Laberinto
¿Ha sido una buena idea la fundación y el desarrollo del Sistema Nacional de Creadores? Yo creo que ha sido una magnífica idea. En un país en donde los empresarios, los políticos, los abogados y los economistas no han estado a la altura de las necesidades ni de los retos de una sociedad desgarrada por diferencias terribles y cada vez más complejas, y en el que los artistas son, prácticamente, casi la única razón de orgullo “profesional”, haber constituido un programa para apoyar a uno de los procesos productivos con más historia y más ricos de México, fue un acierto. Y no ha dejado de serlo.
Quienes crearon las becas —entre otros, de manera principal, Octavio Paz— tenían la conciencia clara de que un apoyo decidido a los artistas y escritores sería fundamental para contribuir a la comprensión del hombre y la cultura en México o, al menos, para permitir la sobrevivencia de los responsables del retrato más hondo y vivo del mundo contemporáneo. Lo sabían porque muchos de ellos, en los años cincuenta y sesenta, lograron producir sus obras con soportes económicos provenientes de instituciones públicas o de patrocinios privados. Por ejemplo, Octavio Paz consiguió avanzaren la escritura de El arco y la lira gracias a un apoyo otorgado por el Colegio de México a través de la gestión de Alfonso Reyes. 1 En esos mismos años, el Centro Mexicano de Escritores (CME) también impulsaba, de una manera modesta pero rigurosa y sistemática, la labor de los escritores. El Centro daba becas y distinguía con su gratificación a los jóvenes seleccionados. Este reconocimiento nunca fue una opción de fácil acceso y abierta a cualquiera. No lo fue y no lo es ahora, tanto en México como en otros países. Una muestra internacional de este hecho es el National Endowment for the Arts —financiado por el Congreso de los Estados Unidos y que los republicanos han tratado de destruir sin éxito. En la convocatoria del National Endowment..., una de las cláusulas señala: “La competencia por las becas es sumamente rigurosa” y agrega que “los solicitantes deben considerar cuidadosamente si poseen el nivel nacional exigido antes de enviar sus proyectos.”2
En México o en otros lugares del mundo, el espíritu de la asignación de un apoyo financiero a la calidad intelectual y artística debe buscar las formas de creación más sólidas o prometedoras. Unas veces, el donativo puede estimular una obra ya realizada y, otras, favorecer una obra por venir. Discutir si la distinción debe recaer en una o en otra modalidad (un libro escrito o por escribirse) no tiene solución y es, efectivamente, un despropósito (cuando Rulfo solicitó la beca del CME no tenía libros publicados). Las instituciones otorgan becas para premiar una trayectoria o para alentar nuevas creaciones. No dan un sueldo. No se trata de eso. De lo que sí se trata es de hacer una distinción, distinguir lo muy bueno del resto.
¿Qué determina el grado de interés de un artista? Básicamente: la calidad del vehículo de presentación (editorial, museo, galería o teatro) de su obra, los premios y las distinciones recibidas y, sobre todo, la crítica. En el terreno de la literatura, si un escritor tiene un libro publicado en Anagrama, Debate, Visor o en el F.C.E., Aldus o Almadía y si, además, ha ganado algún premio de valor en México o fuera de México, entonces contará con referencias excelentes. Si este escritor goza de la atención, al mismo tiempo, de críticos verdaderos y no de amigos, adicionalmente poseerá una prueba insoslayable de la calidad de su trabajo. La prueba de fuego de un libro o de un escritor es siempre, en primer lugar, la crítica, la crítica de los artistas y, en especial, la crítica de los creadores con capacidad de reflexión. Sin ésta siempre estaremos lejos de lo significativo y sujetos a las modas mercantiles, a la bonhomía de los amigos o a las urgencias de los promotores de cultura, con buenas intenciones pero a la zaga de las discusiones y de los cambios interesantes de verdad.
¿Han servido las becas del sistema?
En mi opinión, sí han servido y mucho. La obra indiscutible de Francisco Hernández, Antonio Deltoro o Daniel Sada ha sido posible, en buena medida, gracias al apoyo de estas becas. Es cierto, hay quienes han creado una obra sin ningún soporte económico extraordinario, proveniente del Estado. Es el caso de Marco Antonio Campos o de Luis Miguel Aguilar. No obstante, no cabe duda de que una parte de los libros más significativos editados en los últimos años han estado relacionados con el Sistema Nacional de Creadores.
Durante muchos años, en México no hubo dudas de cuáles eran los buenos libros y quiénes eran los buenos escritores, porque los artistas excelentes hacían crítica o, por lo menos, daban su opinión. Hoy la crítica parece estar disminuida y, en ocasiones, atrapada en los lazos de amistad o en los intereses de grupo. El análisis de una obra o el premio a un libro tiene, en ocasiones, más que ver con el conocimiento personal o con el lugar que ocupa un autor en los medios que con la originalidad de un texto. Todo esto no importaría si contáramos con un espacio crítico más activo. Pero esto no sucede por alguna extraña circunstancia, aunque haya todas las condiciones para que sí ocurra. Tan es así que nadie —o casi nadie—advirtió cómo era posible que Luis Miguel Aguilar, quien publicó un libro estupendo de poesía (Las cuentas de la Iliada y otras cuentas) y tiene una trayectoria de escritor de alto nivel, no ganara el Premio Xavier Villaurrutia.
Así, pues, ante el creciente número de obras significativas y la explosión de actividades artísticas en todo el país, lo que la cultura mexicana necesita es la opinión de los críticos, la opinión de los críticos independientes. En lo que hace a la parte oficial, El FONCA hace su trabajo y lo hace bien.
1 Stanton, Anthony, Correspondencia Alfonso Reyes / Octavio Paz (1939 - 1959), FCE, México, 1998, p. 216.
2 National Endowment for the Arts, Literature fellowships: creative writing, [en línea]
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