Luvina
Carmen Villoro
El libro Buscado amor, el primer libro que publicó Hugo Gutiérrez Vega, nos regresa a su juventud, a sus veintitantos, a sus treinta años. Existe la anécdota de que en varias antologías el título del libro apareció con una errata, una n de más que convertía al participio buscado en el gerundio buscando, así quedaba como título Buscando amor, que podría haber sido el letrero en una gorra deportiva, como esas que dicen «Busco novia». Y no, el participio pasivo le quita esa actividad propositiva y voluntariosa al gerundio y nos remite a la dinámica del deseo expectante y a su contraparte, la renuncia: lo buscado sigue siendo buscado porque nunca es encontrado, nunca del todo. El título del libro, entonces, nos retrata a un joven poeta que descubre y refiere de manera precoz el drama humano más profundo e importante: incompletos y frágiles, deseamos siempre recuperar el paraíso perdido que en realidad nunca tuvimos, eso que nos complete y que llamamos «amor» y que nunca encontramos porque estamos destinados a vivir en falta, pero que nos impulsa a continuar la búsqueda, a vivir.
La poesía de Hugo Gutiérrez Vega expresa esta búsqueda del sujeto deseante que lo lleva a disfrutar de todo lo que encuentra a su paso: desde las cosas más triviales y cotidianas hasta las más elaboradas; por eso en su poesía conviven los gestos simples, las palabras coloquiales, con las citas cultas y las reflexiones intelectuales, porque todo es motivo de asombro para este ser que sabe relanzar el deseo de una cosa a otra, a otra, a otra, y mantenerse intensamente vivo.
¿Cómo expresa su vitalidad el poeta en estos primeros poemas de juventud? A través de su sensualidad. La experiencia amorosa se vive con el cuerpo, con todos los sentidos, pero el lenguaje es también materia sensorial, las palabras se degustan, se paladean, se escuchan, y eso provoca un deleite, el lenguaje recrea una realidad que se revive con el cuerpo sensible:
Decir un nombre, lentamente,
sin prisa,
dejarlo entre los labios
y madurarlo
para que perdure.
Para nombrarte, amor, para nombrarte,
para juntar las letras de tu nombre.
Para inventarte, amor, para formarte
como un racimo que colgó el verano.
En los poemas de este libro están presentes el gusto, el olfato, el tacto, el oído y la mirada. Y a través de los sentidos están presentes las emociones y los sentimientos. En sus Poemas de amor no escuchado y en el que se llama «Las cuatro noches», Hugo nos transmite el dolor de no poder poseer al otro, náufragos, desterrados, dueños sólo de la distancia y de la diferencia, enviando esas señales que no llegan.
en el trayecto tan largo
de mi boca a tus oídos
como si las devorara
el desierto
desesperante vocación
de ser siempre, ay,
un círculo incompleto.
La poesía es una magia menor, dijo Borges, y aunque nunca podemos desentrañar la esencia de la magia, en la poesía de Hugo Gutiérrez Vega podemos detectar algunos de sus elementos: el suave equilibrio del ritmo y las imágenes, poesía respirada lentamente, decantada como un elemento de la naturaleza, como cuando dice:
oí tu voz que naufragaba
entre mis brazos líquidos
Las referencias al paisaje natural son vastas. Están la hoguera y el río, la noche y el mar, las islas y los perros como representaciones visuales y sonoras de la vivencia interna. El campo y sus árboles, las aves que levantan el vuelo, el viento floral y el temblor de la niebla, y todos ellos conjuran el cuerpo de la amada y su presencia más allá del cuerpo, o más acá, su huella en el espíritu.
En los poemas de Buscado amor se apresa el tiempo. Hay una preocupación del poeta por detener en sus versos la fugacidad de la vida, los instantes, los momentos, los días se viven queriendo detenerlos, el presente tiene ya ese sabor de nostalgia de lo que está pero que se sabe que no estará, que inevitablemente se irá diluyendo dejando tras de sí el dolor del recuerdo. El joven poeta anticipa el dolor de futuros momentos de la vida y por eso quiere fijar las imágenes presentes para que vivan siempre. Las referencias al tiempo: la noche, primera, segunda, tercera, cuarta, el golpe de los días, la tarde que gime, el sol declinante, tarde de la ciudad, la voz pasada y la voz presente, nuestra historia, las tardes ganadas a la vida, el invierno cubriéndose con telas del verano, la párvula mañana, ese después, ese ahora, ese entonces, ese a veces, hilvanan los poemas dejando en el lector la vivencia de aquello que transcurre, intenso y frágil en el aquí y ahora pero al mismo tiempo desde la distancia, nostalgia abierta hacia el futuro porque el tiempo no es más que una calle sin fin.
Es por esta noción temporal que algunos de los poemas están escritos en forma de cartas o de apuntes de un diario, cuando existían las cartas que se escribían un día y recorrían largas distancias antes de llegar a su destinatario. Y es significativo que hoy, muchos años después de haber sido escritos, nos lleguen estos viejos poemas para hacerse nuevamente nuevos, tan vivos como aquel día en que fueron escritos.
Somos cuerpo, cuerpo que transcurre y que detiene en su carne los recuerdos. En este poema, el joven anticipa cómo revivirá lo que ahora vive porque las imágenes y las sensaciones se quedarán grabadas para siempre en cada una de sus células y anticipa la muerte para resaltar la vida, lo que pulsa y permanece mientras le queda alguna noche pendiente. Poemas en que se expresa con toda su fuerza lo que se vive en el presente pero en los que se asoman los días perdidos y las vivencias por venir, como si el poeta de treinta años tuviera una imagen de sí mismo como ese ser en tránsito y pudiera sentir en su joven madurez la presencia de todas las edades.
Libro de juventud madura, este Buscado amor en el que el poeta ya aborda los temas que serán recurrentes a lo largo de su obra. Uno de estos temas es la vida de otros, los personajes que Hugo Gutiérrez Vega dibuja para hacerlos revivir en sus palabras. Encontramos entre sus páginas el «Homenaje a Apollinaire», en el que el autor lo rescata de su trágica muerte porque sigue vivo en él gracias a sus palabras inmortales. Otro tema es el de los amigos. Aunque Hugo Gutiérrez Vega es un poeta que habla de su experiencia íntima, no es un poeta solo. El mundo es algo que se comparte con los otros a los que el poeta observa con detenimiento afectuoso. De entrada, Hugo ha invitado a su amigo Rafael Alberti para que abra su concierto, el libro está dedicado a Ignacio Arreola, y en sus poemas desfilan Jorge Galván y Alberto con su poema: «tomado de los bosques de la sangre; / una obra de Alcocer / escrita en medio / de la pálida sombra iluminada; / un fragmento de sueño / del silencioso Cuevas; / este cuento de Maya y la luz no cegada de Salvador, tendido». El «nosotros» es una constante en la poesía de Gutiérrez Vega: «Éramos grandes preguntas / absortas en la noche / Esta mañana hemos levantado nuestros ramos / para detener el tiempo».
Y el dolor por los otros en el violento poema que habla de Hiroshima y en el grito contenido que es ese magnético poema, «El mural de Guernica».
También aparece Grecia en estas páginas. Numerosas serán las ciudades que el poeta visitará en sus versos. Lugares descubiertos y recorridos con la misma intensa suavidad con la que se recorre un cuerpo amado. Sitios que convocan otras voces y que impulsan a pronunciar: estoy aquí / preñado de poesía.
Así es como el amor, el tiempo, los otros y el mundo se dan cita para mostrarnos en este libro un fragmento de la vida de este joven poeta de todas las edades. Celebramos su palabra, su voz, su deseo de infatigable buscador de amor, generoso y fecundo. Porque mientras estemos vivos, mientras podamos ver con los ojos abiertos, como dice el poeta, Nada podrá callarnos.
Este texto fue leído en el homenaje póstumo donde se celebraron los cincuenta años de la publicación del primer libro de Hugo Gutiérrez Vega, el pasado 1 de octubre, en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México.
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