domingo, 4 de diciembre de 2011

“Escribo para tres o cuatro personas”, dice Sheridan

4/Diciembre/2011
El Universal
Alida Piñón

A Guillermo Sheridan no le gustan los premios ni los reflectores ni los homenajes, porque, dice, en la historia del periodismo cultural de México él apenas es un pie de página. Pese a ello, aceptó recibir el Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez, reconocimiento que “no tiene la menor importancia”.

El galardón que recibirá mañana en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara lo orilla a recordar a Benítez, con quien llegó a trabajar y quien se convirtió en su “cuate”. Piensa un momento y se echa una carcajada, de esas que surgen de la memoria de una travesura.

Entre risas, narra en entrevista aquel día en que el creador del suplemento México en la cultura iba caminando por la plaza de Coyoacán tomado de los brazos de él y del crítico de cine Gustavo García.

“Fernando iba, como siempre, muy elegante, con su traje inglés y su camisa de algodón egipcio -porque, como buen izquierdista, era rico-. Nos trataba como si fuéramos niños, de hecho nos decían ‘los niños’, entonces, en un momento nos dijo (fingiendo la voz de Benítez): ‘A ver niños, les voy a comprar un helado’. Una cosa rarísima, yo tendría como 30 años.

“Mientras nos dirigíamos hacia la heladería -seguíamos tomando a Fernando de los brazos porque él ya estaba grande y el suelo era muy disparejo-, una chica guapísima venía caminando en nuestra dirección, así que Fernando alzó los brazos y nos dijo: ‘Déjenme solo, déjenme solo’.

“Lo soltamos para que hiciera su solito, se puso muy derechito y cuando pasó la chica le dijo: ‘Paso a la belleza, se abrió la gloria’. Un piropo que tiene que ver con cuando se abre la gloria, en fin, cosas de religión. A la señorita le pareció simpático que un viejo elegante le dijera eso y le agradeció con finura, sonrió y siguió su camino. La muchacha no había avanzado ni dos metros cuando Fernando se volvió a pescar de nuestros brazos y nos dijo: ‘¡Vieron qué chichotas!’ Toda la elegancia y todo el buen decir de un caballero correcto se colapsó con una brutalidad al emplear ese término, elocuente, desde luego”.

La fama de los autores

Guillermo Sheridan es investigador, escritor, periodista, ensayista y maestro. Sus áreas de especialización son tan amplias como sus publicaciones, a lo largo de su trayectoria se ha concentrado en temas como la historia de la poesía moderna de México, José Juan Tablada, Ramón López Velarde, Los Contemporáneos (Gilberto Owen, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, Jorge Cuesta, Salvador Novo, Jaime Torres Bodet), Octavio Paz, entre otros. Vida y obra que le será reconocida, pero él insiste: “Soy un escritor menor”, dice.

Mientras acepta con renuencia ser fotografiado, comenta: “Las conferencias, las fotografías y los homenajes terminan por convertirlo a uno en quién sabe qué, en un personaje. Es lamentable cómo hay muchos escritores que son personajes de la mirada pública y empiezan a vivir a ese personaje, como el que es simpático y provocativo, o el incendiario, altanero y déspota, pero son personajes porque los escritores empiezan a inventar cuando ven cámaras alrededor. Si estuvieran encerrados -como deben de estar- no pasaría esto”.

Un flashazo lo distrae de sus reflexiones sobre la fama de los escritores. “No, no, no me retrates así”, le dice a una fotógrafa y continua: “No creo que Carlos Monsiváis haya sacrificado jamás su integridad intelectual al servicio de su personaje. (En cambio) los escritores malos, los débiles, empiezan a caer en una especie de cautiverio, con una fama que además en México es muy endeble, aquí todos son famosos. Hay una cantidad excesiva de reconocimientos, de premios, todo eso es una mentira infinita”.

Aunque no todos los famosos son malos y no todos los buenos han sido famosos. “A Xavier Villaurrutia nunca le dieron un premio, luego su nombre se volvió un premio. Curioso, ¿no? Todo esto es parte del mundo rarísimo que es la difusión cultural, que se ha convertido en una industria imposible de contener y que paradójicamente no produce ni mejores lectores ni gente más enterada, ni mejor música ni nada. Por ejemplo, los municipios y los gobiernos demuestran que tienen interés en la cultura y en Angangueo se las arreglan para que vaya el escritor Menchaca, él llega, le ponen la corona de laurel y dos edecanes al lado. Nada de esto es cierto”.

La verdad, ¿por qué se subió al avión y llegó hasta aquí?, se le pregunta. “Ni lo pensé, dije: ¡Qué amables! Vaya, no tiene la menor importancia. Además, como vivo fuera y muy encerrado, me sirve para ver amigos. Uno va por ahí, alguien te dice que le gustó mucho algo que hiciste, dices: gracias. No me siento ni ofendido ni nada, tal vez de alguna manera me dé tristeza porque tenía la fantasía de ser un escritor marginal, con esto me quitan la marginalidad”.

Sheridan está enfocado en la investigación y dice no tener interés en el trabajo que hizo en la época que se encontraba en las redacciones de los periódicos y revistas culturales del país. Es más, hoy escribe porque le pagan y porque le divierte -“aunque cada vez menos”-. “Me he hecho viejo y es muy difícil escribir sobre lo mismo. México es un país muy revolvente, reincidente y reiterado”.

Las enseñanzas, en cambio, sí son dignas de recordar. “Fue una época muy interesante, los maestros eran buenos, Huberto (Batis), Fernando (Benítez), Henrique González Casanova eran lectores agudos y enérgicos, uno aprendía muchísimo. Toda la gente que me pidió que colaborara con ellos, me enriquecieron desde Fernando a Octavio Paz.... Siempre que escribo me imagino que tengo parado en el hombro a los amigos de los que me interesa recibir una palomita. Durante muchos años fue Octavio -que no era fácil-, después fue Alejandro Rossi y Ramón Xirau, Tomás Segovia. Ahora me interesa que cuando escribo algo le guste a tres o cuatro personas”.

El escritor se alegra por la publicación de Malas palabras: Jorge Cuesta y la revista Examen (Siglo XXI Editores, 2011) y por la creación de un libro de ensayos sobre la poesía de Paz. “Soy un investigador serio que se dedica a estudiar literatura mexicana. El periodismo cultural es una cosa que hago al margen”.

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