sábado, 18 de junio de 2011

Crítica a la cruzada de Sicilia

18/Junio/2011
Laberinto
Heriberto Yépez

Ante la muerte de Monsiváis, nos preguntamos por las nuevas intelectualidades mexicanas. El 2011 dio una respuesta: Javier Sicilia.

El perfil intelectual de Sicilia no nació con la lamentable ejecución de su hijo a finales de marzo. Sicilia lleva años como vocero sintético de la salvación católica y la izquierda patria.

La historia, empero, consignará que el asesinato de su hijo por el crimen organizado dio un giro a su trayectoria pública. Sicilia se convirtió en un activista contra el ejército fuera de los cuarteles, líder de protestas ante la guerra anti-narco de Calderón e imán del descontento por los 40 mil muertos.

Sus exigencias —aún abstractas— se han hecho —literalmente— sobre la marcha.

De poeta cristiano a noticia de primera plana, su rostro comienza a ser reconocido por mayorías. Ningún escritor nacional lo había logrado en mucho tiempo.

No dudo de la legitimidad moral de su movimiento, que podría quedar como gesto poético o crecer como factor electoral. Pero, ¿qué significa en términos ideológicos?

Si Paz era un combo de pluma retro-romántica y caudillo culto-priista, y Monsiváis, sindicalista irónico y burlón laureado, Sicilia congrega al líder espontáneo de la Sociedad Civil con la vieja figura evangelizadora.

El lema de su movimiento “¡Estamos hasta la madre!” inconsciente retoma la bandera guadalupana.

“Estamos hasta la madre” coloquialmente significa “estamos hartos, al límite de la tolerancia” e indica “estar saturado, abotagado”. Psicoanalíticamente alude a la idealización de una figura materna que inutiliza y castra. Una madre que madrea.

(Santa sangre de Jodorowsky explora este atrofio de la energía y el deseo).

En este caso, si estar “hasta la madre” es el problema, la inconsciencia del problema lo vuelve su pro-lema.

El “Verbo” mesiánico de Sicilia incluye, además, vestimenta de pescador (¿de hombres?) y escenas que, a ciencia cierta, sorprenden: gente hincándose a sus espaldas, Sicilia imponiendo las manos sobre la cabeza de niños o besando las manos de mujeres dolientes.

Sicilia se cree Jesús.

Su fe católica —ningún poeta mexicano contemporáneo ha sido más abiertamente cristiano que Sicilia— y su figura mesiánico-social son incongruentes con una postura de izquierda.

Por otra parte, su credo cristiano es el mismo que ostentan televisoras y derecha panista. (Y AMLO y Peña Nieto).

En los mismos días en que Sicilia conducía su “marcha del consuelo” a lo largo del país, el presidente hablaba de la policía como un “sacerdocio cívico”.

Sicilia representa no tanto una oposición radical al régimen de derecha del PAN, sino el aviso de que a una época panista corresponde culturalmente un poeta apóstol.

Lo guadalupano empantana a la cultura mexicana.

Tanto en Los Pinos como en los plantones, derechita crece la cultura de la cruz.

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