sábado, 31 de diciembre de 2011

Crítica, Navidad y proflexión

31/Diciembre/2011
Milenio
Heriberto Yépez

En la última década, la lista anual de Sergio González Rodríguez en El Ángel del Reforma se hizo referencia para saber qué leer. Hoy (2011) hay muchas y cada una proclama un puño de lo mejor de cada año. ¿Cómo llegamos a este autoengaño?

Editores descuidaron su sección de reseñas. Ese fue el inicio; luego, la pérdida de liderazgos.

Christopher Domínguez era el crítico literario que daba seguimiento a la nueva literatura mexicana. En la última década declinó el puesto. Y ante la pérdida de credibilidad de las revistas (Letras Libres y Nexos, principalmente); el capricho de los nuevos reseñistas oficiales; la llegada de la blogósfera y las redes sociales (sobre todo, Facebook) y el arribo de la Generación Tierra Adentro-Fonca, saber cuáles eran las mejores novedades literarias mexicanas comenzó a ser cada vez más neblinoso.

¿Quién puede reseñar? ¿Cómo se debe analizar? Son preguntas que las revistas mexicanas no han puesto sobre la mesa. De ahí que cualquiera pretenda hacerlo.

En poesía, por ejemplo, la reseña se hizo semi-poema en prosa para cometer deflexión: evadir el análisis y sustituirlo con pre-estilística (fraseología e imágenes) para no sustentar adjetivos o avalúos, debido a que el comentarista, en realidad, nada tenía qué decir. Caso típico: decenas de reseñas sin una sola cita del libro que ensalzaban (para no evidenciar sus mentiras).

Y en esta década, ante la creciente mediática, de la deflexión prosiguió otro fenómeno retórico aún más penoso: la proflexión.

La proflexión consiste en enunciar de otro (consciente o inconscientemente) aquello que se espera sea enunciado de ti.

Las relaciones públicas hoy dan forma a las listas en redes sociales, webs y revistas, que son ejemplo de recomendaciones sin sustento. Pero con v de vuelta.

El vacío de pensamiento fue cubierto por el intercambio de favores entre amigos, maestros-discípulos y colaboradores de medios, que aprovechan la inexistencia de criterios acerca de cómo reconocer y describir una obra valiosa.

También son responsables los académicos en México y Estados Unidos, quienes para no arriesgar nada —no hay para qué— se mantienen al margen.

Mientras que narradores y poetas, incapaces de redactar el menor análisis, realizan listas por gusto propio o entrevista, y los lectores —complacidos por la reducción de una literatura a un espectáculo de menciones— fingen tomar en cuenta esos censos que, en realidad, sólo cuentan para una comunidad literaria en que yo hago por ti lo que el año entrante espero tú hagas por mí.

Al preguntársele a un lector real por los mejores libros, nunca mencionará novedades. (Eso sólo lo hacen los Peña Nietos del mundo.) Y, sin embargo, ¿no es eso lo que hacen, año tras año, nuestros críticos navideños?

La proflexión es la palabra clave de la nueva acrítica mexicana.

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