Suplemento Laberinto
La semana pasada en este suplemento Jorge Volpi denunció que “‘la literatura del narco’ es el nuevo paradigma de la literatura latinoamericana”.
Dice que la literatura del narco está saturada de pistoleros pero qué curioso: ante la narcoliteratura todos se sienten gatilleros. (O policías).
Como el sicario Rafael Lemus en 2005, que quiso acribillar lo narco-norteño, en salvable balacera con Eduardo Antonio Parra.
Volpi repite errores de Lemus. Pero no su puntería.
Alega que las librerías rebosan de narco-novelas. Lo cual es falso. Pero, claro, todo lo del norte es “horda”. Hay mucha más novela “neutra”, estilística y global.
Se desprecia la narco-literatura. Se le juzga epidemia que mancha a las letras mexicanas. No se parece a su sagrada retórica somnífera.
Dicen que es moda para vender ejemplares. Qué ingenuos y librescos. El narco es avasallante. Vivimos entre retenes, ejecuciones, dílers y levantones; la droga estructura a la frontera. Somos ciudades idénticas al tráfico.
A veces no se escribe a partir de una biblioteca sino a partir de la violencia.
Se le acusa, además, de no ser literatura sino trascripción. Pero en el norte nadie habla como los personajes de Élmer Mendoza o L.H. Crosthwaite, cuya forma, por cierto, suele ser lúdica.
A los centrípetas sólo les agrada aquella literatura del norte que sigue la regla #1 de la literatura nacional: escribir para estetizar la realidad; purificar la palabra de la (pichurrienta) tribu.
Lo entusiasta está prohibido. Lo nacional-literario debe ser escéptico, poético, melancólico o abstracto. Baudelaire es su rey.
En el fondo, lo que molesta es el ambiente moral de estos librejos. Su vulgaridad. No ser intelectuales. Ser promiscuos con el “habla coloquial” (sic) y “venderse” al mercado. ¡Rebajarse!
“El narco vuelve a concederle a América Latina el carácter violento y exótico que se espera de ella”. La narcoliteratura, ¡qué piruja!
La periódica descalificación de la “pseudo-novela” del narco es —hora de decirlo— una nueva fórmula para seguir choteando al norte, siempre bárbaro, nunca del todo “literario”.
Olvidan algo. La narcoliteratura no proviene de la novela sino del reportaje, el corrido, la crónica, la nota, la viñeta y la oralidad. Sus puntos de partida son géneros menores o desprestigiados. Esto les ha pasado inadvertido. Por ende, cuando la comparan con la novela no pueden sino condenarla.
Recórcholis: no todo es García Ponce. (Who?)
No me interesa que la narcoliteratura sea buena o mala. Me interesa que es un experimento latinoamericano para narrar más allá de la ficción literatosa.
Algunos quieren una novela que logre despegarse de la realidad: monarquía lejana; otros, narrar hasta pegarse a la herida: desgarrar la cortina.
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