sábado, 12 de marzo de 2011

Žižek, el intelectual contraataca

12/Marzo/2011
Laberinto
Heriberto Yépez

Poco después de que Foucault había decretado que la época de los intelectuales había acabado, apareció Slavoj Žižek.

No es accidente que Žižek buscase la presidencia de Eslovenia. Žižek quiere el poder. Lo tiene. Ningún otro filósofo obtiene tanta atención en los medios, la academia e internet.

Un célebre documental sobre Derrida captó cierta desazón ante la cámara y alguna incapacidad para improvisar “filosofía”. Eso jamás será un problema para Žižek, filósofo hecho para YouTube.

Žižek es famoso no sólo por sus ideas punzantes sino por su cuerpo un tanto grotesco, su eterna comezón de la nariz —oh conflicto fálico—, su pronunciación ruda del inglés, despeinarse al hablar, un repertorio político de chistes vulgares, en suma, su voracidad al pensar en voz alta, muy alta.

¿Es original? No. Žižek es un marca marxista (stand up estaliniano) y un psicoanalista lacaniano: verborrágico, neurótico y grandilocuente. (Lacan es el Marcel Marceau del psicoanálisis).

Su relación con el capitalismo se parece a la de Baudrillard: un crítico acérrimo del mercado que, sin embargo, está fascinado por el cine, de donde Žižek extrae toda suerte de implicaciones teoréticas. Žižek es un intérprete certero del inconsciente político de Hollywood.

Opositor del relativismo cultural y totalitario ocasional, Žižek se clona en sus artículos, charlas, conferencias y libros.

Es un filósofo del cual se puede hablar sin referirse esencialmente a sus obras. Sus intervenciones mediáticas lo definen. Uno lee sus libros y, en realidad, son siempre el mismo, desde El sublime objeto de la ideología hasta Visión de paralaje.

¿Cuál es la clave de su éxito mundial?

Žižek es un personaje. Cómico. Alimenta el cliché de que un filósofo es un loco, un maníaco, un idéatico. Žižek cumple estereotipos.

Además, es un comentarista de la cultura popular. Aplica teorías psicomarxistas; las hace accesibles. La Escuela de Frankfurt convertida en entrevista.

Y, sobre todo, Žižek —¿y qué occidental no?— es un gringo de clóset. Es Marx des-cubriendo la ideología detrás de Matrix con la boca de llena de palomitas.

Es el retorno del intelectual que puede explicarlo todo y que contraataca al imperio; he ahí su peligro.

Su legado será ambivalente. Por una parte divulga ideas de izquierda en países del Primer Mundo en plena crisis capitalista. Por otra, banaliza la crítica.

En Žižek, filosofar se convierte en un espectáculo exótico: stand up digerible y políticamente incorrecto. Teoría-reality Žižek no es la teoría sino su performance. Una prueba fachosa de que la filosofía postmoderna ya se ha mezclado con la cultura global. Y eso a Žižek y al mundo le provoca tics.

Si usted no ha leído a Žižek, no se preocupe. Žižek ya lo ha leído a usted.

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