Laberinto
Maarten Van Delden
Durante
su larga y brillante carrera literaria, Octavio Paz estuvo involucrado
en innumerables controversias. Hoy en día lo recordamos como el autor de
una vasta y variada obra poética y ensayística, pero también como el
pugnaz intelectual público, que expresaba sus opiniones y atacaba a las
de sus contrincantes con una implacable energía. Sobre todo a partir de
su regreso a México a principios de los años setenta, Paz se perfiló
como un escritor batallador que participaba en frecuentes polémicas con
otros intelectuales mexicanos, principalmente los intelectuales de
izquierda.
¿A
qué motivos respondía el estilo combativo del premio Nobel mexicano?
Los críticos han puesto el acento en las ideas políticas del autor. Se
le ha visto como un protagonista de las guerras ideológicas que marcaron
al siglo XX, en México y en otras partes. Es importante recordar, sin
embargo, que las batallas de Paz no fueron solamente políticas. También
fueron literarias y artísticas. Y merece la pena además señalar que el
gusto del poeta mexicano por la polémica se fundaba en un temperamento
particular, así como en una visión muy concreta de la vida intelectual.
Paz tenía una mente extraordinariamente lúcida y exigente. Al mismo
tiempo, estaba convencido de que la discusión abierta de los temas
políticos y culturales de su época era necesaria y saludable.
La
publicación hace unos años de la correspondencia de Paz con el editor
Arnaldo Orfila nos brinda una fascinante imagen de la personalidad y el
pensamiento del poeta mexicano. Una parte de esta correspondencia gira
en torno a la antología de poesía mexicana que Paz coordinó junto con
Homero Aridjis, Alí Chumacero y José Emilio Pacheco, y que Orfila
publicaría en 1966 en la editorial Siglo XXI bajo el título Poesía en movimiento.
El proceso de compilar la antología resulta accidentado. En parte
porque debido a la distancia entre Paz (que se encuentra en Nueva Delhi)
y sus colaboradores, se producen malentendidos y desacuerdos. Pero en
medio de la confusión se dibuja con gran claridad el perfil intelectual
del poeta. Paz tiene una idea muy firme del criterio que debe regir la
antología. Insiste que los poemas seleccionados sean innovadores y
experimentales, y que no quiere una compilación decorosa o ecléctica.
Cuando Orfila comenta que los responsables de la antología deben hacer
concesiones para llegar a un acuerdo común, Paz rechaza enfáticamente la
idea de que su trabajo implique un proceso de negociación. “Aclaro que
nunca pedí concesiones”, escribe en su respuesta al editor. “Pedí que
fuésemos coherentes con nosotros mismos”. Según Paz, la coherencia de la
antología debe descansar en la presentación de lo que más tarde
definiría como una “tradición de la ruptura.” En otras palabras, Paz
polemiza en favor de una poesía polémica. Y no es que Paz sea insensible
a los sentimientos de sus colaboradores. Repetidamente se disculpa por
su tono perentorio. Pero dice que ese tono se justifica por la necesidad
de hacer “un libro apasionado pero honrado”. Y afirma además que la
confrontación con sus colegas en torno a los criterios de selección para
la antología le ha ayudado a “aclarar” sus propias ideas. Para Paz,
discutir es siempre productivo.
Podemos
distinguir entre polémicas gratuitas y polémicas genuinas. En las
primeras, la meta es derrotar al enemigo. En las segundas, el
enfrentamiento entre distintos puntos de vista resulta de honestas
diferencias de opinión, y sirve para esclarecer el tema que se debate.
En toda polémica aparecen en diferentes grados ambos elementos. Es
indiscutible, sin embargo, que las polémicas de Paz siempre estuvieron
orientadas hacia el auténtico debate.
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