similares.

El Presidente ha demostrado valentía para denunciar los abusos cometidos en contra de los consumidores, pero le falta hablar de los que se dan en tantos otros sectores.

El Presidente ha demostrado, por fin, la audacia para enarbolar la lucha contra los privilegios, pero le urge criticar los que gozan sus aliados en la élite empresarial. Como el Gobierno ha sido incapaz de crear una visión consistente sobre su actuación, aún las decisiones necesarias se vuelven blanco fácil para la crítica. Como el Gobierno no ha logrado construir una narrativa anti-corporativa, su lucha contra el SME aparece como un pleito contra la izquierda.

Como el Gobierno no ha buscado armar un frente anti-monopólico, el llamado a fomentar la eficiencia liquidando a Luz y Fuerza genera menos credibilidad de la que debería.

Y por ello, aunque acciones como la de LyFC se tomen en favor de la modernización, son vistas como manotazos.

Aunque la decisión sea técnicamente correcta, es percibida como políticamente discrecional.

Ante la impericia del gobierno para explicar por qué hace lo que hace, actos legítimos de autoridad se vuelven tan sólo gestos de arbitrariedad.

La única manera de remediar la confusión conceptual y política en la cual se halla Felipe Calderón hoy es a través de la consistencia.

A través de decisiones guiadas por el imperativo de denunciar privilegios y combatir ineficiencias e impedir abusos a los consumidores, de donde provengan.

En los monopolios públicos y en los monopolios privados; en la Compañía de Luz y Fuerza y en Telmex; en el Sindicato Mexicano de Electricistas y en el Consejo Coordinador Empresarial; en la provisión del servicio eléctrico y en la provisión de servicios financieros; en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y en el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios; en las cúpulas sindicales que compran ranchos y en las cúpulas empresariales que evaden impuestos; entre los líderes charros que chantajean al Gobierno y los oligarcas de la televisión que lo hacen también .

En pocas palabras, Felipe Calderón tendría que demostrar que la valentía desplegada no es una valentía selectiva.

Tendría que convencer que el combate a los privilegios se llevará a cabo aún contra los de casa.

Tendría que enseñar que está desmantelando al viejo régimen y no sólo liquidando a trabajadores políticamente incómodos.

Si no vincula la audacia aplaudida con la visión auténticamente reformista, la oportunidad que ha abierto con la liquidación de Luz y Fuerza del Centro será una oportunidad desperdiciada. En lugar de preparar huevos bien cocidos, servirá tan sólo huevos mal revueltos.