Suplemento Laberinto
¿Cuál es la relación de un escritor con la crítica? Nueve narradores responden esta pregunta; uno de ellos reconoce abiertamente que no le interesa “en lo más mínimo”.
Mario Bellatín
La crítica no me interesa en lo más mínimo, salvo cuando es utilizada con fines ajenos a los literarios, que casi siempre son una bajeza impresionante.
Son muy pocos los críticos que logran mantenerse a lo largo del tiempo. Hace casi treinta años publiqué mi primer texto y no puedo contar la cantidad de críticos que han aparecido y desaparecido en ese lapso.
Ana Clavel
Me interesa mucho la crítica literaria comprometida y fundamentada. “Pasión crítica”, la llamaba Octavio Paz. Me gustaría mucho que mis libros despertaran esa vehemencia razonada. Desafortunadamente hay pocos críticos serios y demasiadas obras que se lanzan como novedades y obstruyen el panorama para reconocer a los autores que están haciendo una apuesta literaria genuina. También veo otro problema: que las pocas voces críticas no tienen responsabilidad con su tradición ni con su presente: o ven sólo a autores clásicos, o sólo ven autores actuales reconocidos por las élites internacionales. No se exponen, no apuestan.
Entre los críticos que sigo se encuentran: Armando González Torres, que es una de las pocas voces razonadas, fundamentadas, que ejercen la crítica tanto en el periodismo cultural como en el ensayo temático. Sergio González Rodríguez, porque más allá de sus recuentos globales, cuando se sienta a separar la cal de la arena es agudo y visionario. Geney Beltrán, entre los más jóvenes, me parece una voz crítica honesta, inteligente y valerosa para decir lo que tiene que decir. Entre los extranjeros, a Estrella de Diego porque es una intelectual de peso completo, lo mismo te habla de libros que de performances o cine y todo ello con una visión transgresora y razonada.
Guillermo Fadanelli
No leo nada de lo que se escribe acerca de mí. Pero tengo aprecio por los críticos literarios, para mí son también escritores, sólo que sus personajes son más barrocos. Leo a Christopher Domínguez, Rafael Lemus, Heriberto Yépez, Bruno Hernández Piche, Armando González Torres y a José Joaquín Blanco, principalmente. Todos ellos tienen peso y sombra. Logran con su afán crítico que la literatura sea todavía una actividad respetable.
Ana García Bergua
El mundo de un escritor y el mundo de la crítica son mundos paralelos que en ocasiones se tocan. Evidentemente uno no puede escribir pensando en la crítica, ni arrepentirse por ella de lo que ha escrito, pero es muy importante saber qué sugiere el libro a plumas que viven de analizar los libros para los lectores. Para mí, la crítica es muy importante; el hecho de que aparezcan notas críticas positivas o negativas, además de las consabidas entrevistas y notas de prensa, significa que el libro ha entrado en su mundo, ha traspasado el límite de la promoción. En México se publica mucho y se lee poco, de modo que, aunque las críticas a un libro pequen de injustas o apresuradas, es preferible que existan a que no existan. Ahora, ante el miedo a enemistarse con gente que puede pesar mucho en la cultura o simplemente retirar el habla, la crítica negativa es el silencio.
Entre los críticos que leo están Christopher Domínguez —últimamente habla de autores mayores o muertos que sinceramente no conozco y me despierta la curiosidad y las ganas de leerlos. Me cae bien Rafael Lemus porque cuando no le gustan los libros lo dice; también me gusta lo que escribe Fabienne Bradu.
Álvaro Enrigue
La crítica es el único medio al alcance de un escritor para tener alguna retroalimentación sobre su trabajo fuera de los círculos familiares y de amigos: es un asunto de curiosidad. Además, cuando menos para mí, la crítica ofrece una tasa de interpretación que te permite evaluar qué tan cerca de las ideas que querías proyectar estaba el mensaje final que enviaste empaquetado en una historia. Me preocupa que lo que escribo se entienda cabalmente, y que la crítica supone la segunda vuelta de una conversación. También sirve para leer más o menos como va tu standing en la República de las Letras; éste es un fenómeno contingente y sin importancia a largo plazo, pero definitivamente relacionado con tu libertad de acción para perpetrar un siguiente libro.
Leo las secciones de crítica de Letras Libres y Nexos invariablemente y de principio a fin; de hecho es lo primero que leo de ambas revistas. Siempre leo a Rafael Lemus, Geney Beltrán, Christopher Domínguez, Fernando García Ramírez —que lamentablemente escribe poco—, Armando González Torres; Noé Cárdenas, Sergio González Rodríguez, Mauricio Montiel.
Élmer Mendoza
La crítica nos ayuda a comprender el trabajo de muchos escritores. Tenemos el caso especial de Cristopher Domínguez Michael, que publica en revistas, suplementos y libros. Es un crítico sin complejos, estudioso y reflexivo. Posee la virtud de saber acercarnos al asunto con un discurso que facilita la comprensión de los fenómenos estéticos que ya tienen expresión en nuestras letras. Me gusta la inteligencia de Heriberto Yépez, la visión de espacio de Elizabeth Moreno, la seriedad y la dedicación de Lauro Zavala, el compromiso de Vicente Francisco Torres, la constancia de Margo Glantz, la amplitud de criterio y la recuperación de los clásicos de Jaime Labastida, el valor de Sara Poot para estudiar y ubicar la literatura de este tiempo.
Pedro Ángel Palou
La crítica, cuando es inteligente, señala virtudes y detecta defectos, taras incluso. El buen crítico es un lector especializado. Si bien no escribo para los críticos, me interesa y me retroalimenta.
Muchos años seguí a Christopher Domínguez, quien era un puntual lector de la modernidad narrativa en México. Luego se instaló en un limbo extraño y lo que escribe en revistas y periódicos dejó de interesarme. Prefiero leer a Saint Beuve. Leo a Geney Beltrán y me interesa su visión, aunque no comparta todos sus juicios.
Parece que los mejores críticos en México han sido ellos mismos grandes escritores: Reyes y Pacheco, Nervo y García Terrés, Villaurrutia y José Joaquín Blanco, lo mismo que el más admirable y constante de todos en el siglo XX, Adolfo Castañón.
Hoy, cuando los suplementos culturales escasean y han dejado de hacer una revisión crítica —como la que hacía sábado con Huberto Batis a la cabeza, con Federico Patán haciendo una crónica crítica permanente—, ha quedado un espacio, el de La Tempestad, que respeto mucho, particularmente lo que escribe Nicolás Cabral o Gonzalo Soltero.
El peor crítico es el que utiliza los libros de otros para acomodarse en el establishment literario y escalar. El crítico “trepador” que pontifica sin tener una obra que lo respalde, como lo hace tristemente Rafael Lemus.
Alberto Ruy Sánchez
Por crítica yo entiendo principalmente “desciframiento”. Crítica para mí es poner en crisis los códigos, los lenguajes establecidos para ir más a fondo en la comprensión de una obra literaria. Quienes reducen la crítica a valorar positiva o negativamente una obra, se quedan en la superficie de las posibilidades de la crítica porque criticar es crear instrumentos para comprender.
Me interesa mucho la lectura de mis libros, por eso se publican. Lo que incluye a la crítica como lectura más esforzada, con más trabajo. Abrí un blog: Cuaderno abierto como un cuerpo, nada más para recibir ecos que yo no hubiera imaginado de la lectura del ciclo de cinco libros sobre el deseo y Mogador, y sobre todo de La mano del fuego, el último de ellos. A través de ese blog me han llegado críticas insospechadas de los lugares más inesperados.
Sigo, intermitentemente a algunos críticos y ensayistas cuya obra me interesa y me sirve para descubrir pistas de nuevas lecturas: Claude Michel Cluny, Michael Wood, Oumama Aouad Lharech Lawrence Weschler, Alberto Manguel, Mercedes Monmany, Anthony Grafton, etc.
Enrique Serna
La crítica me interesa mucho, porque siempre estoy muy inseguro cuando publico un libro. Los elogios y las descalificaciones no me hacen mucha mella. Pero los argumentos de los críticos a favor o en contra me ayudan a entender cuál es la distancia entre mis intenciones y mis resultados. Lo malo es que muchas reseñas apresuradas carecen de argumentos. Uno sabe que su libro le gustó o no al reseñista, pero no entiende por qué.
Leo con frecuencia a Fernando García Ramírez, Rafael Lemus, Noé Cárdenas, Ignacio Trejo Fuentes, Roberto Pliego, Evodio Escalante, Christopher Domínguez, José Joaquín Blanco, Geney Beltrán, Vicente Francisco Torres, y si me olvido de alguno, le ruego que se apiade de mi próximo libro. Todos ellos tienen criterios de valoración diferentes, y algunos me han dado palos muy fuertes, pero nunca he aspirado a la aprobación unánime.
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