Confabulario
POR RICARDO CHÁVEZ, IGNACIO PADILLA, PEDRO ÁNGEL PALOU, ELOY URROZ Y JORGE VOLPI
(Texto leído por primera vez en el Congreso de la Modern Language Association, en Austin, Texas, el 7 de enero de 2016).
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I. QUE VEINTE AÑOS NO ES NADA
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1. 22 años atrás, 5 aspirantes a escritores se reúnen en casa de uno de ellos y le dan
nombre a un grupo literario. ¿Qué buscan? ¿Fama, trascendencia? ¿Imitar a sus
héroes? ¿O algo en apariencia más prosaico: publicar sus manuscritos en pos de
esos espectros, los lectores?
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2. Es en el invierno de 1994 y el PRI ha vuelto a ganar las elecciones. Acaba un año de
asombros y catástrofes: el alzamiento zapatista y el asesinato del candidato a la
presidencia. Si los 5 tiemblan no se debe al frío de diciembre, sino a la debacle
política y económica de un país adocenado por las crisis.
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3. 2 años después, los 5 anuncian el nombre de su grupo, presentan sus novelas y leen
su manifiesto. (Entretanto, en Chile, otros jóvenes emprenden una aventura
paralela.) Los miro a la distancia: ¿qué pretenden? Si azuzar a sus coetáneos, lo
consiguen. ¿Un juego, una provocación, una estrategia publicitaria? Lo inverosímil
es que aún se escuchan ecos de esa tarde.
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4. Como casi todos los jóvenes, los 5 no se acomodan a su tiempo. Abjuran de su
época. Y se aburren. Estamos en 1996 y el futuro no existe.
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5. La globalización y su doble siniestro, el neoliberalismo, inician su conquista del
planeta. México es todavía una isla.
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1 * Texto leído por primera vez en el Congreso de la Modern Language Association, en Austin, Texas, el 7 de enero de 2016.
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6. Los 5 han leído a Borges, a Rulfo, a Paz y a los maratonistas del Boom igual que
Alonso Quijano leía novelas de caballería: sus páginas son la realidad. Una realidad
mejor que la suya.
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7. Afuera triunfan los saltimbanquis que se disfrazan de García Márquez. Los 5 se
encabritan: adoran el original, desdeñan las copias. Y nadie los escucha.
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8. Entre 1996 y 1999, los 5 pasan de moda. Y luego, entre 1999 y 2003, el mundito
literario español —con su aspiración monárquica— los unge y redescubre.
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9. En los 20 años transcurridos desde entonces, la literatura se convierte en mercado
literario. Una esfera pegajosa, sin salida. Incluso quienes se rebelan —¡cómo adoran
los mercados a los rebeldes!— se pliegan a las reglas de la oferta y la demanda.
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10. La discreta apoteosis en España es un malentendido. Ellos, que vivían en las
entrañas del Boom, son presentados como sus liquidadores. Y ellos, que no podían
ser más mexicanos, son vendidos como antimexicanos.
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11. Muy pronto sus rivales los acusan de ser productos del mercado. Sorprendidos, los 5
se resisten. En vano: son productos del mercado. Igual que sus críticos.
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12. Y, sin embargo, escriben.
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13. Mientras tanto, América Latina deja de ser la América Latina inventada por el
Boom. Ya nadie sabe lo que significan esas dos palabras que los merolicos repiten
en foros y congresos. Y si no existe América Latina, la literatura latinoamericana
mucho menos.
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14. En su primer resplandor desde Felipe II, los virreyes peninsulares ordenan y
clasifican la literatura en español. En su imperio se concentran editores, agentes,
promotores, suplementos, académicos, críticos, escritores. Y los latinoamericanos
caen en la trampa.
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15. Los 5, a los que se han sumado otros 2, se toman de la mano con sus enemigos y
rivales y juntos peregrinan a Madrid y Barcelona. Buscan premios, reconocimientos
y adelantos.
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16. 20 años atrás, jamás pensaron que podrían vivir de sus libros. Menos enriquecerse a
su costa. Durante un breve lapso —las vacas gordas españolas— se adhieren al
espejismo.
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17. México y casi todos los países de América Latina derivan, de nombre, en
democracias. Los intelectuales no tienen opción más que jubilarse. Ser escritor ya
no implica desgañitarse en la plaza pública. Los nuevos jóvenes respiran aliviados y
se concentran en dominar el punto de cruz.
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18. Otra muerte ocurrida en estas décadas, que por cierto nadie llora: la de los críticos.
Si antes eran odiados y temidos, hoy buscan empleo de ascensoristas y
deshollinadores.
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19. Veinte años atrás, los 5 contribuyeron a dinamitar las reglas para ascender en el
escalafón literario diseñadas por sus mayores. ¿Quién alza hoy la voz para romper
los nuevos códigos?
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20. Triunfó el mainstream y, con él, el predominio absoluto de la literatura en inglés. La
literatura en español es un silbido en un concierto de rock.
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21. Si el mercado es el Dragón, ¿quién podría hoy apuñalarlo? Solo no propongan los
nombres de Aira o Vila-Matas, por favor.
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22. En estos 20 años, Letras Libres y Nexos, los dos sindicatos más poderosos del país,
también son desmantelados. Sin darse cuenta, sus miembros siguen asistiendo a sus
asambleas.
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23. Muere Paz. Muere Fuentes. Muere García Márquez. Mueren Monsiváis y Pacheco.
Nadie ocupa sus altares.
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24. Los nuevos escritores dicen aborrecer las mafias mientras en secreto las imitan.
Solo que no les ponen nombre.
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25. La revolución digital no trastoca la literatura. Se lee en un sinfín de formatos. Se lee
de otra manera. Pero los escritores apenas se dan por aludidos.
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26. Las redes sociales agitan la sociedad del espectáculo. La celebridad dura hoy dos
horas. Los escritores abandonan sus plumas y sus computadoras y hacen stand-up
comedy.
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27. Novelas profundas, polifónicas: el clamor principal del manifiesto. Contra la
banalidad del nacionalismo y de las etiquetas. Al menos en este punto la lucha no ha
variado.
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28. Del grupo queda un puñado de obras perdurables. A algunos les parecerá muy poco.
No se dan cuenta de que lo que hoy dura más de tres meses aspira a convertirse en
clásico.
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29. 20 años atrás, México era un avispero de corrupción y autoritarismo. Hoy es un
cementerio. ¿Cómo escribir sentados sobre fosas repletas de cadáveres?
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30. Todo grupo literario es una tensión entre fuerzas centrípetas —la amistad, la
ambición compartida— y centrífugas —la envidia, los celos, el miedo—: el
equilibrio es siempre precario. Nadie puede exigir que dure 20 años.
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31. Como en Dumas, 20 años después los mosqueteros están más viejos. Tienen menos
ilusiones. Algunos se ignoran, otros simplemente no se miran a los ojos. Todo los
separa. Pero no pueden dejar de ser los que fueron.
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32. Intento mirar de nuevo a esos jóvenes. Y compararlos con sus trasuntos arrugados,
gordos, calvos de hoy. ¿Qué se conserva? Su voluntad de escribir grandes novelas.
Novelas que le cambien la vida a un lector.
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33. El grupo fue, por supuesto, una ficción. No podía dejar de serlo. Un puñado de
voluntades y poéticas enfrentadas contra el tiempo. Una hermosa, valiente ficción.
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POR JORGE VOLPI
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III. 20 INSTANTÁNEAS A 20 AÑOS
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1. La novela aspira a la imperfección: desde Rabelais, la novela quiere ser amorfa. En
esa contradicción radica su forma. El cuento aspira a la perfección. Borges, Chéjov,
Arredondo estuvieron obsesionados con ella: escribieron cuentos perfectos.
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2. El cuento es absoluto. La novela es todo lo que no es el cuento, pero puede incluir
cuentos, lo mismo que puede incluir al mundo.
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3. Cada novela es un ensayo del mundo y por eso, también, un nuevo
―monumental― fracaso. Cada derrota es, para la novela, su mayor victoria. Para
escribir Casa desolada, Dickens ensayó muchas veces, se ejercitó con varias
grandes novelas antes de escribir su obra maestra, y sin embargo, Casa desolada es
imperfecta y amorfa, lo mismo que Don Quijote, Los bandidos de Río Frío, Moby
Dick, En busca del tiempo perdido, Hijos de la medianoche, Palinuro de México o
La vida exagerada de Martín Romaña.
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4. Los grandes novelistas ―justo lo que Rulfo no era, pero Fuentes sí fue― se
ejercitan, luchan, bregan, igual que un atleta contiende con las pesas (todos los días,
toda su vida). Los grandes novelistas lo intentan una y otra vez y en el solo intento
estriba su grandeza.
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5. La solución última al problema de la novela está en escribirla.
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6. El Crack empezó como un delirio llamado voluntad: voluntad de un grupo de
jóvenes por escribir grandes novelas, novelas polifónicas, novelas distintas a las que
se publicaban entonces, relatos empeñados en crear algo nuevo aunque no exista lo
nuevo, relatos empeñados con romper porque romper es la única forma de continuar
escribiendo.
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7. Usurpar historias, discernir materiales, poner a prueba ideas, desechar, filtrar…
Reescribir palabras, frases, eliminar párrafos y con la greda y argamasa que queda
concebir una nueva realidad, una tan verdadera o ilusoria como la nuestra.
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8. Añadirle una mentira a una novela, jamás es mentir. Acaso sea la única forma de
desvelar una verdad oculta o callada.
9. Cada punto y coma implica una elección; implica no haber elegido otra cosa. Lo
mismo cada acción o cada evento de la historia: otro hubiera sido el derrotero de tal
o cual personaje si otro hubiese sido el estilo, el punto de vista, el tiempo elegido o
el narrador. Las disyuntivas que genera la novela son también las disyuntivas
morales del autor.
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10. No sé si se acabaron los tiempos de la novela como género. Es más probable que
primero se acaben los lectores de novelas a que algún día se terminen las novelas. Y
esto es así porque el género, dúctil como ninguno, se ha logrado desdoblar: hay
series de televisión, hay telenovelas, hay juegos virtuales, trasuntos que no hacen
sino repetir, por otros medios, lo que ha hecho el arte de la ficción desde Homero:
remedar el mundo, convencernos de esa otra realidad tan parecida ―y ajena― a la
nuestra.
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11. Las mejores novelas desafían nuestros valores, atentan contra nuestros
presupuestos, cuestionan nuestra forma de pensar y de vivir.
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12. Las mejores novelas no solo “entretienen” como quería Cervantes. También irritan,
incomodan y en el mejor de los casos, subvierten.
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13. La novela desemboza ―y despereza del letargo― a Eros y a Tánatos, quienes
suelen hacer mucho más daño adormecidos que despiertos.
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14. La novela es una forma vicaria de la condición humana: nos permite vivir o
atestiguar otros posibles dilemas de nuestra propia existencia.
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15. La novela debe decir lo que nada ni nadie se atreve a decir. Pero esto no importa si
no se dice bien, si el autor no infiere la forma desde adentro.
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16. Cuando Brodsky recibió el Premio Nobel dijo que era menos probable que alguien
que hubiese leído a Dickens disparara contra otro ser humano, a que alguien que no
lo hubiese leído lo hiciera. (Lo mismo pasaría, pienso, si en lugar de Dickens, el
asesino hubiese leído a Sade o a Sábato.) Tal vez para eso sigan sirviendo los libros,
esos inutensilios. Y los llamo así ―como el poeta portugués llamaba a los
poemas― pues a pesar de sus incalculables beneficios, el arte de la novela no debe
buscar, a pesar de todo, otro fin que el de su propio arte. Como decía Lawrence: la
moral, la metafísica del escritor, debe supeditarse a la obra de arte, debe supeditarse
a su forma, y nunca al revés a riesgo de terminar escribiendo un panfleto con rostro
de novela. Dejemos que solo sea ella misma la que conlleve, solitaria y autártica, su
propio, desmesurado, fracaso… Al cabo en su caída se afinca su victoria.
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17. Si con la ciencia ocurre que cada nueva teoría verifica o refuta a la anterior, la
novela verifica y refuta a la anterior.
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18. Hace 30 años me obcequé con una idea: armar un grupo literario. La idea vino, por
supuesto, de los Beatles, pero también de la llamada “Generación de la Amistad” o
“Generación del 27” a quien admiraba y admiro. Pensaba que un grupo era siempre
más fuerte que un autor; un grupo podía tener más solidez literaria e histórica que
un escritor en solitario, aunque, pasados los años, algunos de estos mismos
escritores terminaran por aborrecerse. La Generación del 98, Contemporáneos, la
llamada Generación del 50 en España, el Boom, el grupo de Bloomsbury, The Lost
Generation y sobre todo la Generación de Medio Siglo en México me lo
demostraba. A muchos de estos autores los leí gracias a que formaban parte de un
grupo más amplio, un escritor me llevaba a otro. Mi instinto me decía que así debía
funcionar el grupo con el que yo soñaba a los 18 años. Eso no quería decir que no
admirase a los grandes solitarios: Stendhal, Kafka, Lowry u Onetti. Lo que
significaba era que, si algún día podía tener la pretensión de ser leído y no archivado
era más probable que lo consiguiera si me unía con un grupo de jóvenes a los que
yo admirase. Y los encontré. (Los encontré y a algunos de ellos los perdí).
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19. Algo más ocurrió, algo con lo que entonces no contaba: la sana rivalidad, la
competencia entre iguales… Ambas me hicieron escribir mis mejores libros. Esa
rivalidad, esa envidia, me impulsó, azuzó mi vanidad o atizó mi pereza. Acaso sin
sus libros no hubiese escrito ninguno o acaso hubieran sido muy malos. Por fin
comprendí que no habría Beatles si no hubiese habido reñida competencia. No
existiría La realidad y el deseo si Lorca no hubiese literalmente envidiado a
Cernuda, su entrañable amigo, y si éste, a su vez, no se hubiese sabido admirado por
quien él más envidiaba y quería.
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20. El Crack es como una novela: tiene su principio, su clímax y su desenlace
inesperado y no siempre feliz, pero esto, la verdad, no importa demasiado, lo mismo
que no importa que Don Quijote haya muerto en 1615 o 1616… La duración, el
gozo, la lectura infinita es lo único que, al final, importa.
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POR ELOY URROZ
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III. El CRACK, UNA POÉTICA
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1. Hace 20 años los agoreros de la muerte de la novela no eran menos legión que
ahora. Hoy está vivita y coleando. El Crack nació como defensa de la novela total.
Es una mercancía internacional en la que cabe todo, es cierto, pero también una
forma de arte, acaso la más flexible y el género literario más extendido en el mundo.
La novela siempre se cuestiona a sí misma. Rabelais, Cervantes, Sterne son un trío
de locos que se consagran a un género que apenas se inventa pero en el que, creen,
se cifra el mundo. La novela en pleno estertor se busca preguntándose. Por escrito o
en la pantalla. Lo mismo en Coetzee que en The Wire.
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2. La novela es un género internacional, las influencias no tienen que ver con los
países. Pensar en una novela latinoamericana—o, arequipeña o norteña— es como
pensar en equitación protestante. Si a la novela se la adjetiva se la banaliza. El
Crack apostó por esa globalidad de la novela desde las tradiciones locales. No buscó
destruir al Boom, como se dijo, sino continuarlo. Hizo Crack, una fisura en la
tradición que aún hoy suena como cuando se pisan las ramas y las hojas en un
bosque.
S
3. No existe la novela con adjetivos. No hay novela histórica, novela erótica, novela
policiaca. La verdadera novela es un organismo fagocítico. Todo lo engulle y lo
devuelve trastocado. Por eso mismo El Quijote no es una novela de caballería o
Alicia en el país de las maravillas no es una novela fantástica. En 1907, Mahler le
dice a Sibelius sobre la sinfonía —esa novela de la música— que debe ser como el
mundo, en ella debe comprenderse todo. Todo cabe en la novela, que es como el
mundo pero no es el mundo. La novela resiste la domesticación de lo literario que el
mercado intenta operar siempre y cuando intente demoler la retórica literaria que la
convierte en mercancía, ese señalado realismo lírico que nada aporta a la crítica de
la realidad. Y vivimos, veinte años después, en la triste domesticación de lo
literario.
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4. La gran novela reescribe hacia atrás toda la tradición novelística. El Crack, un
grupo de novelas con un manifiesto, entró a las bibliotecas como un viento helado.
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5. Nada más pernicioso que el nacionalismo —un adjetivo europeo, por cierto— para
la novela. El nacionalismo es una mentira y la novela odia, aborrece la mentira. La
novela entraña una búsqueda de la verdad literaria. Dentro de sus páginas, todo lo
que ocurre es absolutamente verdadero. El Crack es una novela sin adjetivos y sin
nación.
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6. Cesare Pavese lo supo bien al hablar de su querido Stendhal: la novela crea
situaciones estilizadas y las repite fingiendo lo que llamamos estilo. Una buena
novela resiste una mala traducción porque lo que la novela ha demostrado es que el
estilo es, ante todo, una visión.
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7. Los estilos novelescos son sistemas de operación dentro del lenguaje cuyos efectos
buscan ser extralingüísticos. Son máquinas estilísticas portables. Como los celulares
o los coches, pueden importarse y llevarse a donde sea.
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8. La novela presenta, no explica. “Europiccola”, llamaba Joyce a Trieste. Sabía una
cosa: el escritor es siempre un exiliado, es el exiliado por excelencia: un desplazado.
El cosmopolita es alguien que ya dejó de tener patria. Supo también que el
provinciano es alguien vacío, carente de contenido. El provinciano se ancla en la
nostalgia porque no tiene nada. El cosmopolita exiliado, habiéndolo perdido, lo
tiene todo. Es nuestro, dice Borges —ese novelista de pequeños cuentos/ensayo,
como “El Aleph”, acaso la mejor novela argentina—, solo aquello que hemos
perdido. Miguel Torga dixit: lo universal es lo local sin los muros. Alabado sea.
Pero también Unamuno: el mundo es un Bilbao más grande.
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9. El Crack sabe ahora, a pesar del mercado y su banalización, que la gran novela es
una burla velada de la realidad y de las lecturas erróneas que hacemos de ella. Es
una mirada despiadada contra la ciudad del lugar común.
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10. La novela que el Crack aspira a escribir veinte años después es un manual para
descreídos, un tratado de apostasía. Es un alegato contra la banalidad y contra el
mercado —que en nuestros países es un engaño, como dice Piglia. Es una máquina
de demolición contra lo literario como cliché. Es un arma de destrucción masiva
contra la estupidez desde la ironía, esa suprema forma del conocimiento. La vida
real es repetitiva, como la novela. A la vida real no puede entendérsela. No es por
ello papel de la novela el conocimiento, sino la experiencia. Y solo se experimenta,
en literatura, el desastre.. Las novelas del Crack, veinte años después, aún creen que
la literatura no está muerta ni enterrada.
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POR PEDRO ÁNGEL PALOU
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IV. NUEVO SEPTENARIO DE BOLSILLO
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1. El Crack no fue ni pretendió ser nunca una generación ni un movimiento, no
digamos una estética. Se trató más bien de una invitación y, si acaso, de una actitud.
O de la invitación a recuperar cierta actitud hacia la escritura y la lectura. Si bien
interpelaba a editores, autores y crítica, su manifiesto estuvo dirigido sobre todo a
los lectores.
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2. El Crack fue desde el principio un juego, una broma que por fortuna algunos se
tomaron muy en serio; nada tuvo de estrategia (no somos tan listos) ni mucho
menos aspiró a una defenestración de nuestros maestros (no somos tan tontos).
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3. El manifiesto del Crack nació a posta fragmentario y contradictorio. De allí que sus
interpretaciones hayan sido tantas y tan encontradas. Hay muchos Crack, y quizá el
menos conocido a estas alturas sea el grupo de novelas expuesto en 1996.
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4. Muchos equívocos reconformaron o de plano reconstruyeron a modo algunos
postulados del manifiesto del Crack, lo bastante lábiles como para permitirlo. Entre
estos equívocos, acaso los más prósperos y notables sean, primero, el mito de una
negación de los escenarios mexicanos y, segundo, el de una confrontación con los
grandes autores de la literatura latinoamericana. La mayor parte de las novelas
escritas por los firmantes de aquel manifiesto transcurren en México, si bien en
todas ellas y para todas ellas hemos reivindicado nuestro derecho a situar nuestras
historias en el lugar del mundo o del inframundo donde mejor podamos expresar ese
relato concreto, siempre, eso sí, en esa patria nuestra que desde siempre ha sido la
lengua española.
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5. Las del Crack fueron propuestas en esencia novelísticas, triunfo rotundo de la
impureza y la imperfección. En su raíz, no obstante, se encuentra el heroico fracaso
del cuento como aspirante a la imposible perfección. El cuento es a la utopía lo que
la novela es a la distopía. La novela seguirá triunfando mientras asuma y encarne la
imperfección distópica de lo real. El cuento solo triunfará si se asume como
quijotesco fracaso y cuanto de sublime hay en ello.
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6. El Crack fue una amistad literaria, un archipiélago de soledades e individualidades
que acaso permitió recordarnos que la literatura, solitaria como es, puede también
vivirse como una experiencia colectiva. Algunos aportaron, otros se disolvieron.
Interesados más que nada en la creación –y acaso en la docencia- los miembros del
Crack nunca tuvieron la malicia suficiente ni buscaron detentar ni ejercer poder
bastante como para constituirse en una de esas capillas literarias que tanto daño han
hecho a la cultura en nuestro país. Tampoco excluyó ni crucificó por consigna, ni
siquiera a sus críticos más enconados. Como quiera que sea, al final solo quedaran
dos o tres obras que es lo que viene más al caso. Lo único que importa.
S
7. El Crack no fue el único, aunque sí uno de los primeros catalizadores de un proceso
de recomposición y redignificación de la literatura en español que de cualquier
modo habría ocurrido. Algunos de los entonces firmantes seguimos convencidos de
que es posible la ruptura con continuidad. Renegamos todavía del facilismo,
deificamos aún la novela total, la literatura difícil, la lengua y sus posibilidades,
creemos más en la recuperación que en la pura innovación, reivindicamos nuestro
derecho a la dislocación, y estamos desde luego conscientes de que otros más
diestros y más lúcidos que nosotros se encargarán de crear y proponer las
alternativas sobre los cadáveres que quedan en el campo de batalla en el que nos
tocó participar.
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POR IGNACIO PADILLA
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V. CRACK PARA NIÑOS
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1. Los seres humanos se unen para hacer sus vestidos, para levantar sus casas, para
extraer sus alimentos de la naturaleza. Es lo normal, pensamos, hacerlo juntos,
pues de otro modo nunca lo conseguiríamos. Sin embargo esta necesidad de
grupo se torna sospechosa cuando surge en el arte. ¿Por qué? Primer hecho:
hace veinte años nos tornamos sospechosos.
S
2. ¿Puede de verdad el arte hacerse en solitario como la masturbación o el
suicidio? ¿No es verdad que para insertarse en la tradición y adquirir oficio son
necesarios nuestros mayores vivos y nuestros mayores muertos? Segundo
hecho: quizá lo desconfiable es la unión horizontal y no la vertical.
S
3. Los pueblos se autoproclaman, las congregaciones se autobautizan, las
amistades se dejan ver, las familias se apellidan y se registran. Tercer hecho:
autoproclamarse, autobautizarse, dejarse ver, permitir registro, es legítimo.
“Somos el Crack”. Y sobrevino el mutismo, la espalda, el ninguneo. Tercer
hecho: la autoproclamación, el autobautizo, el dejarse ver, el apellidarse y
registrarse no se perdonan si sucede en ciertos ámbitos que entonces se
presupondrían asociales.
}
4. El ser humano es gregario. No vive sino convive; no se desarrolla
apartadamente sino en común unión. Nos necesitamos. Sin embargo en toda
sociedad surge una raza extraña que vive entre el “nosotros” y el “ustedes”. En
todas las fronteras y en todos los márgenes habitan “ellos”: los solitarios. Cuarto
hecho: la gente dedicada al arte forma parte de esta subespecie humana
maldecida por la soledad o destinada a la soledad.
S
5. Los artistas viven una soledad fatal y cultivada: a la maldición de descubrirte
hecho isla se añaden los procesos y yacimientos para convertir ese hecho en
tragedia. Quinto hecho: lo imperdonable es pretender que pueden ser agrupadas
la soledad y la tragedia.
S
6. El arte está fuera del mundo, es un fin en sí mismo, su realidad es otra. Sexto
hecho: es sospechoso todo lo que del arte está en este mundo.
S
7. Un fin en sí mismo no acepta otros fines. Séptimo hecho: al Crack no le ha
bastado el arte.
S
8. Las promesas y el futuro. Todo artista encarna una propuesta, una promesa, un
proyecto que solo el tiempo medirá. Octavo hecho: no es necesario pregonar la
poética personal pues debe quedar expresada en la obra.
A
9. La soberbia y la vanidad personal son los daños colaterales del ser artista.
Noveno hecho: se perdona siempre y cuando sea individual y no colectiva.
A
10. Todo puede ser conmemorado, unir nuestras memorias para recordar: hace
veinte años ciertos escritores mexicanos decidieron publicar cinco novelas de las
que nadie se interesaba a pesar de haber sido premiadas, las llamadas “novelas
del Crack”. Si antes habían sido rechazadas editorialmente de una en una,
sufrieron la misma suerte en grupo. Dos años después, tres de las cinco novelas
fueron publicadas. Los escritores decidieron hacer un manifiesto y hacerlo
público durante la presentación. El medio literario mexicano les aplicó la ley de
la defenestración y posteriormente la ley de la indiferencia. Décimo hecho: eso
conmemoramos.
A
11. Todo recuerdo es un verbo: “recordar”. Es necesaria la voluntad. Se recuerda
entonces lo que está cayendo en el olvido. Onceavo hecho: habría que
preguntarnos qué se recuerda, quién lo recuerda, por qué, para qué, contra qué y
contra quiénes en este vigésimo aniversario.
A
12. El ser humano es una manifestación extraña de la vida. La vida tiene tres
movimientos: la atracción, la huida y un equilibrio entre ambas fuerzas,
generador de la inmovilidad. El ser humano al parecer posee un cuarto
movimiento que no es acercamiento, ni alejamiento, ni quietud, sino distracción.
Doceavo hecho: toda distracción supone quitarle la atracción a algo; retiramos la
atención de aquí para ponerla allá. Si “allá” es el vigésimo aniversario del
Crack, ¿cuál es el “aquí” al que le retiramos la atracción y la atención?
A
13. La facultad de las aves es el vuelo, la facultad de los peces es el nado, la
facultad humana es la comprensión. Treceavo hecho: ya que nos vamos a
distraer, habría que comprender algo, sacar en claro algo.
A
14. La literatura se mide con libros y los libros se miden por su calidad, la cual es
una síntesis de verdad, belleza y trascendencia. Catorceavo hecho: habría que
hacerse la única pregunta pertinente: ¿qué dicen los libros del Crack sobre el
Crack?
A
15. No nos importa cómo se levantó la casa, se cultivó el suelo o se tejió la ropa: los
recién llegados reconocen su trascendencia si les ofrece techo, alimento o
cobijo. Quinceavo hecho: habría que enfrentar el único cuestionamiento
pertinente: ¿qué ofrecen los libros del Crack más allá de nuestras palabras y
nuestras conmemoraciones a quienes han venido después de nosotros?
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