Jornada Semanal
Javier Galindo Ulloa
Cuando el escritor mexicano Federico Campbell (1941-2014) fue galardonado con la beca J.S.
Guggenheim en 1995, tuve la oportunidad de entrevistarlo en un
restaurante de la Zona Rosa, cerca de la casa donde vivía entonces. Al
rescatar el material inédito de aquella larga charla, me percaté de que
sus ideas sobre la política mexicana siguen aún vigentes (en aquel
tiempo aún estaba en poder el Partido de la Revolución Institucional,
cinco años después lo sucedería el Partido de Acción Nacional). En su
obra narrativa, como Pretexta, o en sus ensayos y reportajes
periodísticos, Campbell ya había revelado la corrupción de los
gobernadores y funcionarios políticos, la impunidad en el sistema
judicial, el avance del crimen organizado y la complicidad del gobierno
con el narcotráfico. Ahora que ha vuelto el PRI a la Presidencia, las
cosas no han cambiado respecto a la situación social, económica y
política del país, tal como lo había anunciado antes el escritor
tijuanense.
–¿Con la beca Guggenheim aspira a ser reconocido como escritor en México?
–No, porque la fama de un escritor en México es
privada, por decirlo paradójicamente. Vivimos en un país donde menos se
lee. Los mexicanos en general no leen, mucho menos libros. Nuestro
país tiene noventa millones de habitantes y resulta que una edición de
una novela no tiene un tiraje de más de tres mil ejemplares. Usted hace
cola en un banco durante una hora, de cuarenta personas, y resulta que
nadie, absolutamente ninguna persona está leyendo. Están haciendo nada.
En el Metro o en un microbús poca gente lee; leerá el periódico pero
no libros. Sentirse uno célebre en un país como México es un tanto
pueril, es no estar percibiendo la realidad objetiva. Aquí es famoso un
futbolista, un boxeador o un pitcher; igual puede ocurrir en
otro país. Hay estadunidenses que no saben quién es Paul Auster, pero
sí Michael Jordan. La beca Guggenheim es un galardón al que cualquier
escritor latinoamericano aspira porque es una prenda de prestigio. Es
algo que si está en nuestro currículum no nos hace daño, al contrario
nos abre las puertas hacia el circuito de las conferencias remuneradas.
En países distintos a México se piensa que la conferencia que da un
escritor es un trabajo que debe ser remunerado. En cambio aquí, no se
piensa así, porque no es considerado como un trabajo. Las empresas, las
universidades y centros de cultura quieren que los escritores no
cobren por dar una conferencia. Pero en los países civilizados se cree
que esta actividad es una preparación de muchos años que merece una
remuneración. La Guggenheim nos mete en el circuito de las conferencias
remuneradas en las universidades estadunidenses. Eso está bien para el
que tenga vocación de conferencista. Pero yo no la poseo, ni me gusta
hacerlo ni lo disfruto; por eso yo no soy profesor; no tengo la
paciencia ni la soberbia del santo para dar clase. Es un apoyo material
la beca, que me permite comprar tiempo. Para mí es maravilloso porque a
mí no me gusta tener una larga jornada laboral. Trabajé muy a mi pesar
en la revista Proceso durante once años. Entonces una beca me
va de maravilla para estar en el ocio absoluto, en el café, paseando y
viajando. Lo que me gusta a mí es irme de pesca a los lagos de Baja
California, en Ensenada. Me gustaría pasar la vida pescando sin el
deber de trabajar.
–¿Por qué le rehúye al trabajo?
–Porque el trabajo que yo tenía no era placentero;
tenía la necesidad de ganar dinero para comer. Lo hacía por obligación,
no por placer. Claro, es lo que Marx llama el trabajo enajenado,
porque todo hombre tiene derecho a aspirar a una labor que lo haga
feliz. Realmente la vida mejor realizada es aquélla en la que uno vive
del oficio que le guste. Porque ni la literatura ni la escritura son
una profesión, son algo que haces por alegría, por placer, que tarde o
temprano puede ser remunerado.
–Ahora hay escritores que se dedican a colaborar en la televisión…
–Sí, es como Juan José Arreola, que cobraba por
hablar. Fue un gran conversador y de pronto alguien se le acerca y le
dice que le vamos a pagar por hablar. Entonces se lo llevan a la
televisión para que hable detrás de la pantalla. No tuvo mucho éxito
televisivo, porque este medio conspira contra la palabra hablada y
escrita, contra la cultura gráfica, contra el libro y la poesía. Por
muy bien que hable un Juan José Arreola o un Octavio Paz, son cosas que
el público no concebirá bien. Porque la palabra en la televisión es
otra cosa distinta a la palabra escrita en los libros, al lenguaje que
experimenta el lector. A veces en la televisión es elocuente un
silencio y corrompe las palabras. La televisión es muy estridente, muy
gritona y vociferante. No es un medio apto para la palabra poética.
–¿Cuál sería el papel de la literatura en la sociedad?
–La literatura es una forma de relacionarse con los
demás, porque es algo que incorporamos a nuestra vida cotidiana. No es
arte que esté en las librerías o bibliotecas, sino es algo vivo que
está en nuestra vida cotidiana, en el trato con nuestros amigos, hijos,
y en nuestras amantes. Es lo que nos permite expresarnos y articular
el mundo, volver simple lo complejo, claro lo que es oscuro, en fin. Es
una manera de organizar la expresión y nuestra percepción del mundo.
Cada quien lo manifiesta desde su subjetividad. Nosotros los
escritores, como cualquier ser humano, hablamos desde nuestro yo, desde
nuestra identidad personal, de lo que hemos construido poco a poco.
Desde ese yo expresamos, gracias a la literatura, nuestra percepción
del mundo, que puede estar muy pigmentado por nuestro modo de ser, por
nuestro temperamento y por nuestra experiencia previa. Y eso le da a
cada escritor una peculiaridad que lo distingue de los demás hombres.
Le da su individualidad. Porque ahí está su estilo personal.
–¿Qué opina del sistema político del PRI?
–Lo veo en picada, en barrena, como la caída de un
avión. El poder presidencial se está disolviendo, y camina hacia su
segura extinción. Es un sistema ya demasiado desgastado y muy abusivo a
la vez. Sus abusos se parecen a los de una dictadura; por ejemplo, una
de las cosas ofensivas del sistema presidencialista en México es la de
la administración de la justicia. Nosotros vivimos en un país donde
todos los días se tortura a la gente y en donde todos los días se mete a
la gente inocente en las cárceles. En estos momentos que estamos
hablando calculo que se estará torturando a veinte personas en todo el
territorio nacional. Nosotros no tenemos una policía científica sino
torturadora. La administración de la justicia está a cargo del
Ejecutivo, porque él se mete en terrenos que son propios de los jueces,
invade el terreno del Poder Judicial, sobre todo en los estados de
provincia. Los procuradores y las policías son el brazo armado del
gobernador que ejerce la justicia a voluntad. Va a la cárcel o no va el
que él quiera. Esa es la gran corrupción del sistema político mexicano,
no hay una separación entre los órganos que administran la justicia y
el Poder Ejecutivo. La corrupción a lo largo de los años se volvió en
el sistema presidencialista de Estado. No nos impresiona tanto por su
profusión, por el hecho de que esté en todas partes, sino que nos
produce gran asombro por su dimensión; es decir, por la dimensión con
que se enriquecen los políticos mexicanos. Un presidente mexicano al
terminar la gestión entra a formar parte de los hombres más ricos del
mundo. México es un país saqueado, es como un pueblo tomado por un
grupo de cuatreros. Es como la película de Río Bravo, de John
Ford: un grupo de facinerosos toma un pueblo y se apodera del banco,
del telégrafo y del bar. México es un país tomado por un grupo de
cuatreros que está organizado a través del PRI
y ha saqueado al país. Los gastos de la campaña de Roberto Madrazo en
Tabasco son realmente inconcebibles. Los dólares colombianos han estado
en estas misteriosas campañas y nadie sabe quién las financia. Madrazo
gastó más dinero que Bill Clinton en su campaña presidencial. La
cantidad de dinero que roban los gobernadores y secretarios de Estado
es impresionante, no se puede creer el lujo en el que viven. Después de
haber sido gobernador de Chiapas o gerente de la Conasupo o embajador,
resulta que es un hombre millonario en dólares, por el mero hecho de
haber sido político. Podemos entender que un gobernador estuvo robando
el dinero que le mandaba el gobierno federal. Pero resulta que la
cantidad de dinero que llega a acumular en propiedad y acciones en las
empresas es inmensa. ¿Por qué el señor Emilio Martínez Manautou maneja
cuentas de cien millones de dólares en un banco de las Islas Caimán?
Este país sería otra cosa si no fuera saqueado. En los años setenta
había un gobernador del noroeste que decía que una gubernatura dejaba
por lo menos cien millones de dólares, por muy chiquita que fuera o más
pobre; imagínate lo que deja una gubernatura tan grande como Baja
California o Nuevo León o Veracruz, los estados más ricos. Es
inconmensurable. Entonces, México es un país saqueado por un grupo de
bandidos que ya llevan varias generaciones en el poder, y prácticamente
ha quebrado al país. Eso gracias al sistema presidencialista del
partido de Estado; es un sistema para despojar al país de sus riquezas.
Ha habido mucho abuso y desamor por México, y una falta de respeto al
pueblo mexicano. Estamos viviendo ahora la agonía del dinosaurio, que
se le está acabando la película. Al mismo tiempo hay una recomposición
civil de la sociedad mexicana. Hay más sociedad civil ahora que hace
quince años, porque es la parte consciente de la sociedad. El resto de
la población ha sido corrompida por el sistema priísta, que la vino a
corromper. Este régimen es un modo de vida, consiste en ganar dinero
sin trabajar, entonces esto es muy seductor para una buena parte de la
población que está desempleada y no tiene qué comer. Si un señor llega y
te regala un litro de leche todos los días mientras llegan las
elecciones, tú te dejas y votas por él. Como decía Jorge
Ibargüengoitia, que nosotros tenemos un sistema de un partido de
Estado; es cierto, pero también tenemos un sector de la población
mexicana que es parte de esa corrupción porque se deja corromper y
permite esas travesuras del sistema.
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